Rosa Ortega Serrano
A pesar de la emergencia climática y los dramas que hemos sufrido este mes en España, a pesar de la embestida trumpista, a pesar de Putin y Milei, a pesar de esta política ineficaz de reproches personales, ha llegado la Navidad. Las fiestas siempre nos vienen bien: vivimos esos días como si los fueran a prohibir y tal vez sea así. Siempre puede venir otra Dana, una Filomena o un Covid de última generación y frenar la buena vida, ese consumir desaforado que nos da alas para rozar el sol y nos hace caer por imprudentes en la cuesta de enero.
Esta Navidad sigo las enseñanzas de “EL LIBRO DE LA ALMOHADA” de Sei Shonagon y en vez de una carta a los reyes magos voy a hacer una lista de cosas que me hacen latir deprisa el corazón:
La posibilidad de que desaparezcan las fronteras entre países.
Que el hombre más rico del planeta y el presidente del país más poderoso sean desterrados a una isla desierta y lejana (Se me ocurre que se podían llevar a otros ricos de igual pelambre).
Devolver la reputación a los buenos políticos para que sigan trabajando y llevar a la isla antes mencionada, a los mediocres y cretinos.
Acabar con los bulos, la desinformación y el blanqueo de ideas y capitales.
Hacer que los que saben resuelvan las emergencias: equipos técnicos con medios para la investigación y al margen de decisiones políticas.
¡Que acabe la guerra en Gaza!
Escuchar a las personas que advierten de las desigualdades, de la pobreza. Ellos nos dicen cómo podemos acabar con el hambre en el mundo.
Transformar el turismo masivo en experiencias de proximidad, tal vez hasta virtuales (podemos encontrar la fórmula).
Más vivienda pública para jóvenes y necesitados.
Cuidar la sanidad como bien público y necesario.
Conseguir que los abusadores, maltratadores y demás fauna desaparezcan de la faz de la tierra.
No quiero alejarme de la dicha que puede despertar la Navidad. En cada momento nuestro cerebro está procesando nuestro lugar en el mundo, la posición de nuestro cuerpo, percibiendo el tiempo, jugando con la memoria, adaptando nuestra experiencia y advirtiéndonos que tenemos que ser empáticos, amables tolerantes, honestos, curiosos, solidarios, imaginativos.
Entre mis amigos y conocidos reina la desolación por la deriva que lleva el planeta, se ha instalado en nuestras conciencias la idea de apocalipsis. Me gustaría que no nos limitáramos a una visión catastrofista de esta crisis y pensando en hijos y nietos recorriésemos un camino de transformación y esperanza.
Espero que el próximo año no empeoren demasiado las cosas de la vida pública y que brille la tranquilidad y la salud en el sentido más íntimo y personal de cada uno de ustedes.
RESERVAS DE ILUSIÓN de Sara Búho (Cádiz 1991)
Existen dos tipos de sueños
Los que están por lograr
Y los que están por descubrir.
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