Rafael de Frutos Brun
Los que hemos nacido en tierra de arar y nos ha tocado cumplir la sentencia bíblica de «ganarás el pan con el sudor de tu frente» algo sabemos del campo, de las plantas, de la agricultura y de siembra. Y por supuesto, a los que nos blanquean las canas algo, recordamos, cuando nos decían los mayores, que una semilla que caía en tierra fértil siempre germinaba. Un servidor quiere escribir y glosar la semilla que nos dejaron de sus tradiciones, de sus costumbres, su ocio y de su vida. Por eso hoy hablamos de El Mayo y Las Mayas.
Alguna vez, de joven, cuando me acerqué a los más ancianos del pueblo a preguntarles sobre la tradición de el mayo la respuesta siempre fue la misma: «Se ha hecho desde siempre»
Y «desde siempre» los mozos podían cortar el árbol que más alto y fuerte les parecía, independientemente de a quién pertenecía y sin que hubiera reclamación alguna por parte del dueño, igual que entrar durante la ronda en cualquier gallinero y llevarse los huevos de los nidales con la única crítica de la propietaria diciendo «estos endinos ya se han llevau los huevos para para hacer ponche». Si lo que había que hacer era una chocolatada se ordeñaba la vaca que más leche se sabía que daba. Y la reclamación al maestro armero.
Los mozos tenían un código no escrito y el artículo final de ese código decía que «los mozos del pueblo son libres y no está conceptuado como delito divertirse».
Lo hicieron los abuelos, después los padres y ahora los mozos. Así lo atestiguan canciones como:
Con la licencia de Dios
y la del señor Alcalde
nos vamos a divertir
sin perjudicar a nadie.
O esta otra:
El mayo ya esta plantado
Y la ronda por la calle
cumpliendo una tradición
que dejaron nuestros padres.
Los encargados de que el código se cumpliese eran los dos Alcaldes de Mozos, que salían cada año por sorteo. Ellos llevaban las cuentas, organizaban las fiestas, elaboraban los programas y cobraban los escotes. Es decir, eran los que mandaban. También eran los que abrían el baile junto con sus mayas, bailando la primera jota, el día de la Pascua de Pentecostés.
Para cumplir las órdenes estaban los alguaciles, que eran los jóvenes que habían entrado ese año como mozos. Eran los encargados de traer la retama para enramar los balcones de las casas donde vivían mujeres solteras, repartir la limonada, el ponche y las galletas y regar la plaza en los días de las fiestas de baile.
Todo se montaba el 30 de abril en una reunión convocada al anochecer en el salón del Ayuntamiento. Allí, en dos bolsas se metían las papeletas con los nombres de todas y todos y se procedía a emparejarlos por sorteo sacando los nombres de ambos a la vez. En ese momento cada uno ya sabía quién sería su pareja para ese año. Ellos, a quién debían enramar el balcón con ramas de piornos en los cuatro días señalados del Corpus, de Pentecostés, de Pascua de Resurrección y la Ascensión. Y ellas, a quién llevar esos mismos días un suculento plato de rosquillas.
Al día siguiente, día primero de mayo, se plantaba el mayo en la plaza. Todo un ritual. Era una liturgia levantar el árbol de más de 20 metros con unas tijeras de madera de chopo cruzadas para ponerle de pie. Sogas haciendo de vientos y la voz de un entendido diciendo cuál había que tensar y cuál aflojar. Ahí quedaba erguido y flamante como símbolo de que la primavera había llegado. Terminada la faena se repartía limonada y galletas de vainilla entre los ejecutores y público asistente. Los jóvenes y el pueblo lo celebraban. Y en la actualidad lo siguen celebrando.
Antes he hablado de la jota de Pentecostés. Ese día, al anochecer, las mozas en grupo, que también tenían sus dirigentes en las figuras de la Mayordoma y la Menordoma, acudían a casa de sus mayos para obsequiarles con un plato de rosquillas, de las que ya no se hacen. Era una muestra de agradecimiento por haber «salido como mayos suyos ese año». Es verdad que aquellas que tenían novio y mayo debían de elaborar dos platos de rosquillas que se compensaba con un doble enramado de retama en su balcón. Hubo alguno que a su novia le puso un ramo de piorno en cada uno de los canales del alero del tejado. ¡El amor no tiene límite y aquél era un amor de altura! Eso sí, tuvo doble plato de rosquillas.
Las rosquillas estaban cocidas en caldero cobre y después al horno de leña. Sus ingredientes eran harina cernida de trigo, huevos, azúcar, un pellizco de levadura de pan y un chorrito de anís. Para la cobertura, azúcar con clara de huevo bien batida al baño de María y la sabiduría e ilusión de quién las hacía y para quién.
Supongo que está justificado el título del escrito. Todo lo contado son raíces que plantaron los abuelos. Algunas estaban entre piedras y parece que les ha costado agarrar, pero están aflorando. La Vaquilla, el Carnaval, el Hornazo, la Cruz, el Día del Cordero. Otras estaban en mejor tierra. La Costumbre, la Reguera, no digamos el Judas, los Disfraces y por encima de todos, y gozando de buena salud, el Mayo.
Todo lo dicho nos sirve para darnos cuenta de que nuestros antepasados estaban unidos y, a su manera, fueron felices y con lo que tenían a su alcance gozaban y hacían que gozaran los demás. La generación actual ha tomado el testigo y todos los años el día primero de mayo está el mayo en la plaza. ¡ENHORABUENA!
Un servidor envía su agradecimiento a todos lo que hacen posible este evento gracias a su esfuerzo y gratitud y creo que el pueblo piensa lo mismo y lo agradece igual a juzgar por la asistencia a la levantada del mismo.
Cómo me gustaría que alguien lanzase la iniciativa de que un día de fiesta del Corpus, de la Ascensión o Pascua se enramasen los balcones de las casas donde haya mozas y organizar un baile y una merienda/cena para todo el pueblo en la plaza. ¿Qué, quién lo hace o quién lo paga? Entre todos, pues estoy seguro de que todo el mundo participaría.
De momento el mayo está en su sitio y todas las personas que lleguen al pueblo no podrán cruzar la plaza sin dirigir una mirada al majestuoso árbol. ¡Le van a sacar más fotos que flores tiene un almendro! Porque el de este año, me atrevo a pronosticar, que será de los mejores o el mejor de la Comunidad. No sé si los arboles se comunican entre si, como nosotros, pero si lo hacen, éste habrá dicho a sus compañeros que es feliz de estar en Montejo cumpliendo una tradición que tiene unas RAICES MUY SANAS.
Rafael de Frutos Brun
Montejo de la Sierra
Mayo de 2024
Excelente artículo realizado por una excelente persona,la cual tengo el placer de conocer personalmente.Excelente título que todos y todas los habitantes de la Sierra Norte,debemos tener presente para recordar nuestro pasado y su historia .Y para que se mantengan en el futuro nuestras costumbres y tradiciones.Gracias a Senda Norte por dar voz a nuestras historias