Miguel Ángel Granado
Ayer, en estos primeros días de mayo, escuchaba desde mi casa en un pueblo de la sierra, a los ruiseñores cantando como locos. Con la llegada de la primavera, llega a nuestras latitudes el Ruiseñor común (Luscinia megarhynchos), conocido por su variado y bonito canto, con variados borboteos y notas, rematados por un silbido crescendo potente. Cantan durante todo el día, lo que sucede es que al continuar por la noche, su voz se hace mucho más notoria. Por eso llevan la palabra noche en su nombre científico, Luscinia. Los machos compiten con sus trinos, tanto en potencia como en variedad de frases, para destacar y llamar más la atención de las hembras. Un estudio reciente revela que solo se oye a los solteros; cuando tienen pareja se vuelven silenciosos y es muy raro escucharles, a diferencia de otras especies, que aún continúan reclamando durante el verano, aunque con menos frecuencia que en la estación de las flores.
A la hora de identificarlo, primero habrá que localizarlo, lo cual no resultará sencillo, al encontrarse normalmente en la masa arbustiva, inmerso entre la maraña de hojas. En contadas ocasiones, se sitúa en alguna ramita de las zonas externas de la planta; es en ese momento cuando conoceremos al autor de tan elaborado canto: un pájaro de unos 15-16 cms. de tonos pardos en las zonas dorsales y de color más claro, cremoso, en las zonas ventrales, con la garganta blanquecina y la cola pardo rojiza. Este rasgo de la cola que destaca sobre el pardo del dorso, nos permite distinguirlo de otras especies muy parecidas, como los carriceros comunes o los ruiseñores bastardos, que ocupan el mismo hábitat. No existe dimorfismo sexual en los ruiseñores comunes. Los jóvenes, antes de mudar parcialmente su plumaje de cara a la migración otoñal, lucen también tonos pardos pero con los extremos de las plumas manchados por unas motas amarillentas.
Se distribuye por Europa y Asia meridionales. Se han descrito varias subespecies. En España se encuentra la conocida como megarhynchos, que ocupa toda la Península, Baleares, Ceuta y Melilla; escasea en la zona norte de Galicia y de la cordillera cantábrica. Ausente en zonas altas de montaña, zonas muy deforestadas y en todo el archipiélago canario. Es una especie estival, la migración es total, todas las aves que crían en Europa invernan en el África central y occidental; a primeros de abril comienzan a cruzar el Estrecho de Gibraltar, primero sólo los machos, las hembras llegan unos diez días después. En un dilatado espacio de tiempo que abarca desde abril a junio, tienen lugar las cópulas y la construcción del nido. El Ruiseñor común tiene su hábitat predilecto en las riberas o en zonas próximas al agua; aún así ocupa una gran variedad de ambientes, siempre que exista algo de vegetación; en Baleares ocupa zonas bastante secas, criando en matorrales como los lentiscos o palmitos. Pero en general gusta de la humedad. Tras el cortejo y cópulas, llega la construcción del nido, que efectúa la hembra, en el suelo o en alguna pequeña elevación, siempre muy escondido entre el denso follaje. Realiza un pequeño cuenco con hojas secas, forrado interiormente con hierba y pelo. Efectúa una sola puesta, generalmente avanzado el mes de mayo, que se compone de 5-6 huevos y que incubará únicamente ella. Transcurridas un par de semanas, se producirá la eclosión; los pollos serán alimentados por ambos progenitores durante cerca de otro par de semanas. Ave insectívora, su dieta se compone de hormigas, escarabajos, mosquitos, arañas, lombrices,…; al final del verano y antes de emprender el viaje postnupcial, se aprovecha de algunos frutos otoñales, consumiendo bayas de diversas plantas, como los escaramujos, saúcos, etc.
A finales de agosto comienza la migración otoñal, de nuevo hacia sus zonas de invernada en África. Se prolonga hasta primeros de octubre. El Ruiseñor común está catalogado como de Interés Especial; le afectan las alteraciones en el curso de los ríos, pérdida de vegetación en las orillas, etc. Asimismo el uso de plaguicidas, ya que es una ave insectívora. Cuidemos a los ruiseñores, aves emblemáticas que anuncian la llegada de la primavera, como así se ha registrado en múltiples documentos. Sirva como ejemplo este conocido poema castellano de la época medieval:
«Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor,….»
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