Es madrileño de nacimiento, aunque vive en la Sierra desde hace más de diez años. Ingeniero de formación, decidió hacer de su gran pasión también su trabajo.En volar ha invertido gran parte de su vida, compitiendo a alto nivel en Mundiales y Europeos con la Selección Española de Parapente. Por eso, hace ya casi cuatro años emprendió con la idea «De nube a nube» una empresa de turismo activo y de aventura y una escuela de formación que giran alrededor del parapente. Tienen su sede en el local de Miraflores y centros de vuelo en Lozoya y Arcones.
¿Cuando empezaste a volar?
Hará unos 25 años. Eramos un grupo de montañeros. De repente apareció una forma de bajar volando de las montañas a las que nos subíamos y nos pareció una idea fascinante, así que hicimos un curso y nos pusimos a ello. En aquel momento, el parapente acababa de empezar, estaba muy poco evolucionado. Antes solo lo usábamos para bajar. Ahora somos capaces de quedarnos en el aire, aprovechando las térmicas, igual que las aves rapaces. Y permanecer durante horas y hacer muchos kilómetros. En estos años, hemos aprendido mucho de la aerología. Entre todos hemos hecho una gran exploración del aire. Ahora sabemos más y es más seguro.
Y es tremendamente sencillo, con un artefacto que te cabe en una mochila, que inflas hasta convertirlo en cometa y que usas para avanzar en una pendiente, en el típico mirador. De esta forma hemos cumplido el sueño de volar.
¿Qué se siente cuando vuelas?
La primera vez que lo pruebas es muy emocionante. Es algo desconocido. Al fin y al cabo somos animales preparados para tener los pies en el suelo. Lo primero que sientes es una emoción. Luego sientes que flotas y te desplazas por el aire, que puedes ir donde quieres volando. Y de repente se abre una nueva perspectiva, una visión diferente de la naturaleza que te rodea. Se ven las cosas pequeñitas… Es una emoción intensa.
Luego, con el tiempo, cuando sigues volando, la emoción es diferente. Se convierte en pasión, en algo que engancha y necesitas. Necesitas volar y sentir la naturaleza pegada a ti de esa forma tan intensa.
¿Cualquiera puede volar?
Si. Es muy fácil. La maravilla del parapente es su sencillez. Es la forma de volar más lenta, así que también es la más fácil. En cuatro o cinco días ya se puede volar solo. Primero hacemos una sesión de entrenamiento, de familiarización con el parapente. En esta sesión so se vuela pero se aprende como hacerlo. Luego vuelas varios días en un biplaza, con un instructor que te mostrará técnicas y formas y por último haremos una suelta en condiciones aerológicas sencillas. Hacemos diferentes cursos de iniciación, porque en nuestras zonas de vuelo tenemos 12 zonas de despegue diferente. La sierra del Guadarrama es un lugar privilegiado para volar en parapente.
¿Y no es peligroso?
La gente va a 120 km/h en su coche y a nadie le parece peligroso… Si se lo contáramos a nuestros bisabuelos les parecería algo increíble. Al igual que con los coches, con los parapentes tenemos una tecnología que ha evolucionado muchísimo. Conocemos más el aire, conocemos zonas de vuelo con sus planes y circuitos. Tenemos técnicas, procedimientos y normas. De hecho, la tasa de accidentes es muy baja a pesar de los miles de pilotos que hay en el mundo.
¿ Y que tal funciona vuestra iniciativa?
Montamos la empresa hace tres años justo en plena crisis. Sin embargo no nos va mal, no dejamos de crecer y de innovar, poco a poco, pero en el buen camino. Nos ayudo que no partíamos de cero. Porque teníamos un prestigio en el mundo del parapente y conocimientos previos en el mundo de la empresa.
Siempre hemos creído que tenemos que sumar en el entorno. Compartir y entendernos con aquellos con quienes compartimos recursos. Desde los ganaderos, con los que compartimos espacios, a los restauradores o alojamientos. De hecho, en nuestra página web estamos generando un programa de reservas para que quienes vengan a volar y quieran, puedan elegir también donde quedarse a dormir o a comer.
Y nos gustaría también que nuestra empresa contribuya al desarrollo integral de la Sierra, no solo desde el turismo, también desde otros ámbitos. Por ejemplo, acabamos de formar a veinte instructores de vuelo.
¿Os habéis encontrado muchas trabas para desarrollar vuestros proyectos?
Nadie nos a apoyado a nivel económico. Y ojo, que no estoy diciendo que para montar una empresa te tengan que dar una subvención. Tampoco hay crédito… Da la sensación que cuando tienes una idea, los que te rodean, desde las gentes del sector, hasta la administración, desde la más pequeña a la más grande, quieren repartirse un pastel que ni siquiera has empezado a cocinar…
Pero seguimos creyendo en la idea de sumar, asociarnos, compartir territorio y recursos. Porque la Sierra es un lugar difícil para montar una empresa, no hay tejido empresarial ni de consumidores.
Y luego está la normativa… No contamos con una normativa específica. No nos dicen lo que no podemos hacer, pero tampoco nos dan licencias. El parapente es algo joven, desconocido para la administración. Nos están aplicando una normativa diseñada para avionetas a motor y eso es una salvajada. No tenemos nada que ver, porque ni el impacto ni el comportamiento es el mismo.
No se nos ocurre acercarnos a lugares de nidificación. Y en el aire, compartimos el espacio con las aves rapaces, porque compartimos el mismo código, el mismo lenguaje de vuelo libre.
Cuando volamos al lado de los buitres, no se asustan, nos observan y nos miran con curiosidad, como se miran entre ellos para girar por las mismas corrientes.
Por eso nos duele cuando se habla con desconocimiento. Tenemos una alta conciencia ecológica.
Amamos el aire y lo cuidamos.
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