A mi querida y centenaria abuela Bernarda

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El 12 de marzo tuve la inmensa suerte de poder estar contigo y celebrar tu cumpleaños número 100. Un acontecimiento muy especial donde estuviste arropada de familiares, amigos, compañeros de residencia y vecinos de Bustarviejo. Y, como siempre, sacaste a la luz tu energía para subrayar que no habías nacido aquí, sino en San Martín de Valderaduey (Zamora).
Pero en tu pueblo de acogida, al cual llegaste en la primavera de 1940, es donde has pasado la mayor parte de tu vida, ya centenaria. Y por ello, Bustarviejo quiso rendirte un merecido y emotivo homenaje, donde el Ayuntamiento, la Asociación de Mayores ‘Fuente del Brezal’ y el grupo de Vida Ascendente de la residencia te hicieron algunos obsequios. Aunque el más gracioso te lo dio uno de tus vecinos: una corona para que te sintieras reina por un día. {phocagallery view=category|categoryid=621|limitstart=0|limitcount=0}
Claro que si el sábado viviste un gran día, no te esperabas lo que iba a pasar después. El domingo tus hijos, nietos, bisnietos, primos, cuñada, sobrina, vecinos y amigos no quisieron perderse la segunda celebración. Y tú convencida de que sólo ibas a comer con cuatro… hasta que todos gritamos: ¡Sorpresa!
100 años dan para mucho y no has dejado de demostrarnos ni un momento que eres una mujer de carácter, generosa, trabajadora y que nunca se ha rendido en la lucha de la vida. Te tocó muy pronto demostrar esta fortaleza, pues perdiste a tu madre con sólo tres años. Pero, a pesar de las dificultades, tuviste una infancia feliz y ya apuntabas maneras: no estabas dispuesta a dejar que te vacilaran y le diste una lección a tu primo, rompiéndole un cántaro en la cabeza.
A los nueve años te fuiste a vivir a Valladolid con tus tíos y después, te pusiste a servir. Esa ciudad, a finales de los años 20 y principios de los 30, fue testigo de tu primer amor, una historia cortada por la Guerra Civil sin pedir permiso. Pero la contienda fue también la responsable de que cambiaras Castilla la Vieja por tierras madrileñas, pues te tocó seguir a tus patrones hasta El Escorial, y de que conocieras a un nuevo amor, Justo, con el que te casaste y lograste formar una numerosa familia.
Aficionada a las novelas, tu vida parece una de ellas. En 1939, nació tu primera hija y la casualidad quiso que te reencontraras con aquel primer amor que todos habían dado por muerto, pero tú ya tenías una vida hecha y cada uno siguió su camino. El tuyo te llevó unos meses después a Bustarviejo y aunque no todo han sido rosas, pues también ha habido espinas, siempre ha estado lleno de amor y fuerza.
Querida y centenaria abuela Bernarda, sólo queda darte las gracias por todo lo que me quieres y me enseñas cada día y por ser un ejemplo de coraje en la lucha de la vida. ¡Gracias! ¡Te mereces este homenaje y muchos más!

Escrito por Mª Cristina Martín Serrano

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