La percepción que los ciudadanos tienen de la clase política ha cambiado en los últimos años, las encuestas y sondeos de opinión así lo demuestran. Se extiende la idea, exagerada quizás, que nuestro sistema político es corrupto, no es soberano y que actúa únicamente en su propio beneficio. Ya no apreciamos a los partidos políticos, sobre todo los mayoritarios, como fuerzas vertebradoras sociales que ejerciendo de correas de transmisión canalizaban las propuestas e inquietudes que los ciudadanos desmandábamos. Se percibe con tristeza que para hacer carrera en política el mayor activo es la fidelidad al líder, los críticos son apartados o ninguneados y no existe conexión alguna entre representantes (cargos públicos) y representados (votantes)
La crisis económica ha desnudado nuestra reciente cultura democrática poniendo de manifiesto el fracaso de nuestro sistema para acabar con la lacra de la corrupción política, que sumado a la ineptitud de nuestros dirigentes para resolver problemas y reparar los daños que ellos mismos causan a los más desfavorecidos con medidas injustas y erróneas, justificándose en la crudeza de la crisis o en la herencia recibida, nos han traído como consecuencia las penosas realidades que nos encontramos ahora. Entre otras, estas serian algunas de las consecuencias derivadas de la deficiente gestión de los intereses públicos que los ciudadanos ya no están dispuestos a tolerar:
—La destrucción de empleo que está acabando con la generación más preparada de nuestra historia, condenándola a la marginación y a la emigración.
—La escandalosa bajada en la calidad de los Derechos Sociales fundamentales como la Sanidad y la Educación, que eran orgullo y referente en nuestra sociedad.
—La infame protección del poderoso en perjuicio del débil, visualizada en las escandalosas indemnizaciones a políticos y banqueros que con un nivel de negligencia bestial hundieron cajas de ahorros que tuvieron que ser rescatadas con dinero publico, mientras maltrataban física y moralmente a los ciudadanos engañados por tramposas hipotecas o estafados salvajemente con las acciones preferentes.
—El insolidario e injusto sistema fiscal, por el que los que más poseen son siempre proporcionalmente los que menos contribuyen.
Con estas terribles consecuencias el «vota y olvídate 4 años» que propugnan los partidos mayoritarios está siendo aplastado por una rebelión en la calle, organizada desde las actuales redes de comunicación (Internet, facebook, twiter, etc) que ejercen de correas de transmisión política de los ciudadanos, socializando sus ideas sin prejuicios, disciplinas ni militancias que les aten y absorbiendo de estas redes la energia y fuerza necesaria para impulsar su lucha justa y reivindicativa.
Tengo esperanza en la rectificación de los Partidos Políticos mayoritarios, en que sean capaces de canalizar, agregar y articular estas justas reivindicaciones que exigen más desarrollo político y social, más calidad de vida, más equilibrio económico y más protección del ciudadano ante los ataques de los especuladores financieros.
Los partidos deberán asumir en el futuro tener menos poder e influencia, a cambio de tener más credibilidad, más transparencia y consecuentemente más libertad interna. Si es así, seguirán siendo fundamentales para la sociedad a la que pretenden dirigir, pero si siguen alejados de los ciudadanos, si no cambian su inmovilismo, si no renuevan sus cargos de dirección, si hacen oídos sordos a la calle, y además la criminalizan, estarán condenados en un corto plazo de tiempo a que la mayoría de sus votantes les den la espalda; confirmando así los pésimos resultados que les dan los sondeos de opinión y el «NO NOS REPRESENTAN» sonará cada vez con más frecuencia y más intensidad en todas nuestras calles.
Otra Democracia más participativa, más transparente, más justa, más limpia y más honesta es deseable, es también posible y será inevitable. Esta Democracia se ha empezado a demandar por la base de la pirámide, esperemos que el vértice se sume al proceso abriendo los oídos al sentir de los ciudadanos y trabajando en consecuencia codo con codo con los mismos.
Pepe Vázquez
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