Rafael de Frutos
En la mayoría de los pueblos existe una torre donde podemos observar campanas albergadas en ella, y todos las hemos oído alguna vez, y nos hemos preguntado ¿Desde cuándo están?; ¿Quién las puso?; ¿Para qué sirven?; ¿Sus sonidos nos indican algo?; ¿De cuándo datan las campanas?
La historia nos dice que ya había campanas antes de Cristo y que a España llegaron en el reinado de Alfonso ll el Casto, Rey de Asturias, que falleció en el año 842 de nuestra era.
Mirando a la torre de Montejo, os cuento lo que sé de las tres campanas que tenemos en ella, con sus nombres propios: La Sta. María llamada «la Triste», la de San Pedro, «la Alegre» y el Campanillo, en el pináculo superior.
El amigo e historiador Matías Fernández (1928-1995) nos cuenta que las campanas se fundieron en 1890 por el fundidor D. Manuel Cuesta, de Sigüenza, siendo párroco D. Ángel Cancio, alcalde D. Ruperto del Pozo y mayordomo D. Martín Fernández, en un huerto de «la carrera», ayudando los vecinos con el barro y la leña. Los materiales y proporciones utilizados fueron: cobre, 80 %, estaño, 18 % y zinc, 2 %, resultando el bronce, de lo que están hechas.
Una vez fundidas e instaladas en la espadaña de la iglesia, pasaron entonces a utilizarse conjuntamente por el Concejo y la Iglesia, de tal manera que el Concejo las utilizaba para eventos rurales o profanos, como llamar a concejo, tocar a fuego, a nublo, a perdíos, hacenderas, a caminos, a la reguera, a la cerradura de la dehesa, etc. y la Iglesia lo hacía para actos religiosos como tocar al alba las Aves Marías, la misa a mediodía, al rosario por la tarde y al terminar el día a ánimas o a perdidos. También los sábados por la tarde se tocaba a vísperas y anunciaba la misa de los domingos. El día de difuntos tocaban durante toda la noche. Al terminar la guerra, se tocaba a escuela a las 10 de la mañana.
Las campanas acompañaban con diferentes toques alegres a confesiones, bautizos, catequesis o bodas. Mientras que si se trataba de eventos tristes el ritmo cambiaba. Por ejemplo, se daban 5 campanadas con «la Triste» si se trataba de un enfermo al que se le llevaba el viático. Se daban 7 si se le daba la extremaunción. Y un clamor con «la Triste» y «la Alegre» si había fallecido un adulto. Si la muerte era de un niño, se tocaba el Campanillo a gloria.
Había otros toques, como durante la misa, en la consagración, con 3 campanadas espaciadas; o en Adviento, cuando el toque era con «la Triste» con un repique muy seguido. Durante las procesiones sonaban con alegría, haciéndolas volar, y en los entierros, hasta llegar al cementerio, con la tristeza del que nos había dejado.
También se mantenían «mudas», como en Semana Santa, desde el Viernes Santo hasta las 00:00 h. del Sábado de Gloria, momento en que volvían a cobrar vida y se volteaban. En esos días de silencio por la muerte de Jesús, eran las carracas, o matracas, las que, portadas por los niños por las calles, sustituían a las campanas en su trabajo de convocar a los oficios religiosos.
Huelga decir, que todos los parroquianos conocían perfectamente cada uno de los toques que se hacían desde la torre, como huelga decir, que en estos días se ha perdido esta antaña tradición.
Quiero finalizar con una estrofa diciendo:
Con casi ciento treinta años
habéis mandado mensajes
a este pueblo de Montejo
que hoy os rinde homenaje.
Quiero que sigan tocando
las campanas de mi tierra
a vísperas, penitencias
y también cuando uno muera.
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