AVES DE LA SIERRA NORTE. EL PÁJARO MOSCÓN

Hace ya unos cuantos años realicé un curso de iniciación a la ornitología en la sede de SEO/Birdlife. Hasta ese momento mis conocimientos sobre las aves eran escasos aunque desde niño me gustaban y me atraían; por eso decidí apuntarme. En aquel curso, después de unas generalidades iniciales, comenzamos a repasar todas las especies existentes en nuestro país. Hubo muchas que nos llamaron la atención pero, sin duda, una de las que suscitó más comentarios fue el Pájaro moscón europeo (Remiz pendulinus), debido sobre todo a lo particular de sus nidos. 

De pequeño tamaño, unos 11 cm. de longitud y 16-17 de envergadura, lo encontraremos en las riberas. Se mueve entre las ramas de los árboles y vegetación palustre (carrizos, eneas, juncos,…) con gran facilidad, normalmente sin advertir de su presencia a no ser que emita alguna vocalización. Si tenemos la suerte de localizarlo apreciaremos en primer lugar su antifaz negro, como principal característica en su identificación. Su cabeza tiene un tono gris ceniza claro al igual que la nuca y el cuello; desde el pico parte una franja oscura, más estrecha en la parte delantera, que cubre los ojos y se va engrosando hacia el final. En los machos es más extensa y contrastada que en las hembras (de negra a marrón oscura) y los jóvenes carecen de ella. En el resto del cuerpo predominan los tonos pardo rojizos, más marcados en la zona dorsal que en la ventral; la cola y los extremos de las alas (plumas primarias y secundarias) son marrón grisáceas con ribetes blanquecinos. El reclamo es un tsiií lastimero, repetido varias veces; el canto, que emite desde finales de marzo, es parecido pero más elaborado, con notas líquidas y limpias.

Tradicionalmente sólo existía en el valle del Ebro y zonas de la cuenca mediterránea pero se fue expandiendo y hoy en día está presente en las riberas de nuestros grandes ríos y sus afluentes. Es más abundante en la mitad septentrional de la Península aunque falta en la cornisa cantábrica y Galicia. El valle del Ebro sigue siendo el enclave más poblado; también es frecuente en Navarra, La Rioja, Castilla León, Madrid y Cataluña. Ausente en ambos archipiélagos, Ceuta y Melilla. A nivel mundial cría en Europa central y oriental y en el oeste de Asia, desplazándose muchos de ellos en invierno hacia zonas más meridionales, como España y otros países mediterráneos y al suroeste de Asia. Es migrador parcial.
Su hábitat son por tanto las riberas y construye sus nidos preferentemente en álamos blancos; también en sauces, álamos negros, olmos, etc. Asimismo frecuenta lagos, arroyos, marismas, etc., siempre que dispongan de vegetación arbórea. Su dieta es insectívora: arañas, pequeños insectos, gusanos y sus larvas; en invierno consume semillas de carrizo y espadaña, además de brotes y semillas de sauces.

Conocido en Aragón como “botijero” o “bolsero” en referencia a la forma de su nido, a principios de abril los machos comienzan su construcción y cantan con insistencia desde las ramas de los árboles todavía desprovistos de hojas, buscando la atención de alguna hembra. Si no acude ninguna y sin terminarlo, se pondrá a hacer  otro. Por ello, a veces hallaremos nidos incompletos de esta especie. Cuando encuentra alguno se aprovecha y lo reconstruye o aprovecha los materiales que quedan para realizar uno nuevo. Utiliza hilachas de esparto u otras fibras vegetales, además de lana de oveja; lleva estas fibras en el pico y comienza a enrollarlas en la parte superior de la rama elegida, rematándolo en la parte inferior creando un armazón como base, revistiéndolo por fuera con los amentos de los chopos y por dentro con la lana. Lo entreteje varias veces, creando una estructura fuerte que soporta bien el viento y la lluvia, con un embudo en la parte superior que da acceso a la cámara interior y que concluye de forma elástica, abriéndose cuando el pájaro sale y cerrándose cuando entra. Si se acerca alguna hembra y le gusta la casa colaborará en su acabado, sobre todo por dentro y, llegarán las cópulas. Los moscones son polígamos y cada macho se aparea con más de una hembra en cada temporada. En el interior del habitáculo, bien aislado del exterior, ella pondrá de cinco a ocho huevos, que incubará durante 14-16 días. Él se encargará de la manutención de todas en los diferentes nidos. Tras la eclosión, los pollos son cebados por ambos adultos y se desarrollan durante 20 o 25 días. Al dejar el nido vuelan por la vegetación palustre en bandos familiares. Pueden realizar una segunda puesta en el mismo año.   

La especie está en expansión, apenas existe predación debido a la robustez de sus nidos. Sus amenazas son humanas: la quema de carrizales y el uso de plaguicidas e insecticidas, además de la recolección de sus vistosos nidos. Cuidemos a este singular arquitecto de la naturaleza.

Miguel Ángel Granado

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