RELEVO EN EL PAULAR

Los monjes benedictinos de El Paular despiden el día con el rezo de Completas. Es una oración sencilla y discreta justo antes del descanso nocturno con la que concluye el oficio divino y que hoy estará siendo entonada con particular melancolía y emocionado recogimiento por el P. Miguel Muñoz que, tras dieciocho años de servicio y por razones de edad, acaba de cesar como Prior.

Formar parte del Priologio de El Paular es un privilegio reservado a muy pocos; el P. Miguel Muñoz Vila ha sido el sexto en los últimos sesenta y ocho años del monasterio. Han pasado casi cuarenta años desde que profesara en El Paular y la huella que deja es imborrable. Paciencia y discreción siempre le han distinguido en el trato y, como buen benedictino, profundo conocedor del efecto espiritual que proporcionan humildad, prudencia y modestia.

El P. Miguel ha sido un prior alegre, comunicativo, cercano, de palabra y trato fácil, conocedor de que la sencillez y la naturalidad también encierran belleza pero, sobre todo, un padre volcado en el bienestar, estabilidad y progreso espiritual de su comunidad de monjes. A los tiempos recios que le ha tocado vivir en El Paular, que han sido más de uno, siempre ha respondido con audacia de profeta, siendo más amigo de Dios y con total fidelidad a la Regla. 

Durante su larga estancia en El Paular ha cultivado sin desmayo la belleza de la liturgia haciendo que los ritos litúrgicos resplandecieran por su noble simplicidad. Preparativos de solemnidades, vestidos litúrgicos, música, cantos, himnos, ceremonias y una gran variedad de gestos conforman un conjunto de elementos a los que el P. Miguel se ha entregado con denuedo para que quienes le hemos acompañado pudiéramos percibir lo sublime en lo cotidiano.

Antes de entregar la llave y el sello de El Paular, el P. Miguel también ha tenido tiempo de experimentar la íntima satisfacción de haber contribuido a formar presbíteros y nuevos monjes para su comunidad en un momento de escasez vocacional.

El P. Joaquín Cruz, que hace algo más de veinte años abrazó ilusionadamente la vida monástica en El Paular, toma el relevo y pronto comprobaremos los resultados de su tarea pastoral para la que no le faltarán ayudas, entre ellas la mía y la de mi familia.

Alfredo Aza.

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