Rafael de Frutos Brun – Montejo de la Sierra – Septiembre 2018
Desde siempre, he tenido curiosidad por saber como se organizaban y vivían nuestros abuelos en la Sierra y como conseguían los útiles y herramientas necesarios para su vida cotidiana. Hace 130 años en Montejo no había carretera, no había automóviles que llegaran al pueblo, no había radio ni televisión, no había tiendas, ni supermercados. Sin embargo, existía un boticario, un cirujano, un cura, un escribano en el concejo, un herrero, un molinero, un barbero y algún tejedor. Ellos atendían las labores de su profesión u oficio pero ¿y las demás cosas que se necesitaban a diario y que no había quien las proporcionara. No me cabe ninguna duda que nuestros abuelos y antepasados eran unos «emprendedores rurales» y unos autodidactas. O lo que es lo mismo aprendían HACIENDO.
Que pena que no nos hayan dejado escrito todo lo que hacían como y con que medios lo hacían y como obtenían el mejor resultado para poderlo utilizar. Hoy casi todo lo tenemos solucionado y manufacturado. Basta darnos una vuelta por el supermercado o una gran superficie y allí encontraremos todo lo necesario. ¿Pero encontraban nuestros abuelos un arado romano o una esteba del mismo? ¿Quién le enseñaba aquel vecino a esquilar las ovejas, o hacer carbón vegetal? ¿o en qué libro podría ver como se desollaba una cabra para después de curtir la piel hacerse unos calzones? ¿Aquella madre que la daban un copo de lana y tenía que hilar la misma para después hacer unos calcetines de punto cerrados con cinco agujas? Uno de los alimentos de más consumo era pan ¿pero en que móvil u ordenador podía ella mirar cuanta levadura se necesitaba para hacer una masa de la cual sacaría después quince panes? ¿Quién enseñaría aquel pastor a poner un badajo en un cencerro o entablillar la pata a una oveja que se ha perniquebrado? ¿Quién les enseñó hacer una rueca y un huso para hilar? No tengo la menor duda que aprendieron haciendo. Y desde aquí ante todos ellos me rindo, los admiro y les dedico un homenaje. Un detalle tenemos en Montejo de que nuestros antepasados eran unos emprendedores y se dieron cuenta que la ropa al lavarla si lo hacían con jabón la quedaba más blanca y más suave y por eso hace 126 años decidieron montar una fabrica de jabón en el pueblo. Con la fábrica de jabón los montejanos irían más limpios y más guapos.
He tenido la suerte (a mí que me gustan las cosas antiguas) que ha llegado a mis manos un libreto manuscrito en papel de barba que es el diario de caja de la fábrica de jabón «El Progreso» y me permito dejar reflejados algunos datos por su singularidad. La casa fábrica estaba y (esta transformada) a la entrada del pueblo haciendo esquina con la primera calle a la derecha, frente a lo que fue el botiquín y en ocho meses solamente viene la renta de la casa fábrica que son 12,50 pesetas de alquiler.
21 kilos de Sosa – 11,84 pts
34 libras de aceita – 18 pts
3 kilos de aceite – 3,13 pts
A Benigno Núñez, por 3 jornales – 4,50 pts
500 prospectos – 10 pts
3 cargas de barro – 0,75 pts
Un cántaro – 0,75 pts
Una carga de leña – 0,63 pts
Un candil- 0,50 pts
Media libra de aceite para el candil – 0,30 pts
Construcción del horno– 3 pts
Un sello para el jabón – 5 pts
De los productos para elaborar el jabón principalmente figuran: Aceite, lejía, sosa, silicato, jaboncillo y algunas veces figura sebo, coco, colofonia.
Todos estos datos nos sirven para comparar precios y cuanto ha cambiado el mercado de las cosas cuando en Montejo aún no había llegado la luz eléctrica (prueba de ello es que el jabón lo hacían con lumbre de leña) y como nuestros paisanos, vivían un poco de aquello que cultivaban y criaban a la vez que se iban poniendo al día en aquellas cosas modernas que iban llegando. ¡Que ejemplo nos dan los abuelos de aquellos tiempos de austeridad, de trabajo, de constancia y de aprendizaje!
En dicho escrito figura que la fábrica funcionó por lo menos ocho meses. No sabemos porque dejo de funcionar, cuándo, ni quiénes eran los dueños. Los más mayores nos dicen que esa casa siempre la llamaban «la casa del jabón» y así lo contamos.
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