La Sala Municipal de Exposiciones de Buitrago acoge hasta el 12 de diciembre una exposición de una artista plena, que llego hace relativamente poco tiempo a la Sierra, pero que recibe alabanzas por sus pinturas y por su voz, que ha arrancado ya muchos aplausos en sus apariciones por la Sierra Norte.
El 19 de noviembre se inauguró una selección de sus obras, cuadros de gran formato, con paisajes internos que reflejan una naturaleza propia. Acompañando a sus cuadros, están una serie de piezas de bronce de su padre Jorge Andrada, (ya fallecido) que hacia muchos años que no se exponían.
Carolina Andrada escribe esto sobre su obra: {phocagallery view=category|categoryid=742|limitstart=0|limitcount=0}
«Mi obra pictórica está fundamentada en el concepto de «paisaje». Ha habido, y siguen habiendo muchos paisajes que me han cautivado a lo largo de mi trayectoria artística, de mi vida. Paisajes de diferentes lugares y de otros países me han servido de inspiración y de guía, pero también paisajes internos, es decir, aquellos que no se ven, pero que uno siente. Aunque el paisaje en sí mismo sea el tema fundamental de mi trabajo hay otros elementos que se posan en él. Unos muy reconocibles como maniquíes o zapatos, otros más desdibujados, como castillos o siluetas semitransparentes de seres invisibles, que de repente se dejan ver. Podríamos hablar de un mundo onírico y de un mundo figurativo, pero ambos son reales en su concepción, como cierto es el mundo de los sueños. Todas mis proyecciones pictóricas (y las dibujísticas también) nacen de una idea tanto mental como emocional, sin utilizar más referentes que mi propia memoria, mis recuerdos, imaginación».
Además del lienzo me he identificado plásticamente a la hora de trabajar con el biombo, ya que es una estructura que ofrece diferentes puntos de vista, y que permite –con el tema de los paisajes- ampliar, recortar, o dislocar la visión de los mismos. El formato de biombo, como soporte de mis trabajos, articula mi obra en múltiples direcciones.
Pero siempre he considerado el lienzo como imaginarias paredes de mi casa, como muros de siempre nuevas fortalezas. En mi memoria infantil guardo la escena de mi padre Jorge Andrada (pintor y escultor) colocando lienzos grandes en diferentes posiciones para que se secaran; algunas veces colocaba dos, apoyándose el uno con el otro como formando una cabaña. Yo podía entrar y salir de ellos como si se trataran de casas de ensueño o mágicos castillos en los que me «refugiaba».