Rosa Ortega Serrano
En el otoño de 1939 mi madre tenía siete años. En su cabeza de niña impresionada por los fogonazos de la guerra, quedó grabada la comitiva fúnebre y esperpéntica que recorrió España desde Alicante hasta El Escorial, llevando los restos del falangista José Antonio Primo de Rivera. Es posible que esta sea la segunda vez en la historia de España que se utiliza un muerto para crear una leyenda y manipular los miedos y el hambre de todo un pueblo. Todos recordamos, por popular y maniquea, la historia del cadáver del Cid Campeador conquistando Valencia. Este relato refuerza la leyenda de un héroe invencible o como en el caso de José Antonio, siempre presente.
Desde la atalaya de nuestro buen vivir olvidamos el pasado. Seguro que mis notables lectores ya han olvidado la Pandemia del COVID- 19. El estado de alarma y el confinamiento, la desescalada. Esas deseadas campañas de vacunación, las muertes en las residencias. El silencio. La trágica paz que queda en las calles y en el campo cuando las personas están recluidas.
Otro recuerdo que debería ser imborrable es el de los campos de concentración. Sin duda los más populares son los del tercer Reich, creados inicialmente para encarcelar a oponentes políticos y convertidos en lugares donde también exterminar a judíos, gitanos, homosexuales. Leo en el periódico la propuesta italiana para la creación de centros de deportación de inmigrantes fuera de territorio comunitario y solo se ocurre aquello de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar”.
No imaginamos como se puede maltratar un cuerpo. Hemos desarrollado tantas estrategias para parecer inmortales, tanta tecnología, tanta economía, tantos derechos sociales que apenas nos damos cuenta de que las personas solo tenemos (somos) una vida y que se rompe con el hambre, las bombas y la guerra ¡Les recuerdo que la situación en Gaza sigue siendo muy grave!
Si tienen tiempo y ganas lean el libro de Paco Cerdá “Presentes”. Me ha recordado a mi madre y esas imágenes de una comitiva solemne y oscura que avanzaba por la N1 arrastrando unos azarosos huesos cargados de despotismo, pero también de esperanza. Una guerra lleva a otra guerra, se cruza una pandemia y aunque los recuerdos de una niña parezcan poéticos creo que no debo seguir.
<< Sí/ tiene poder un cuerpo en la noche/ abre imágenes/ entra y crea el signo/ Pero ¡qué verdes las dehesas! Como oír la lluvia cantar/ los senderos del trébol en flor/ porque es así la presencia del sol en la tierra. / Un cuerpo/ pozo lunar/ donde se desborda y se detiene/ pronuncia/ “Soy la posibilidad de pensar” / donde la vegetación se oblicua/ y en las aguas un verde/ Piensa entonces en la nube/ o no la pienses >>
Los versos son de CHUS PATO, poeta gallega nacida en Orense en 1955 y ganadora de importantes premios literarios.
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