Pedro Ángel Moreno. Lozoyano.
Escuchando un tema del grupo folklórico madrileño «La Musgaña» , he vuelto a rememorar lo que en muchas ocasiones he pensado y debatido en mis adentros.
Nuestra música, tradiciones populares o saberes generacionales, se muestran casi agonizantes ante nosotras, enseñándonos las luces y sombras que encierran las culturas populares. Demostrándonos de esta manera, todo lo que las mismas significaban, y dejaron de significar en el contexto de la uniformidad mundial (globalización).
Cada región, comarca, valle, o pueblo, nos muestran unas historias y saberes que debemos juzgar y analizar desde una perspectiva crítica, pero que a mi entender, debemos conocer y no perder, pese a introducir en muchos de ellos valores que desliguen los mismos de elementos nocivos para con los pueblos y sus habitantes.
Las comunidades humanas evolucionamos, nos transformamos, y en muchos casos, como en el ciclo mismo de la vida humana morimos,pero lo que no debemos ni podemos, es renunciar o ignorar unos elementos que existen, y que siempre existirán, mientras siga habiendo humanos en la tierra que pisamos. Son estos elementos mediante la transmisión de valores vía oral, escrita o material los que desde mi punto de vista conforman las culturas.
Culturas que se dan en base a la orografía, el clima, u otros muchos factores que sin duda alguna, marcan unos elementos diferenciadores que nos enriquecen como especie. Conformando un panorama de diversidad, que clarifica el fin socializador y de grupo que se encuentra incrustado en nuestro ADN.
Las personas no podemos negar nuestra naturaleza por la creación y la vida en colectividad, no podemos renunciar a la composición, la escritura o la tradición oral, todas y todos somos juglares en potencia .En definitiva, artistas que vagamos por un mundo el cual nos niega el derecho al camino del crecimiento personal, y el respeto por los montes, bosques, o llanuras, de las que hacemos nuestros hogares.
Esto no es más que un alegato a la escucha de nuestros/as mayores, a no ver en ellos y ellas meros estorbos, si no que por el contrario, debemos extraer de ellas y ellos lo bueno que portan, es decir, la sabiduría histórico-cultural que nos pueden transmitir. Sabiduría mediante la que podremos llegar a comprender como ven el mundo y las razones del pensamiento de su tiempo.
«Mientras pegue el sol en nuestros ojos, mientras se calienten los prados y montes de nuestra tierra serrana, esa música no morirá en el olvido, ya que es el viento amigo de la libertad, el que mantendrá viva la llama que nunca se ha de apagar…»
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