Poco antes de despertar soñé con algo que me mantuvo inquieta durante todo el día , tenía diez años o así y miraba una altísima estantería llena de libros. Al intentar alcanzar uno de ellos oí la voz de Google que me decía: niña tú no puedes leer ese libro contiene información solo apta para mayores de 20. Afortunadamente, cuando yo tenía 10 años no existía Google, si es que se puede hablar de existir o no existir sobre algo que controla nuestra ubicación, nuestros anhelos, necesidades, relaciones y conversaciones… Que sabe cuándo tenemos frío y queremos un abrigo o a qué hora un amante inoportuno se va a cruzar con el marido de la vecina.
Mi inquietud venía porque hasta en sueños acertaba con mis deseos y derrochaba poder para controlar lo que más me gustaba, que era leer. Total que este sueño me hizo reflexionar y escribí una carta a Google para ver si me quitaba el trauma de encima.
ESTIMADO GOOGLE, ¿o debo decir motor de búsquedas más usado a nivel mundial? Perdone mi osadía al dirigirme a una empresa estadounidense de su importancia. A mí me interesan los libros y la educación y dado que ambas son pasiones humanísticas y necesitan mucho sosiego y concentración, querría saber si ustedes piensan alguna vez, se aburren, tienen sueño. Vale, quiero saber, ¿cuándo duermen?
Si en el mundo hay unos 2000 millones de usuarios de teléfonos móviles y smartphones y la población mundial es de aproximadamente 6000 millones de personas, esto quiere decir que quitando a los pícaros de la informática y a los burladores antisistema, su empresa controla la vida de un tercio de la humanidad y ¡no descansan nunca! Las máquinas no se dan cuenta de que son máquinas y tal vez deberían tomarse respiros y bajar la vigilancia para que las personas nos equivoquemos solas al elegir novio o comprar un colchón. Les agradezco su atención y aunque tengo muchas más cosas que preguntarles, las buscaré en Google. Un saludo.
Insisto en que cuando era pequeña no había Google, ni informática ni omnipresencia familiar (ya la divina era más que cuestionable) y podía leer cuantos libros «existían» en la biblioteca de mi casa: Crimen y castigo de Dostoievski, La madre de Maximo Gorki, Don Quijote y el más enigmático y deseado La novia era demasiado hermosa, que me servía de trueque para obtener la atención lectora de mis amigas. Ninguno de ellos había llegado a casa a través de Amazon y nadie mostraba interés por las lecturas de una niña de 10 años. De esta manera yo era libre para elegir entre cuatro libros y leerlos con pasión de la mañana a la noche.
No he recibido contestación a mi carta. Solo había sido un sueño, el mundo seguía siendo el mismo y yo he conseguido leer todos los libros de la estantería.
La programación divina ahora la ejerce Google, el gran hermano, el que nunca duerme, ese ente arrogante y poderoso que todo lo sabe. Hasta Alicia tiene sus maravillas en internet, no tenemos más que pasar el espejo del servidor, pedirle un deseo y estaremos dulcemente esclavizados para siempre.
El poema y el titulo sirven de homenaje a Nicanor Parra, poeta, cuentista y ensayista chileno. Premio Cervantes 2011. Ha muerto hoy, martes 23 de enero de 2018 a los 103 años.
La montaña rusa
Durante medio siglo la poesía fue
el paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece.
Claro que yo no respondo si bajan
echando sangre por boca y narices.
(De Versos de salón, 1962)
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