Pedro Montoya
Esta crisis que tenemos encima, siempre la recordaremos como un antes y un después en nuestra forma de vida, trabajo y relaciones sociales. Cuando nos preocupa un colectivo social, vemos el pasado y el presente de discapacitados, mayores, niños, adolescentes, parados, etc. Aquellos comprendidos entre los 35 y 50 años de edad, parece que estuvieran instalados en un periodo de felicidad. No son objeto de ningún análisis socioeconómico. Este intervalo de edad cuenta con 11.564.000 personas y representa el 24,53 % de la población española, sin ninguna duda representan el potencial de trabajo actual, por encima de otros tramos de edades.
A ellos va dirigido este artículo, en especial a los que tienen trabajos dependientes que apremiados por el día a día, todavía no sienten la necesidad de pensar en su plan de jubilación, en el futuro de sus padres, en su salud, en su plan de ahorro, y además suelen pensar que, aprovechando una muy buena formación, su línea de progreso profesional nunca va a cambiar de signo.
Cuántas veces hemos visto, sorprendidos, a un conocido de cierta edad que pierde su trabajo simplemente porque la empresa donde trabajaba fue adquirida, fusionada o en entrado en concurso de acreedores. Y su puesto amortizado. Nunca se preparó para afrontar esta situación por estar demasiado ocupado con su quehacer diario, en sacar la empresa de otros adelante, llegando a pensar que era suya.
No sé cuál será ni el momento ni la razón de la salida de la empresa a la que estáis vinculados, pero seguro que ocurrirá. Lo que sí parece cierto es que, dado que nuestra esperanza de vida está llegando a los 85 años, os van a quedar muchos años por delante que debéis planificar, para poder seguir viviendo con la misma calidad que hasta ahora.
Hoy, en España, el 57% de los ejecutivos entre 55 y 64 años está sin empleo, y el 70% de ellos lleva más de un año desempleado. El número de parados mayores de 55 años se ha duplicado en los últimos 10 años y antes de la crisis del Covid-19 era ya superior al medio millón. Mejor no reflejar las expectativas.
Pero el principal problema de esta situación, no es tanto el hecho en sí mismo, de que un colectivo de seniors, cada vez más numeroso, esté sin trabajo, sino que a la generación afectada no se nos preparó para ello.
Cuando los sesentones actuales teníamos vuestra edad, el trabajo tenía un único objetivo que era el largo plazo. Colocábamos el ahorro en el banco al 10%, uno sabía cuándo, cómo y cuánto iba a cobrar al jubilarse y a qué se iba a dedicar los años de retiro. Nos incorporábamos a una empresa, a la que éramos leales y a cambio recibíamos un puesto de trabajo de por vida. El trabajo tenía un único objetivo en el largo plazo: servir a la familia y establecer el ahorro predecible con el que terminar al jubilarse Teníamos una esperanza de vida de 75 años, con lo que el periodo de jubilación era relativamente corto. En aquel momento no más de 10 años. Hoy esa esperanza de vida es de 10 años más, la rentabilidad de los ahorros depositados en el banco es nula, el trabajo de por vida en una empresa prácticamente no existe y el plan de jubilación veremos lo que dura.
En este momento, nadie es capaz de prever por donde irá el futuro. Esta circunstancia hace que se disuelvan, aún más, los vínculos de confianza y compromiso. Por lógica, cuestiona la lealtad de la empresa hacia el empleado y del empleado hacia la empresa.
Cuando inesperadamente te quedas sin empleo, el prototipo del ahora desempleado, es alguien que dispone de algunos ahorros probablemente colocados en bolsa (con el riesgo que ello comporta), recibe una cierta indemnización, cada vez menor, ha invertido en un pequeño apartamento, hipotecado 15 años más, dispone de un plan de pensiones y paga o pagara una parte de la residencia de sus padres. Todo ello le servirá para reubicarse en los próximos años, pero lejos de mantener el nivel de vida actual hasta los 90 años y teniendo en cuenta la distribución de los 12 grupos que componen el IPC, en 2018 nos gastamos:
Alimentación y bebidas no alcohólicas 19,42 %
Transportes 14,74 %
Vivienda 13,38 %
Hoteles, cafés y restaurantes 12,34 %
Ocio 8,60 %
Enseñanza 1,67 %
Etc.
