AVES DE LA SIERRA NORTE. LA LAVANDERA CASCADEÑA

Las lavanderas son aves cuya fisonomía es de aspecto horizontal, como paralelas al suelo. Hace ya algún tiempo escribí sobre la más común, presente también en los pueblos, especialmente en invierno, la blanca, también conocida como “pajarita de las nieves”. Hoy vamos a hablar de otra especie de lavandera, la considerada como más estilizada de las tres que existen en nuestro país, la Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea). Será avistada casi siempre en zonas fluviales, de ahí su nombre. También puede localizarse en poblaciones pero siempre en los ríos, charcas o pantanos. 

Luce amarillo en la zona ventral, que contrasta con gris pizarra en la zona dorsal y con su cola negra. Sus dimensiones son unos 19 cm de longitud y algo más de 25 de envergadura. La cola es la más larga de todas las lavanderas con unos 9 cm y la mueve constantemente; aunque es negra tiene plumas rectrices externas blancas. Las alas también negras pero con una estrecha banda blanca en el medio. El pico negro y las patas rojizo pálido, el obispillo amarillo. La cabeza del mismo color gris ceniza que el dorso, con dos líneas blancas bien diferenciadas en la ceja y garganta; estas líneas contrastan más en época estival en los machos, ya que la garganta y babero se tornan negros. En invierno la garganta es más blanquecina, así como el vientre, con tono amarillo muy claro. Por tanto, el dimorfismo sexual se aprecia mejor en la época de celo, en la que diferenciamos al macho por su garganta y babero negros y además en la hembra el vientre es de un amarillo más apagado, similar a los jóvenes (ilustraciones).

La cascadeña se encuentra en todas las cadenas montañosas de la Península, bien distribuida; ausente como reproductora en ambas mesetas, el sureste, la costa mediterránea y los valles de los grandes ríos, donde solo las podremos encontrar en invierno ya que, aunque no vengan un gran número de ejemplares, también es una especie migradora parcial. Me refiero a la subespecie cinerea; en las islas Canarias existe otra subespecie, la canariensis, que reside en La Palma, Tenerife, Gran Canaria y La Gomera; en el resto de las islas se encuentra como invernante. 

De vuelo ondulado, su reclamo es como un “tsiv-tsiv”, fuerte y agudo. Nidifica desde el nivel del mar a los dos mil metros de altitud. Su alimentación se basa en pequeños insectos acuáticos y terrestres, además de sus larvas: mosquitos, moscas, escarabajos y efímeras, principalmente. Suele ser un ave solitaria, sobre todo en época reproductora. Cerca del agua con el tintineo continuo de su cola, cuando camina lo hace en pequeños saltos y con la cabeza hacia delante. Durante los meses fríos pueden formar pequeños grupos y juntarse en algún dormidero. 

Llegada la época de la reproducción, desde finales de febrero hasta mediados de marzo, los individuos invernantes habrán regresado a latitudes más norteñas y solo se observará en zonas montañosas, como en nuestra sierra. Es entonces cuando muestra su carácter territorial, ocupando las parejas tramos de río que pueden llegar o incluso sobrepasar el kilómetro. El nido suelen emplazarlo en huecos entre las rocas, taludes, puentes, muros, etc. siempre cerca del agua. No tiene problema para utilizar nidos de otros años o, más frecuentemente aprovechar materiales de estos nidos o de los de otras especies como mirlo acuático. La hembra se encarga de la construcción de este, realizándolo en forma de copa, compuesto de fina hierba seca, pequeños tallos, raicillas y musgo,…, revestido interiormente por pelo y crines. El macho  colabora en menor medida pero está presente al lado de ella durante esta etapa. La puesta consta de cuatro a seis huevos que serán incubados por ella la mayor parte del tiempo, con algún que otro relevo de él. Por tanto, la tarea de construcción e incubación no recae exclusivamente en la hembra, como en otras especies de aves. Incubados durante 12-13 días, eclosionarán los huevos. Los pollos serán alimentados por ambos adultos con gusanos, insectos y larvas; volarán a los 11-14 días aunque seguirán con la ceba -fuera del nido- una semana más. Esta especie efectúa dos puestas anuales, a veces tres, dependiendo del lugar en que críe y sus condiciones climáticas: en zonas de alta montaña una o dos puestas cada temporada; en altitudes medias o bajas dos y frecuentemente tres.

La Lavandera cascadeña no está especialmente amenazada. Le afecta la destrucción de hábitat en los cursos de agua, debido a canalizaciones, deforestación de vegetación riparia, contaminación de las aguas, etc. Catalogada como “De interés especial” debemos protegerla, ya que si se encuentra en buen estado será un bioindicador que ejemplificará la buena salud de nuestros ríos, fundamental para nuestra supervivencia y la de todos los seres vivos. 

Miguel Ángel Granado

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