Rosa Ortega
La historia de este mes me recuerda que debemos valorar lo que tenemos y no olvidarnos de los que huyen de las guerras, buscando no un futuro mejor sino un presente posible. Viene de la mano de un amigo valiente que me cuenta alguna de las cosas que han pasado en su último viaje al Líbano.
Como todos sabemos el Líbano es un país pequeño que tiene unos cinco millones de habitantes y que hace frontera con Siria. En los últimos años ha recibido más de dos millones de personas de la vecina siria, refugiándose muchos de ellos en campos atendidos por ONG. La fundación a la que pertenece mi amigo (Muslim Relief) atiende y resuelve algunos de los dramas humanos de ese inmenso montón de personas que nos hemos acostumbrados a ver en las noticias.
Esta es la historia de una mujer joven, casada a los quince años y viuda de guerra a los 29. Tiene cuatro hijos entre los 2 y los 12 años. Salió de su país con los dos pequeños colgados del cuello para protegerles de los disparos y con los mayores pegados a su falda coraza.
Se llama Rim y tiene una grave enfermedad en los ojos: queratocono (enfermedad ocular que afecta a la estructura de la córnea). Hasta hace poco vivía con sus cuatro hijos, su madre y su hermano en una caravana instalada en uno de los muchos campamentos para refugiados que hay en el Líbano.
El día 9 de marzo operaron sus ojos y le devolvieron un poco de la dignidad perdida, trasladándola a ella recién operada y a sus hijos, a un piso alquilado para ellos y sostenido con los fondos de la fundación.
Said reflexiona: «Me he dado cuenta que estamos equivocados: En el campamento les damos lo básico y viven allí, llevan cuatro o cinco años. Cuando tú les ofreces un lugar donde acampar porque vienen de la guerra, si les das una caravana es un lujo, pero les quita la dignidad. La recuperan con el piso, una casa con las puertas cerradas».
Cuenta mi amigo que días más tarde cargados de ropa, comida y chuches, volvieron a visitar a la familia, los niños estaban felices. Les mostraron su agradecimiento con abrazos y sonrisas.
Su nuevo proyecto consiste en sacar de los campamentos a las familias con más de cuatro huérfanos y darles una media de 400€ al mes durante unos años para que puedan vivir. Ahora los hijos de Rim van a un colegio lejos de su nueva casa y en horarios diferentes (el cole está lleno y hay que doblar turnos de clase) también hace falta una persona que acompañe a los niños al colegio hasta que abran el cole de su barrio. Todo esto se puede resolver con un poco de dinero y el trabajo de personas como mi amigo que llevan todo lo que no se puede comprar con dinero y además unos cuantos euros para la operación, la comida, la ropa, el alquiler del piso, las chuches.
Siguen siendo huérfanos, refugiados de guerra, gente que ha perdido ya muchas cosas en la vida pero ahora viven en una casa con puertas para proteger su intimidad familiar.
Nos acompañan los versos de Mahmud Darwish
NOSOTROS AMAMOS LA VIDA
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.
Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino
y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Sé el primero en comentar sobre "LA HUELLA DE LA BONDAD"