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Los botes de pintura ya están vacios, no me queda disolvente, la tijera de podar está mellada y los restos guillotinados se acumulan sin que pueda deshacerme de ellos, la hierba no crece lo suficiente para volver a pasar la cortacésped, tengo dos novelas entre manos que no me llenan demasiado, recorro insistentemente la parcela como lo haría en el jardín de un frenopático,… y es entonces cuando rebrota el Árcade* que habita mi interior.
La aparición de la pandemia del Covid19 ha colocado a la humanidad frente a un espejo que devuelve la imagen de un muro de contradicciones. El arrogante sapiens, orgulloso de sus logros en el conocimiento y dominio de la naturaleza, se enfrenta al desconcierto de verse arrinconado por un microorganismo.
Distintas civilizaciones han sufrido epidemias a lo largo de la historia pero muchas eran explicadas como castigos de origen divino. A medida que la ciencia iba demostrando la innecesaria presencia de un Creador para explicar nuestra existencia, Sapiens se fue erigiendo en dueño y señor del planeta. Y su soberbia se ve ahora cuestionada al quedar patente la fragilidad del sistema social que había creado. La humanidad, forzada a recorrer el camino del libre mercado ha olvidado la ética que condena la desigualdad y confundiendo desarrollo con crecimiento continuo promete un futuro imposible en un planeta finito.
Ahora una pandemia ha puesto todo al descubierto obligando a paralizar la enloquecida maquinaria de consumo desbocado y despilfarrador. Vuelve a ser la hora de los usureros propagando la infección de la deuda. Sí, esto también pasará, pero si nada cambia no habrá sido ninguna victoria, porque el lenguaje militar aquí no sirve, no hay enemigo fuera de nosotros mismos.
Encerrados en la distopía intentamos adivinar la salida. ¿Qué cambiará para que nada cambie? ¿Estábamos bien como estábamos? ¿Quiénes? Quizá ha llegado el momento de cambiar de fe. El dios Mercado no conoce paraíso. Es tiempo de reinventar utopías.
Me cuesta creer que después de lo que está pasando todo vuelva a ser como antes. Por más que un cobarde pragmatismo haya colonizado nuestro pensamiento deberíamos recuperar la facultad de anhelar un futuro mejor. Porque no es lo mismo estar indignado que sentirse decepcionado. Rebelarse contra un sistema depredador es diferente a quejarse por recibir una parte menor de la esperada. No podemos salir de ésta conformándonos con remendar rotos para vestir el mismo uniforme. Habrá más episodios, no sólo pandemias, y algunos no tendrán vuelta atrás si antes no paramos los pies a los psicópatas neoliberales que tutelan el mundo. º
Se me ha cruzado la idea de poner en común ideas, no como tormenta sino en forma de lluvia pausada de esa que empapa lentamente, sin vendaval, abriendo las ventanas para que la brisa renueve el aire contaminado de conformismo. Todavía es pronto para analizar aciertos o errores sobre cómo se ha enfrentado la pandemia y más aún para saber qué ocurrirá cuando quede atrás. Pero estaría bien compartir opiniones y volver a preguntarnos si es posible otro mundo. Busquemos respuestas ahora que este ha mostrado sus flaquezas. No todo va a ser wasaps más o menos graciosos, reenvíos, series, pelis, gimnasia en la alfombra y paseos por los jardines del frenopático.
*Árcade: natural de Arcadia
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