José de Villamisar
Este mes de mayo, antes «mes de las flores», se convirtió éste año en un mes de votaciones, mes de elecciones, mes de locura. Por cualquier rincón que fueses de la geografía terruña, te encontrabas con montones de panfletos invadiendo las ciudades y pueblos, esparcidos por las calles y avenidas y hasta amontonados en los rincones que a veces, o casi siempre, ofenden la mirada del viandante. Me estoy refiriendo a la decimonónica campaña electoral en la que estos políticos, salvo raras excepciones, siguen la misma técnica que sus antepasados, diciendo Sí a todo, recorriendo mercados, apretando manos, besando a las señoras mayores y a los niños, como si nos conociésemos de toda la vida, como si fuera gente de confianza, y no de ésta otra que sigue manteniendo formidables estructuras clientelares ajenas a toda realidad.
Resulta increíble ver, como la muchedumbre que llena los espacios en donde se celebra el mitin de turno, jalea las promesas e improperios que desde el atril les lanzan sus ídolos políticos, como si de una «faena de José Tomas se tratara».
Se emocionan, tanto los unos prometiendo, como los otros escuchando. Voy a contarles una anécdota vivida hace años en un mitin político: Un conocido y ya viejo socialista pronunciaba un mitin-coloquio en una ciudad del centro de España, el conferenciante, digo el mitinero, era de fácil verborrea, y cuando tenía al público a sus pies dio paso al turno de preguntas, respondiendo a todas ellas con un Sí. ¿Construirá Vd., un centro de Salud?, la respuesta SI. ¿Bajará los impuestos?, Si.¿Construirá un colegio? SI, y un ¿polideportivo?, SI. Y en medio de tanta euforia y emoción se levantó en el final de la sala un señor mayor y le espetó ¿traerás el mar a ésta ciudad tan necesitada de recursos?, y el conferenciante, no se, si llevado por la euforia del ambiente, o con la misma sinceridad que las respuestas anteriores, contesto, SI…, terminando el acto en medio de aplausos y sonoras carcajadas.
Los políticos españoles son una «especie» diferente al resto de los ciudadanos, son unos tipos sin la menor sombra de auto-crítica ni de timidez, se creen superiores al resto de los mortales, hablan mal e sus adversarios al mismo tiempo que ensalzan su «Yo valgo».
Los partidos políticos se pelean por tener en sus filas a esos individuos de apariencia inexpugnable que mandan sin escrúpulos ni reparos éticos, culpando siempre a sus enemigos de todos los males propios.
Un ejemplo de estos personajes lo encarna a las mil maravillas Esperanza Aguirre, tiene un descaro sin perjuicios, lleva en los genes la certeza de que el mundo es suyo y le pertenece, y los demás estamos en él gracias a su gran generosidad. Eso le permite mentir con descaro, parecer indignada cuando «pillan» a sus corruptos con las manos en la masa, o dejar a sus amigos cuando dejan de serle útiles. Es una política apisonadora, que como Atíla, no deja crecer la hierba a su alrededor.
Cito a Dª. Esperanza como prototipo, pero podría, sin duda, escoger cualquier otro, «haberlos a
haylos», y muchos, a diestro y siniestro, al norte, al sur, al este y al oeste y también en el centro.
Y ahora que los ciudadanos se pronunciaron en las urnas, toca el reparto del Poder. Esperanza Aguirre ha ganado las elecciones con 21 concejales, pero Manuela Carmona, Cabeza de lista de la formación integrada por Podemos y Ganemos, ha obtenido 20 concejales, y se vislumbra como nueva Alcaldesa de Madríd, puesto que, el televisivo y gran fracasado, Antonio Miguel Carmona ya ha insinuado su apoyo a la formación que lidera Carmena.
Distinta suerte corremos el resto de habitantes de la Comunidad, puesto que, parece lógico que. Ciudadanos con sus 17 diputados se sume a los 48 obtenidos por Cristina Cifuentes y así formar un gobierno de centro-derecha, o como dicen algunos de extrema-derecha.
El bipartidismo que nos gobernó durante las tres últimas décadas, perdió más de tres millones de votos. Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, deben de dar paso a personas que sean capaces de parar la sangría de votos que les espera de aquí a las elecciones generales, si no quieren verse superados por las fuerzas emergentes
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