Si el odio. El odio es la peor enfermedad y más grave de la Humanidad. Esta enfermedad se engendra, regenera y se distribuye por la misma Humanidad, que según manifiesta en muchas ocasiones está en contra de ella; pero no hace nada por que no se reproduzca. Muy por el contrario aviva con inusitada fuerza para que siga creciendo y multiplicándose y le importa una mierda sus consecuencias. Graves y mucho por cierto.
El odio es el abono que hace crecer toda la maldad que el ser ¿humano? Es capaz de crear y, es mucha. Tanta como para hacer que pueblos que viven juntos, que trabajan juntos, que su vida cotidiana la desarrollan desde el respeto e incluso cariño, acaben matándose los unos a los otros, porque un sobrado de padres diga o haga creer que los de la acera de la derecha son mejores que los de la izquierda o viceversa. De esta forma llevamos destruyéndonos desde los principios de nuestra existencia.
Podría ser “entendible” que los primeros años de nuestra existencia, sin el desarrollo de materia gris entre occipitales de los primeros pobladores del planeta, se mataran por un Mamut, pero, que a lo largo de los siglos no hayamos sido capaces de eliminar el odio de nuestras vidas, dice muy poco bueno de nosotros.
El odio es el creador de banderas, de territorios, de armas cada vez más sofisticadas para destruir esas banderas y esos territorios y con ellos a sus pobladores, para vanagloria de sus destructores, pero vamos, que tampoco hay que tener armas de destrucción masiva para acabar con el vecino. Un chispa de ideología o de religión y ya tenemos “función”. Se nubla el cerebro, en algunos casos está en perpetua oscuridad. Salta una chispa que enciende la sangre de los ojos y, a matar que son dos días. Pero ¿quién mata? o ¿quién se mata? ¿el que tiene el cerebro nublado? NO. Esa parte no entra en sus planes. Ese tiene mucho odio en el cuerpo y tiene que repartirlo y para eso, que mejor que tener unas almas cándidas a las que manejar hábilmente, con mensajes de grandeza y formidables estipendios para todos. He aquí la fórmula para que su odio sea repartido, cual pandemia virulenta, y una vez que haya vencedores y vencidos, apuntarse la victoria, en la que sus acólitos remataran la faena y le subirán a un altar para adorarle.
La llama del odio no se apaga, aunque no la veamos porque no hace humo, ni huele para poderla detectar, está siempre viva. Pueden pasar algunos años sin que haya que lamentar fracturas en la sociedad, pero bastará que a algún egoísta piense que no tiene bastante, y por ello busque los resquicios de la sociedad, para inocular una buena dosis de odio y volver a empezar.
Somos capaces de crear vacunas contra muchas enfermedades, pero para esta, no existe ni existirá ninguna vacuna que acabe con ella, porque no vende, no interesa. Lo importante de verdad, es que sigamos creyéndonos mejores que los otros, porque es lo que nos inoculan, para que sigamos odiándonos y matándonos sin saber por qué…pero ellos si lo saben, porque son dioses y como tales estás sobrados de padres.
Luis Fco. Durán Carretero.
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