José Béjar- Rascafría
Vamos a seguir hablando de impuestos para ver si conseguimos sonrojar a algún consistorio y les hacemos ver quien les eligen y hacia dónde tienen que mirar cuando se trata de la indefensión ciudadana ante de las monstruosidades estatales.
Hoy toca el I.B.I. Ese impuesto directo que alimenta en buena cuantía el estómago de nuestros ayuntamientos y que supone la puesta de huevos de oro, de esa gallina tan prolífica y rentable. Estamos en unas fechas próximas al cobro.
Como todos sabemos, es un tributo obligatorio que recae sobre las personas físicas o entidades que poseen bienes de naturaleza urbana y rústica. Su cobro es anual y se devenga cada 31 de Diciembre-
La ponencia de valores depende del acuerdo entre el ministerio de hacienda (delegación del catastro) y de los ayuntamientos afectados. Los tipos dependen de estos últimos, entre unos baremos porcentuales que van del mínimo del 0,4 hasta un máximo del 1,3 en los terrenos urbanos, que son los que vamos a comentar.
Algunos ayuntamientos, los más sensibles y algo sensatos, ante la incapacidad de sus gobernantes para negociar y ajustar los valores catastrales al momento actual, han asumido cierta responsabilidad bajando al mínimo el tipo impositivo, es decir, al 0,4 que le marca la ley. Han visto que los valores aprobados del 2000 al 2012, que rigen todavía en su municipio, doblan el valor que deberían tener hoy a éstos puntuales efectos.
Ejem: Un valor de 100.000 euros en 2005, hoy supondría uno de 50.000 y multiplicado por el coeficiente sin actualizar supondría la mitad del impuesto a pagar.
La mayoría de nuestros pueblos serranos sufren, lo que se ha venido en llamar, los efectos de la España “vaciada”, con multitud de viviendas y terrenos en venta, con unos precios que, más bien, parecen saldos de liquidación y que corresponderían a épocas de mediados del pasado siglo.
Por otra parte, nuestros consistorios, están habilitados para bonificar este impuesto en determinados casos, entre los que se encuentra los grupos de inmuebles con características especiales. Hay otros apartados bonificados que también se deberían molestar en leer.
“Los ayuntamientos, mediante ordenanza, podrán regular una bonificación de hasta el 90% a favor de cada grupo de bienes inmuebles de características especiales. La ordenanza deberá especificar la duración, cuantía anual y demás aspectos sustantivos y formales relativos a esta bonificación. (Artículo 74 apartado 6. del real decreto).”
Y cito este apartado del artículo para que nuestros sesudos mandatarios, de una vez por todas, repasen, se lean las diferentes sentencias sobre este asunto y asuman sus responsabilidades sobre los escarnios que están produciendo los I.B.I.S de los solares con estudios de detalle de por medio. Solares que están sin desarrollar, algunos con más de treinta años de antigüedad y que en su día fueron “obligados” a aceptar el desaguisado por los enteradillos de turno, otrora concejales y alcaldes “listillos y aventajados”, los cuales se dejaron colocar estas figuras en nuestros planes de ordenación o normas subsidiarias. Algunos los recurrimos, pero pasaron de nosotros, tratándonos de pardillos y paletos. Aquellos nos metieron en sus barros y hoy hemos acabado en nuestros propios lodos.
Esos mismos ayuntamientos, que durante años, viendo como se inflaba su caja por el chollo que habían conseguido, se liaron la manta a su cabeza disparando el gasto sin control y derrochando todo lo ingresado.
Metidos en obras y fiestas, que no eran de guardar, fundieron nuestro dinero sin ningún miramiento, y claro, endeudados hasta las cejas, el único recurso compensatorio era mantener, a lo largo del tiempo, los impuestos en los mismos niveles, aunque fueran los años de sequía y crisis en el sector inmobiliario.
Así, con subvenciones e ingresos extras, siguen sin enterarse de que posteriormente a cualquier obra terminada se corre con los gastos de mantenimiento. Se hicieron y prosiguen erre que erre con inauguraciones de polideportivos, piscinas, campos de fútbol, canchas de pádel y tenis y hasta rocódromos y con lucubraciones de campos de golf en pueblos dónde difícilmente se juntaban dos niños, y menos que les interesara el deporte.
Se organizaron fiestas, animadas por concejales jaraneros, que suponían hasta el 10% del presupuesto y entendieron que era poco los dos o tres días que siempre han durado, convirtiéndolas en semanas grandes sin ninguna tradición y sin otro acontecimiento que no fuese el jaleo, la movida y el botellón. Todo al más estilo años ochenta y las proclamas de aquel alcalde de Madrid, el sin espíritu, que incitaba al “colocamiento”, al libertinaje, al desorden, al botellón y al no me da la gana. Competían entre ellos por traer a su pueblo la orquesta más cara y sacar todas las barras posibles de cerveza y alcohol, pagando cantidades desorbitadas de dinero público por ver “quien la tenía más grande”.
(Todo esto, en algunos cabildos es un suponer, pues tienen ciego su portal de trasparencia y aunque solicites por escrito el último presupuesto o detalle de gastos, dan la callada por respuesta)
Alcaldes, vuestro puesto no sólo requiere aptitud para gestionar, que también, os obliga a buscar fórmulas para proporcionar y hacer más agradable la vida y costumbres de vuestro administrados.
Mesura, regidores, que la teta de la vaca se está secando y la poca leche del ordeño ya sale agria.
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