EL ESCRIÑO

Rafael de Frutos Brun

En casi todas las casas rurales, sobre todo en las antiguas, hay un espacio junto al tejado al que en unos sitios llaman “cámara”, en otros “altillo” y en otros “desván”. En este espacio suelen quedar empolvados en el olvido cosas que ya no se usan o que sólo se utilizan en contadas ocasiones. Subí a la “cámara” y allí estaba nuestro amigo el escriño con las nueces a por las que yo subí. En ese momento me pregunté quién lo habría fabricado y cuántos años tendría. Al bajar no se me ocurrió otra cosa que ver lo que ponía el Espasa a propósito del escriño. «Cesta o canasta fabricada de paja, cosida con mimbres o cáñamo, que se usa para recoger el salvado y las granzas de los granos, o para dar de comer a los bueyes cuando van de camino». Vi que no se ajustaba del todo a aquello que yo había visto hacer a mi suegro y a mi padre. Prometo que no intento corregir la página a nadie, ¡Dios me libre! Sólo intento contar humildemente, y con sencillez, lo que un servidor ha visto en los escriños que se hacían, y que existen, y no pocos, en Montejo.

Maticemos. 

Según el diccionario de la RAE:

  • Escriño: «Cesta o canasta fabricada… »
  • Cesta: «Recipiente tejido con mimbres, juncos o espartos y que suele tener asa». 
  • