A unos 1.600 metros al este de la presa del Pontón de la Oliva, en Patones, se encuentra un curioso ejemplo de erosión, en materiales poco consolidados, por agua de lluvia; se trata de las Cárcavas del Pontón de la Oliva.
Nuestro camino se iniciará junto al Pontón, por un tramo asfaltado, que abandonaremos, cuando el primer giro importante, para adentrarnos en una senda a través de los olivos. Desde allí es fácil acceder al cauce seco por donde discurren las aguas que han formado las Cárcavas. El camino por este cauce seco, cuando no llueve, sólo tiene la dificultad de las piedras arrastradas por la corrientes. A través de cañones más o menos estrechos nos iremos adentrando en un valle, donde los enebros se elevan majestuosos en las laderas.
Las cárcavas se sitúan en un amplio cerro de cima más o menos llana (un pequeño páramo) con contorno irregular debido a los diversos arroyos que lo erosionan de forma radial y que parten desde las cercanías de la zona más alta. Cárcava es una excavación, o socavación de materiales blandos, poco consistentes, en general constituidos de grano fino: arcillas, limos, arenas (aunque también gravas y fragmentos de roca), produciendo incisiones en el terreno, que dan lugar a morfologías en forma de estrechos vallecitos, cortos y profundos, muy próximos entre si, que en ocasiones llegan a independizar torreones aislados. En estas cárcavas también se pueden observar lo que se denomina torres, o chimeneas, de erosión en las que la parte superior es más dura que el resto. En nuestro caso debido a la existencia de un nivel con mayor cementación. Pero más allá de los datos geológicos y científicos, el paseo por estas formaciones creadas por la naturaleza, tiene algo mágico y relajante. El silencio, el aislamiento nos llevan a unas distancias muy superiores. Apenas algún pájaro, un corzo que huye ante nuestra llegada nos recuerdan que también, en las Cárcavas hay vida.
La pendiente no es pronunciada hasta llegar a las Cárcavas. Sin embargo, si accedemos a la cima del cerro donde nacen, las cuestas son más pronunciadas y peligrosas si nos acercamos al borde de los barrancos, con caídas muy pronunciadas, aunque las vistas son espectaculares, contemplando las tierras de Uceda, Patones y Torremocha al fondo. El camino de vuelta, salvo para los más aventureros que quieran buscar otra ruta, es el cauce por el que llegamos. Volviendo por él, comprenderemos mejor algunas que nos sorprendieron al principio. Es una ruta que se puede hacer en una mañana sin agobios, sin prisas, parándonos a descansar y a perdernos en mentalmente en las Cárcavas de Patones.
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