Carreteros y carros

Rafael de Frutos Brun

En nuestro título, deberíamos haber escrito «Carreteros y carros de vacas» porque es el carro del que hablaremos hoy. En Montejo nunca se han utilizado carros de mulas porque en el terreno y en los caminos de tierra no darían buen resultado. 

¿Cómo definimos el carro? Pues es un vehículo artesano de carga, de tracción animal, lento, con armazón de hierro y madera construidos por auténticos maestros carreteros que nos han servido  para transportar mercancías y desplazados en la actualidad por tractores con sus grandes ruedas, su potencia y rapidez, además de la comodidad, que han llegando al campo bufando para quedarse y mandar a los carros a decorar jardines, plazas de pueblos y restaurantes. 

Aunque fue un vehículo lento (las vacas son lentas), cumplió su misión y ayudó mucho y fue provechoso para la faena agrícola. Con el carro se traía la leña, se acarreaban los cereales, se sacaba la basura a las tierras de siembra. En él se traía a los pajares la hierba, la paja y la ceba del invierno. En fin se utilizaba para todo. Creo que el carro de vacas y las vacas de yunta en la sierra merecen este recuerdo por los servicios  que han prestado y pienso que debo explicar cómo era el carro para que lo conozcan los jóvenes.

El carro está construido de hierro y madera, como dicho queda, pero utilizando más de lo segundo que de lo primero.

Se compone el carro de tres mástiles, dos cortos (laterales) y uno largo (central), unidos por «costillas» de madera de álamo negro, que forman un armazón llamado «escalera» sobre el que clavaban unos tablones, sin holgura alguna, que formaban la plataforma de carga, dotándola de una fortaleza total. 

Los dos mástiles laterales llevaban adosados en su parte exterior ocho «abarcones» de hierro cada uno, en forma semicircular, llamados «gatos», separados unos 50 cms. entre ellos para sujetar las ocho estacas que se colocaban para poder cargar el carro. El mástil central lleva un tentemozo a un metro de distancia por delante y otro por detrás y que sirven para estabilizar el carro cuando está aparcado y poder desenganchar la yunta. En ambos largueros laterales también se enganchan dos fuertes cadenas que sirven para frenar los carros en las pendientes y que no sufra la yunta el empuje de la carga por la inercia, se llaman «estrinques». Hay que tener en cuenta que las vacas mandan la fuerza y sujeción desde su cabeza (van uncidas por los cuernos) y sus cuatro patas y el esfuerzo es muy grande.

Ponemos un «resalvo» (árbol joven de roble) sujeto al «estrinque» en la parte delantera, que roza el cubo de la rueda, y que con una especie de garrucha se sujeta y aprieta al estrinque trasero y frena la rueda. Pues así la fuerza que tienen que hacer para sujetar el empuje con su cabeza e hincando las pezuñas es menor. Eso se llama «galga».

Ya tenemos la «escalera». Nos queda hablar del eje y las ruedas. El primero es un hierro cuadrado de aproximadamente un metro y medio, sujeto a la «escalara» con sendos «abarcones», esta vez cuadrados y más grandes, y con dos agujeros casi en la punta donde se metía el «murrión», un clavo gordo y plano, que impedía que las ruedas se salieran. 

Las ruedas constaban de tres partes. La primera era una «maza» central de madera maciza con un agujero encamisado por un aro metálico por el que se pasaba el eje y que quedaba sujeta con el «murrión». La segunda son los 14 radios equidistantes que partían de la «maza» y llegaban a la tercera parte que son las cuatro «pinas» de madera que con forma de arco creaban una circunferencia perfecta gracias al «cincho» de hierro, que a base de fuego, le daba la forma circular. Este «cincho» de hierro se sujetaba a las «pinas» con sendos clavos de herrero.

Y ya hemos completado el carro, pero ¿quiénes eran los carreteros? Pues Gregorio Hita,  Regino Sevillano, Manuel De Frutos, Eustasio Jaén, Mariano Hernán (El Turco) y supongo que alguno más. ¿Y dónde iban? Pues iban a Madrid, mejor dicho a Fuencarral, por caminos carreteros transportando unas veces patatas y otras carbón vegetal fabricado en los montes de Montejo. 

Hace falta ser trabajadores y valientes para uncir las vacas y salir hacia Fuencarral donde se tardaba dos días y medio en llegar. Las vacas había que soltarlas del yugo para que bebieran, comieran y descansaran. Contaba Regino que en un viaje una de las vacas, en la zona de Puentes Viejas, se puso de parto. La soltaron, parió, esperaron a que se «encalostrara la cría», la metieron en una «sera» y siguieron camino. De Fuencarral traían jabón (donde por lo visto había una fábrica) y todos los encargos que les hubieran hecho y que pudieran comprar.

Muchos de nuestros nietos no habrán visto un carro tirado por vacas. Uno de ellos me preguntó un día si los carros podían volcar. ¡Claro que volcaban! Sobre todo con la hierba, la paja o con los haces de la mies. Lo hacían normalmente cuando la carga era voluminosa. 

Entonces el nieto, con cara de susto, preguntó: -¿Y a las vacas qué las pasaba?-. Pues no las pasaba nada, quedaban paradas y de pie. El carro caía hacia un lateral y el «pértigo» que iba sujeto al yugo por los «dentejones» con una fuerte correa, llamada «enjulio», giraba sin que las vacas sufrieran daño  alguno. 

Todo lo dicho nos sirve para recordar a los carros y a los  carreteros. Bien merece que a estos antecesores de los vehículos a motor les dediquemos este recuerdo por su dedicación, su trabajo, su valor y su constancia.

Va por ellos.

Rafael de Frutos Brun

Montejo de la Sierra 

Octubre 2023

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