Rosa Ortega
Recuerdo un programa que oía en la radio hace algunos años que se llamaba viajeros en tránsito, en el que un grupo de personas se sentían atrapadas en un lugar de paso de sus vidas. Esto es el mes de julio para mi, semanas y días por los que transito con el ánimo de mostrar una sonrisa boba e inexpresiva que congele las preocupaciones hasta nuevo aviso. Acaba el curso se resuelven las inquietudes de los estudiantes y se evidencian las batallas ganadas al currículo escolar. Planificamos vacaciones, si podemos pagarlas y estamos tranquilos porque no tenemos que comprometernos a llegar a ninguna meta, ni siquiera a perder peso o aprender inglés. Llegan días para descansar y disfrutar de la sierra.
Pero como me he comprometido con el director de este periódico en la búsqueda de pistas para dialogar y refrescar el pensamiento, educándonos en el arte de la convivencia y la reflexión comunitaria, pues aquí me tienen fijándome solo en las preocupaciones y buscando cómplices para canalizar inquietudes.
Estas son algunas de las cosas que me ocupan el pensamiento y a veces no me permiten ver ese esplendido bosque lleno de emociones positivas y hechos insólitos.
Me preocupa que el nuevo director de área no pueda ser generoso con las escuelas y desoiga o no responda ante las necesidades de la comunidad educativa de la sierra norte.
Me preocupa que los niños y niñas no tengan un apoyo extra de cultura veraniega en sus pueblos y como no hay presupuesto tampoco puedan asistir a clases de natación, sesiones de animación a la lectura en la biblioteca o títeres en la plaza del pueblo.
Me preocupa que no podamos salir del bucle de las elecciones y a la tercera vaya la vencida.
Me preocupa que de los 600 refugiados que deberían haber llegado a España desde Turquía, Grecia, Italia y Líbano en este mes de junio, solo lo hayan hecho 124.
Me preocupa que haya incendios forestales y el fuego arrase montes y provoque daños en las personas y en el medio ambiente.
Me preocupa que nos engulla- fagocite la ciudad porque sus luces ya nos anuncian su ánimo expansivo y colonizador.
Me preocupa el maltrato, la violencia contra las mujeres, los dramas personales el escaso apoyo a los niños y niñas con dificultades económicas, sociales, escolares.
Me preocupa el cambio tan drástico hacia la cultura audiovisual que estamos viviendo.
Me preocupa que la codicia de los ricos provoque más miseria para los que menos tienen.
Me preocupa que los jueces dejen de perseguir a los corruptos y estos sigan campando a sus anchas por nuestros dineros públicos.
Me preocupa que no se acabe el chollo de las puertas giratorias, las mamandurrias y todos los privilegios de la clase política.
Me preocupa que las emociones se confundan con los emoticonos.
Me preocupa que a las personas con discapacidad no se les tenga en cuenta en el escenario de un mundo perfecto.
Me preocupa la aplicación de la LOMCE (Ley de educación). Sus revalidas, la marginalización de las artes en el currículo, la subida de tasas y bajada de becas en la universidad, la mayor relevancia de la religión católica, los privilegios que se conceden a la escuela privada y concertada sobre la pública.
Me preocupa que los gobernantes no admitan que los gobiernos y las personas que gobiernan caducan a los 4 u 8 años de gobernanza.
Me preocupa ser una mujer preocupada y que las preocupaciones me nublen la vista.
En esta ocasión, el poema nos lo regala Ángel González y se titula:
FINAL CONOCIDO
Después de haber comido entrambos doce nécoras,
Alguien dijo a Pilatos:
-¿Y qué hacemos ahora?
Él vaciló un instante y respondía
(educado, distante, indiferente):
-Chico tú haz lo quieras.
Yo me lavo las manos.
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