Rosa Ortega Serrano
Comienza un nuevo curso y se renueva la vida. No es enero, ni tenemos que hacer promesas de felicidad para comenzar el año, simplemente hay que invertir en entusiasmo, gastos para conseguir libros, mochilas, ropa deportiva y en el caso de los niños volver al lugar que los adultos quieren convertir en su nuevo hogar. Pasan horas y horas en la escuela: escolares, extraescolares, primeros del cole, últimos del cole. Acaban agotados de esas paredes de ladrillo rojo, rojo visto, blanco pintado de blanco, con mesas individuales o bancos corridos.
Necesitan el afecto de la familia, la alegría de pasear, jugar, vivir a diario con personas cercanas, distintas a las que ven y tratan en su extensísima jornada escolar. Necesitan ser educados por sus padres, amigos, contexto. La conciliación es cosa de adultos: empresas y trabajadores, gobierno y patronal, reyes y súbditos.
Todos: adultos y adultas juntos para resolver cuántas horas para trabajar y cuántas para organizarse el resto de la vida.
¿Se quedarán los niños y las niñas 12 horas al día, 5 días de la semana, 12 meses del año, en el recinto del colegio? ¿Quién debe velar porque esto no sea así? Veremos.
Otro tema de máxima actualidad es la sanidad pública. Mi madre siempre decía: “Hija yo no necesito nada, teniendo mi casa, la pensión y el médico asegurado, pase lo que pase, puedo vivir tranquila”. Nosotros sufrimos listas de espera, cambios de médicos constantes, carencia de médicos por negligencia administrativa. Instalaciones mermadas, sanidad no universal.
Nuestros hijos y nietos (si el planeta se lo permite) vivirán una situación mucho más complicada, a pesar de lo cual la medicina y la salud habrá evolucionado tanto que seguro que serán más longevos. Esto que parece una ingenuidad, pretende ser un rasgo del optimismo y también un deseo de que toda la vida va a ir a mejor en este nuevo curso (año electoral), que acaba de comenzar.
Con lo que no soy optimista es con el tema del control administrativo de las residencias. Después de lo vivido en la pandemia y de lo que nos dice el sentido de la colectividad, el espíritu social o las creencias religiosas, seguimos igual. Pero, ¡vamos a ver!, aunque solo sea por egoísmo evidente, si todos o al menos los más afortunados van a ser algún día ancianos dependientes, en casas o en residencias, ¿por qué no dejarse de bobadas políticas y empezar a construir ciudades, edificios, habitaciones y atenciones dignas y generosas para las personas dependientes y/o ancianas?
Dice Manuel Vilas (UNA SOLA VIDA. Editorial Lumen 2022):
“Cualquier cosa tiene más sentido en este mundo que escribir poesía: arrojar piedras a un río, mirar el sol, respirar, no hacer nada, dormir, subirse a un árbol, mentir, odiar, morir, llorar, matar una mosca vieja que a duras penas levanta el vuelo, sufrir, enamorarse, ser correspondido, no serlo, perderse en el mar, ahogarse, comprar en una tienda una chocolatina, comerse una mandarina con la mirada ausente, hacer el ridículo, ser humillado, humillar, matar un pavo para Navidad con un cuchillo Arcos comprado en Amazon, conducir un cortacésped por una autopista, saludar a los muertos como si estuvieran vivos, arreglar el tejado de la casa de tus abuelos, decepcionar, pagar a Hacienda, tirar la basura a un contenedor, comprarte un avión, aprender a tocar una trompeta, usar desesperadamente demasiada lejía para lavar el váter, rezarle a Dios, afiliarse al Partido Comunista de España, ducharte, buscar un zapatero para que te arregle los zapatos más viejos del mundo, hospedarte por dos mil trescientos euros la noche en una suite del Four Seasons de la calle Sevilla de Madrid, desaparecer, borrar tu nombre de todos los registros civiles del estado español, hacerte inmensamente rico, empobrecerte, pedir limosna en una esquina, desvanecerte en la Gran Vía madrileña como si no hubieses sido sino una ilusión óptica, cualquier cosa tiene más sentido que este oficio de escribir poesía, el misterioso oficio que el azar y el tiempo encomendaron a unos pocos y desdichados seres humanos entre los que no quiero contarme.”
Añadiría que lo que sí que tiene sentido en este mundo, es seguir hablando y peleando por la escuela, la mejora de las residencias y la sanidad pública.
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