Rafael de Frutos Brun.
Nada hay nada que dure menos que el tiempo presente, no se ve, ni se le oye, no se le puede detener, es intangible, inodoro e insípido. Un segundo del presente ya es pasado. Sabemos que existe y que esta permanente con nosotros y que nos sirve para separar la distancia de los hechos de un momento a otro.
He tenido este pensamiento a raíz de enterarme de la muerte de Celedonio y he vuelto la vista al pasado y recordado a una serie de personas que estuvieron por aquí, que fueron nuestros paisanos y que eso que llamamos tiempo los ha colocado ya en otro momento. La generación de los años treinta fuimos ubicados al final de una guerra, de muchos sufrimientos, muchas necesidades y no demasiadas ayudas para aquel momento. Sin embargo ante nuestros ojos tuvimos una baraja de hombres y mujeres que fueron nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros maestros, nuestros ídolos y nuestras muchas cosas.
Tal vez entonces no nos dimos demasiada cuenta por nuestra bisoñez de sus cualidades. Hoy, pasados más de setenta años, vemos las cosas desde otro prisma diferente y los añoramos o los recodamos y tratamos de elogiarlos con todo respeto.
Soy consciente que el escrito tal vez no lo lea nadie pero no importa, tengo ganas de escribirlo y cumplo, aunque llegue a manos que lo hagan un reboldujo y vaya a la papelera. Si no lo escribo ni reboldujo ni papelera.
Sabedor de que esto que estoy haciendo sólo tiene valor como curiosidad y recuerdo y ningún valor literario o histórico, quiero hacerlo y dividiré a todos en dos grupos. El primero a los nacidos entre el 1900 y el 1932 y el segundo a los nacidos después de 1932. Todas y todos fueron importantes en lo suyo como se verá.
A las personas del primer grupo ya les conocí mayores mientras que con los segundos ya llevo conviviendo con ellos más de 80 años.
Unos y otros merecen el respeto, el recuerdo, la admiración y el agradecimiento por haber sido ejemplo para todos y maestros altruistas que nos enseñaron todo lo que sabían, para que pudiéramos subsistir y vivir. Más de la mitad ya no están aquí. La baraja ha ido perdiendo cartas pero están su recuerdo, sus enseñanzas, sus consejos y eso no se olvida tan fácil. Sus lecciones fueron impartidas en tiempos difíciles de conocimientos, escasos de recursos y sólo estaba la agudeza rural para sacar a la tierra el producto que nos ofrecía la naturaleza.
Los tiempos han cambiado como de la noche al día. Algunos no lo dan importancia, otros dicen «esa canción ya me la sé». Pero lo que tal vez no sabes es que tu padre la tuvo que cantar y bailar y por eso tú hoy estás aquí y tienes tu casa, tu auto o moto, tu tele, dinero, tu trabajo y tu familia. «Lo que se escribe se puede leer» y «Lo que se puede leer es que está escrito».
Ellas y ellos fueron nuestros abuelos y abuelas, madres y padres, hermanos y hermanas, vecinas y paisanos, pero sobre todo fueron nuestros maestros y amigos. Sobre todo fueron auténticos autodidactas y enseñadores de todo lo que ellos sabían y su inteligencia les alcanzaba. Verdad es que tuvimos maestros que llamaban «de primeras letras» y de ellos aprendimos un tanto por ciento menor.
¡Qué cosa tan simple era una cesta de mimbre! Nos sirve en los pueblos como recipiente para recoger patatas, judías, traer hierba y comida para el ganado, pero ¿dónde las vendían? ¿En qué libro estaba escrito cómo hacerla? Y como la cesta la mayoría de los utensilios y oficios.
Aprendimos de todos estos artistas-artesanos que nos han precedido. Nos han convertido en labradores, arando, en esquiladores, esquilando, en carboneros, haciendo hornos. Hacer un yugo con un tronco de madera. A hacer la matanza, a tocar la guitarra, a herrar a una caballería, a cocer el pan, a todo, todo, todo lo necesario para subsistir y sin el móvil para poder consultarlo todo al instante.
Además, a todos aquellos a los que hoy rendimos este pequeño homenaje y recuerdo y agradecimiento les tocó de plano vivir tres años de contienda en sus pueblos donde lo más elemental escaseaba.
¿Se acuerda alguien de la cartilla de racionamiento? ¿Y del Estraperlo? ¿Y del coche de línea con gasógeno? ¿Y de las liendres? Y de tantas cosas olvidadas.
Queridos amigos que habéis llegado leyendo hasta este renglón, tal vez ahora se comprende mejor porque hemos querido hacer esta alabanza para los que ya no están. ¡Cada uno cuenta cómo le fue en la feria! Y los pueblos pequeños y lejanos tuvieron la suya.
Rafael de Frutos Brun.
Montejo de la Sierra
Junio 2023.
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