Excavaciones en el yacimiento de la Dehesa de la Oliva de Patones

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El director general de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, Ignacio Muñoz Llinás, visitó en junio la campaña de excavaciones en el yacimiento de la Dehesa de la Oliva de Patones, desarrollada entre mayo y junio. Durante la visita además de conocer los avances en las investigaciones, presentó la nueva cartelería instalada en mismo. Este enclave forma parte del Plan de Yacimientos Visitables de la Comunidad que este año cumple su décimo aniversario y persigue la conservación, puesta en valor y acondicionamiento para su visita pública de determinados enclaves de la región. Se trata de un yacimiento de relevancia para ilustrar los modos de vida en Hispania en época de la conquista romana y sus consecuencias. No se han encontrado restos (como cerámica, herramientas), por lo que su importancia radica en conocer como vivían aquellos pobladores en una zona, en una zona donde el viento y el aire no hace fácil precisamente la vida. {phocagallery view=category|categoryid=268|limitstart=0|limitcount=0}
El Cerro de la Oliva permite al paseante ver y andar con edificios construidos entre el siglo II a.C. hasta el siglo XXI. En lo alto del Cerro se hayan vestigios de edificios construidos en época prerromana, sus pobladores (carpetanos) vieron transformados sus modos de vida y costumbres con la conquista romana, y convertido su castro en una ciudad planificada dotada de calles, infraestructuras hidráulicas y edificios públicos. Tras su abandono como lugar residencial, la cumbre del monte fue utilizada como necrópolis entre los siglos V y VI dc, en época visigoda.
Pero el paseo nos permite observar rastros visigodos, romanos y modernos como, el pontón de la Oliva o las almenaras construidas por el Canal de Isabel II jalonan el camino, o las poblaciones modernas como Uceda.
Para llegar a este cerro hay que ir a Patones, y dirigirse a través de la carretera que une este pueblo con El Atazar hacia el Pontón de la Oliva. Un par de kilómetros más arribas, un camino de servicio del Canal de Isabel II nos llevará hasta la zona de excavaciones.
Después de 10 años de trabajos se va viendo la estructura de la ciudad prerromana. Lo que queda de la ciudad, que pudo llegar más de 500 habitantes, se contempla a través de los perfiles de lo que queda de los muros. Una composición urbana de edificios con las mismas medidas de ancho y longitud; se adivinan las diferentes estancias. También se aprecian las basas sobre las que se levantaban las columnas de los pórticos de madera.
En la actualidad, aunque se ha procedido a limpiar la zona de vegetación y antiguas escombreras de las obras del Canal, la vegetación de garrigas y retamas domina, se ven piedras diseminadas pero nada que, al profano, indique que se haya en una urbe que se extendió alrededor de 26 hectáreas, rodeadas por una muralla. La privilegiada posición de este punto, rodeada por el río Lozoya, pocos metros antes de unirse al Jarama, dominando la vega de estos ríos, atrajo a numerosos pobladores desde la edad del hierro hasta la actualidad. En la zona se han encontrado vestigios de la época del hierro, del bronce (en las Cuevas del Reguerillo, del Almendro), de época prerromana con los carpetanos, de la época republicana romana y de los visigodos; tras estos y la llegada de los musulmanes el Cerro de la Oliva se despobló.
Una de las cosas que tienen claro lo investigadores, es que el abandono de la ciudad prerromana fue tranquilo, ordenado, probablemente para trasladarse a una zona más fácil para vivir en la vega del Jarama. Se llevaron todo, menos los cimientos de los edificios.
En los restos que se han ido limpiando y despejando de tierra se han encontrado numerosas tumbas de época visigoda, que aprovecharon los restos como necrópolis.
El visitante puede pasear entre los restos, siguiendo los paneles comprendiendo algo de la estructura urbana y de la forma de vivir de aquellos pobladores, además de contemplar una impresionantes vistas de la confluencia de los ríos Lozoya y Jarama, ver los vestigios de la muralla, ya fuera construida en la zona sur o natural aprovechando los barrancos.
Las áreas de ocupación visigoda y musulmana no han sido excavadas. Los esfuerzos humanos y económicos se dirigen a la zona alta prerromana.
La zona quedó en el olvido, hasta que las obras del Canal de Isabel II, en los años 20 del siglo pasado empezaron a sacar estos restos del olvido. Emeterio Cuadrado, ingeniero del Canal, descubrió viviendas antiguas, calles y topografío parte de la muralla, cuando empezó a construir un camino de servicio para esta empresa.

 

 

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