Sin entrar en la razonabilidad del gasto ni en su imprescindibilidad mayor o menor, hay que aprovechar estos momentos de confinamiento, que el Covid-19 nos ofrece, para reflexionar, para pensar en el futuro y para ver que está habiendo un cambio en nuestra forma de vivir y un cambio de paradigma en nuestra forma de trabajar e inevitablemente en nuestra forma de consumir y que, según cómo lo llevéis a cabo, condicionará la última etapa de vuestras vidas.
En el futuro próximo podréis encontraros en la tesitura de tener que buscar otro trabajo, posiblemente no acorde a vuestra experiencia y salario anterior o bien, mientras os dura el trabajo actual, iros entrenando en una actividad de autónomos o empresarios. Porque si hoy el 57% de aquellos que tienen más de 55 años está sin empleo, si incluyéramos el efecto del resultado de los ERTES presentados a la fecha de hoy saldría un resultado preocupante. Cuando lleguéis a esa edad debéis tener por seguro que ese porcentaje habrá aumentado y los años de referencia quizás habrán disminuido.
Decía unos párrafos más arriba, que a los de nuestra generación no se nos preparo para esto, ahora se da la misma situación. Los que entraron en el mundo laboral hace 12 años hoy tienen menos de 35 años y han sufrido el aprendizaje de la inestabilidad y los contratos de trabajos múltiples y precarios en un mismo año, no será nuevo para ellos. Los que hoy tienen mas de 50 años y cuanto mas cerca de los 55, un número mayor esta fuera del mercado laboral, unos en paro, otros con jubilaciones anticipadas, prejubilación etc. esperan seguir cobrando la jubilación y será un segmento protegido por la administración como hasta ahora. Los mayores de 65 están recogiendo los frutos de lo que trabajaron y no gastaron.
El potencial de fuerza de trabajo esta centrado en el segmento de los 35 a 50 años y todas las oportunidades de emprendimiento pasara por ellos, serán tenidos en cuenta por el Estado como un colectivo al que hay que proteger, ayudar, motivar, siendo previsiblemente los más perjudicados, serán los mas beneficiados si dan rienda suelta a su iniciativa.
¿Donde? Necesariamente tendremos que volver a sectores tradicionales, desarrollados con tecnología actual, sector primario, (la agricultura, la ganadería, la apicultura, la acuicultura, la pesca, la minería, la silvicultura y la explotación forestal). El sector de alimentación, pasará a ocupar un lugar fundamental, con una disminución de la gama de productos, subida de precios por la escasez y basado en productos de proximidad y temporada. En 2018 una tercera parte de la cesta de la compra era productos frescos que crecieron en precio un 4,8%. Este dato acentúa la tendencia vista en 2017, cuando los precios se incrementaron un 2,8%. Las subidas más notables fueron en frutas, un 9,3%; y en huevos, un 7,6% más que en 2017 y su consumo aumentó un 2%.
Hoy, con las nuevas tecnologías y la liquidez existente en el mercado a tipos de interés tan bajos, unido a las ayudas al emprendimiento que obligatoriamente tendrá que sacar el gobierno, se pueden iniciar muchos desarrollos de actividad, sin necesidad de arriesgar patrimonio. Lo que hace falta es creatividad, ingenio y dedicación. La barrera económica de entrada es muy baja. . Hay que proponérselo. No es cuestión de dinero, sino de talento. El dinero se encuentra, el talento se forma. El plan alternativo era una necesidad antes de esta pandemia, no podemos competir en costes de producción con otros, pero podemos hacerlo en calidad, en proximidad y frescura, pero sobre todo por los efectos de la desglobalización y por el cambio de mentalidad del ciudadano dando valor a lo propio. Lo que ve nacer y criarse.
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