Rosa Ortega Serrano
Les sugiero que se relajen. No les voy a llorar por posibles resultados adversos en las elecciones, ¡ya serán historia! Ni siquiera voy a augurar un futuro desastroso si el resultado de estas no fuera satisfactorio para mí. Hoy voy a hablar de la felicidad y será Séneca el que haga los honores. Apenas mi capacidad dialéctica llega más allá de mi nariz y aunque mi osadía es inmensa, prefiero la5 compañía de aquellos que saben. Séneca nos dice en un delicioso librito sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad: “Todos (se refiere a sus conciudadanos) quieren vivir felices, pero andan a ciegas queriendo descubrir lo que hace feliz la vida. Y hasta tal extremo es difícil alcanzar la felicidad en la vida que, cuanto más rápido se dirige uno hacia ella, más se aleja si la vía es equivocada. Porque si va en sentido contrario, la misma velocidad produce una mayor distancia.”
Así que será preciso establecer primero qué queremos hacer con nuestras vidas, que como decía el poeta “son los ríos/ que van a dar en el mar, /que es el morir.” Imposible seguir, todos sabemos que Jorge Manrique se pone denso y nos va a llevar por los caminos de la justicia, el honor, el respeto y la muerte. Prefiero hablar de mar y de vacaciones, de gozar con las vistas tomando un refresco. Trasladémonos a la playa y desde allí disfrutemos de las vacaciones, la escapada o simplemente el deseo de estar en ese maravilloso lugar que nos haga felices.
“Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino que sea sólido, estable y más bello en su parte más secreta. Eso tenemos que descubrir” (dice SÉNECA) Por ejemplo, la costa de Cantabria, las playas volcánicas de Lanzarote o la luz plateada de Cádiz.
En consecuencia, y retomando el tema que no nos ocupa, pase lo que pase en este país, la búsqueda de la felicidad colectiva transita por conseguir un presente solidario con los jóvenes y los mayores, con nuestros vecinos, con las personas que pierden su casa, los que no la pierden porque no pueden tenerla y siguen viviendo con sus padres, los que no quieren perder derechos ni libertades, los que no se sienten súbditos de nadie ni de nada, aquellos que siempre defendieron la libertad y el libre pensamiento, en fin, aquellas personas que a veces nos gustan, otras nos disgustan pero siempre nos acompañan.
La felicidad, más que una emoción o una sensación, parece un dulce navideño, consumible solo una semana al año, empalagoso, adictivo, trasnochado, absurdo y solo a nuestro alcance en las películas. Pero felicidad, y no lo dice Séneca, es igual a salud, llegados a este punto o esta edad.
Feliz verano
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