El mes de agosto es una temporada complicada para pasear por el campo por las altas temperaturas. En esta ocasión el camino que elegimos transcurre por la ribera norte del río Lozoya, para poder refrescarnos siempre que lo necesitamos. Tomamos una pista que sale de la M-607 tras cruzar el puente que cruza el río Lozoya, y antes de atravesar el túnel que pasa por debajo de la vía del tren; siguiendo por la pista, cogemos la segunda calle situada a la derecha Estamos en una zona con casas diseminadas denominadas el Tomillar. No llegamos hasta el río con el coche.
Apenas son las ocho de la mañana cuando iniciamos la marcha. En el camino de ida seguimos el margen del río Lozoya que, aunque conserva un buen caudal, va notando la disminución del mismo. Con un buen calzado vamos a caminar sobre hierba y sobre piedras trabajadas por el agua del río.
Pocos animales observaremos; los pájaros huidizos ante el menor ruido se esconden o salen volando prestos como los somomurjos. En el cielo se puede atisbar una pareja de buitres. En el río numerosas truchas se las ve pasearse entre los algas, los juncos y los matorrales que dan un aspecto mágico al rio, y que están en los primeros metros de nuestro andar. Una presencia constante son las mariposas que parecen estar en todas partes.
Al principio de nuestro andar hay una vegetación de ribera húmeda: fresnos, junco, poleo, que desdibujan los márgenes del Lozoya, creando pequeñas islas. Luego el río se ira quitando vegetación hasta quedarse desnudo ante el influjo de la cola del embalse de Riosequillo. Poco a poco las carrascas y los melojos iran cobrando importancia, especialmente en las zonas elevadas cercanas al río, y que conforman los prados cercanos a los pueblos de Gargantilla de Lozoya y Pinilla de Buitrago.
El transcurrir del río se retuerce constantemente, por unos barrancos que se han ido moldeando a lo largo de los siglos, creando espacios con vida propia. Al principio en el margen sur del río podremos ver casas construidas colgadas en unos riscos casi sobre el río. Más al sur y sin la huella humana estas paredes vírgenes, nos permiten con las primeras luces del sol, imaginarnos en otro mundo y en otra época.
Cada uno sentirá sus propias sensaciones y lo puede alargar hasta quiera, nosotros continuamos hasta poco antes de llegar al río de Santiago, mientras el río Lozoya se ensancha gracias al influjo de las aguas que el embalse de Riosequillo va almacenando.
El regreso lo haremos por una senda que transcurre paralela al río y a nuestro caminar matutino. Desde una posición más elevada el camino adquiere una nueva perspectiva y vemos nuevos paisajes del valle del Lozoya.
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