Una vida dedicada al campo y a su querido pueblo en Pinilla de Buitrago
Paloma López Pascual
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche», «Temprano levantó la muerte el vuelo», «Cuando un amigo se va»… Hay mil maneras ya escritas de expresar el dolor cuando se va un ser querido, pero no encuentro ninguna lo suficientemente apropiada, quizá porque no quiero creer lo sucedido. Sin embargo, escribir estas líneas me permite intentar rendir un más que merecido homenaje a alguien que, además de ser importante para mí a nivel personal, lo era sin duda para la Sierra Norte, que es el verdadero objetivo de esta comunicación: destacar la relevancia de su papel en nuestro territorio.
Luis Miguel Velasco Reguera, vecino ilustre de Pinilla de Buitrago y por tanto también de Gargantilla del Lozoya, al ser un mismo pueblo, nos dejó el 19 de noviembre pasado. Agricultor y ganadero de pro durante toda su vida, se especializó en la cría de bueyes, por lo que probablemente era más conocido en los últimos años, al ser una vanguardista forma de ganadería la que introdujo, respetuosa con los animales y con el medio ambiente, y al proporcionar a la despensa serrana una carne de altísima y exclusiva calidad.
Pero esta profesión ya la traía en las venas. Su padre, su madre, su querida abuela Anastasia y toda su familia, fueron ganaderos y agricultores, para quienes la tarea empezaba al amanecer y terminaba a las diez de la noche. Además de los días en los que había que regar los huertos del rodeo a las tres de la mañana porque era cuando tocaba el turno, o en los que había que asistir a una vaca de parto a cualquier hora de la madrugada, lloviera, nevara o hiciese calor; tantos y tantos días con sus noches, y todos los días del año. El ganado y el huerto no saben de domingos ni festivos.
A pesar de la gran dureza y dificultad de estas tareas, Luis Miguel amó profundamente esta profesión; y la atendió con dedicación, responsabilidad y respeto desde su niñez y hasta prácticamente los últimos días de su vida.
Además, paralelamente, se lanzó a desarrollar otros trabajos, empresas y actividades en “la capital». Con su capacidad de trabajo, parece que se multiplicaban las horas del día y exprimía el tiempo, explorando siempre nuevas inquietudes e intereses.
En su adolescencia y juventud, cuando toda la pandilla volvíamos de las fiestas y nos íbamos a dormir, a las 6.30 de la mañana él ya estaba camino de la cuadra -muchas veces de seguido según llegábamos de parranda- para hacer el ordeño de la mañana a sus vacas lecheras. Y por la tarde, cuando muchos de los veraneantes nos desperezábamos de la siesta con un buen baño en el pantano, él procedía de nuevo a la tarea del ordeño, después de un duro día de trabajo en la obra, oficio al que también se dedicó junto con su padre y su hermano, hasta que fue a probar suerte a Madrid, donde inició toda una vida profesional -complementada con sus quehaceres en el campo los fines de semana-, en la que fue progresando rápidamente y alcanzando grandes logros, además de ampliando considerablemente su círculo social y de amistades que, al igual que en el pueblo, le apreciaban, admiraban y, sobre todo, le querían. Resultaba muy fácil quererle, sin ninguna duda, y me consta que somos muchos los que nos contamos entre sus amigos.
Pasó su vida «a caballo» entre el campo y la ciudad, pero jamás se desligó de su pueblo y mucho menos de su gente. Por eso es un genuino «personaje serrano».
En los últimos años, además, fue concejal en su municipio y trabajó con ilusión y ahínco para conseguir lo que se necesitaba, proyectando en el desarrollo de esta tarea su carácter amable, conciliador y cercano con todos y cada uno de los que trabajaron con él, así como con todos los que le proponían necesidades o sugerencias para llevar a cabo, pensaran o no de su misma manera.
Este rasgo de afabilidad, junto con su amplia y ya eterna sonrisa eran la muestra de su continua actitud de acogimiento, que le caracterizaba, y que todos los que estábamos en su despedida destacamos. Es lo que nos deja como inestimable legado, junto con su capacidad de sacrificio, esfuerzo y trabajo. De otro modo no hubiera podido compaginar sus tan diferentes dos mundos, rural y urbano, de la forma en que lo hizo.
Conocía el campo y el pueblo como nadie, los secretos de la huerta y las particularidades de las vacas y los bueyes. Respetaba a sus mayores de una forma admirable y se ocupó de que las tradiciones no se perdieran, porque sabía muy bien dónde estaban sus raíces y lo que significaba amarlas y mantenerlas.
Frase hecha pero… «AMIGO de sus amigos». Con mayúsculas, sí. Su generosidad en la amistad no tenía límites. Siempre estaba cuando y para lo que se le necesitase. Siempre. Y su porte de caballero a la antigua, le hacía tener inculcado un sentido del respeto y de la cordialidad que pocas veces se encuentra hoy en día. Respeto por las personas, fueran hombres o mujeres, niños o adultos. Respeto máximo por los mayores. Respeto por cuidar y preservar la Naturaleza. Respeto por su pueblo y por sus vecinos y vecinas… Gran Respeto que ahora trato de devolverle con estas palabras que se me quedan muy cortas.
Pudiera parecer que soy parte interesada y por eso no escribo más que halagos; pero siendo esto cierto en buena medida, creo que también hace honor a la objetividad y a la verdad. No había más que ver, para ello, el impresionante número de personas de diversas procedencias que desfilaron durante su despedida, y el dolor y silencio con el que todas ellas le dieron, le dimos, nuestro adiós. Además del borbotón de ramos de flores que adornaban y honraban la tierra en la que ya yace. Su tierra de la que ya es parte. La vuelta a sus raíces.
Y, como diría Chavela Vargas: «No sé qué tienen las flores, las flores del Campo Santo, que cuando las mueve el viento, parece que están llorando».
Hasta las flores lloraban, del vacío tan profundo e irreparable que nos deja.
Pero los que todavía seguimos en esta vida y hemos tenido el privilegio de conocerle, quererle, ser sus amigos y de que él haya formado parte de la nuestra, haremos todo lo posible para perpetuar su trabajo y los proyectos que tenía y quería para su pueblo y para su Sierra.
Pensamos y sentimos que es la mejor manera de rendirle el respeto y el homenaje que merece, y la forma que nos queda de que viva para siempre entre nosotros.
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