Paloma López Pascual
Qué curiosidades tiene la vida… Hace ya casi veinte años que Mariano -mi pareja- y yo, apostamos por vivir en La Cabrera con la intención, como tantas otras personas y parejas, de gestionar nuestras vidas de una forma diferente, y de reciclar -en lo posible-, el resto de residuo que la contaminación y el estrés de la ciudad nos estaba dejando. Fue un intento intermedio, porque durante algunos años todavía, él estuvo «a caballo» entre la ciudad y el pueblo; hace mucho tiempo que ya está definitivamente aquí. Y yo… bueno, yo sigo todavía montada en el caballo, yendo y viniendo; manteniendo un equilibrio que no me resulta difícil, porque la ciudad -y Madrid en concreto- me gusta, aunque suene serranamente incorrecto el decirlo, e incluso el sentirlo.
Pero la Naturaleza, la Madre Naturaleza, está y estará por encima de todo, y así debería seguir siendo siempre: ha de prevalecer la función materna, sea ejercida por una mujer, un hombre, una Comunidad, una psicoterapeuta o un gestor de residuos.
Qué artículo extraño éste, ¿no? Pero verán que voy a intentar darle un sentido y una coherencia, para hacerme entender. La psicología -el psicoanálisis en concreto- (trabajo que ejerzo yo), no es muy diferente a una empresa de gestión de residuos (trabajo que ejerce él): «Dios, o el Universo, los cría, y ellos se juntan». Ese mandato de realizar tareas casi idénticas parece que seguimos los dos «a pies juntillas», como decían en mi pueblo. Qué curiosidades tiene la vida…, insisto: después de casi veinte años en La Cabrera, puedo decir que ambos nos dedicamos aquí a una profesión muy similar, salvando las pocas distancias que hay entre lo físico y lo psicológico.
Él intenta concienciar a las personas de la importancia de la buena gestión de los residuos que la vida genera día a día, minuto a minuto; y yo intento concienciar a las personas, prácticamente de lo mismo; eso sí, él de los residuos físicos y yo de los mentales y emocionales. Pero ambos intentamos *concienciar* (que no es ni más ni menos que ayudar a «tomar conciencia», a volver consciente lo inconsciente), para que las personas aprendan a gestionar eso que les sobra pero que puede resultar contaminante, para su cuerpo (él) y para su mente (yo); y además, absolutamente dañino para el medio ambiente, y para las emociones y relaciones humanas, respectivamente. En ambos casos, l@s perjudicad@s som@s TOD@S.
Como decía el inigualable Javier Krahe: «nos ocupamos del mar y tenemos dividida la tarea, ella cuida de las olas, yo vigilo la marea… es cansado…». Es cansado, sí, porque es «función materna» (que, insisto, pueden llevar a cabo mujeres, hombres, comunidades, asociaciones…). Y ahora viene la explicación de esta expresión tan rara y a la vez tan psicoanalítica. Debería de llamarse “función materno/paterna”, porque «tanto monta, monta tanto», exactamente igual puede desarrollarla una mujer, un hombre, o viceversa. Siempre es buen momento para recordar la imprescindible relevancia de la igualdad de géneros. Dicha función consiste en recoger los residuos -físicos o emocionales- contaminantes o contaminados, procesarlos, y volverlos útiles a través de capacidades como la comprensión, el pensamiento y la buena gestión de los mismos.
«… También cuidamos la tierra, y también con el trabajo dividido, él troncos, frutos y flores, ella riega lo escondido…»
Parece que Krahe escribió esta letra para nosotros: él cuida nuestro mundo, todo lo externo que nos rodea, visible, e imprescindible para que sigamos pudiendo respirar; y yo, lo más escondido que a veces hasta ni nosotros mismos podemos ver, nuestro mundo también, pero el interno, y que asimismo muchas veces nos ahoga.
Ambos intentamos gestionar esa recogida de lo sobrante, de lo contaminante, para que pueda ser procesado, reciclado y transformado en algo útil: compost que ayude a hacer crecer nuevas plantas, o recursos mentales y emocionales que ayuden a hacer crecer en la persona nuevos funcionamientos. Porque no sólo se trata de recoger, clasificar, reciclar y reutilizar sino, y sobre todo, de no volver a producir los mismos errores, las mismas sustancias dañinas o los mismos funcionamientos mentales y emocionales igualmente dañinos. Tomar conciencia, volvernos conscientes de todo esto, nos ayudará sin duda a intentar frenar la producción continua de residuos y de relaciones tóxic@s, que sólo nos llevan a la destrucción del entorno, a la destrucción de los demás y a la autodestrucción de nosotros mismos.
No hay mejor forma de terminar que con los últimos versos de la canción de Javier Krahe:
«Todas las cosas tratamos, cada uno según es nuestro talante
yo lo que tiene importancia, ella todo lo importante.
Es cansado, por eso al llegar la noche ella descansa a mi lado.
Y mi voz, en su costado»
Escuchemos a la voz que, en nuestro costado, y en realidad desde nuestro interior nos dice: Disfruta de la vida, de la Tierra y de las emociones, pero cuídalas. Vivamos, pero cuidemos, ejerciendo la función esa de nombre tan raro de la que he hablado.
Mariano y yo damos cada día en voz alta «gracias a la vida», aludiendo a otra gran canción, «por habernos dado tanto»: la oportunidad de complementarnos profesionalmente -aunque sea de un modo metafórico- y, sobre todo, como compañeros de camino. Sirva este artículo como agradecimiento infinito a lo que la Vida y la Madre Tierra nos proporciona cada mañana que despertamos en nuestra casa de La Cabrera. Creo que, después de casi veinte años, podemos decir que hicimos una buena apuesta.
Sé el primero en comentar sobre "Mariano y Paloma: Gestión de residuos y emociones en la Sierra Norte"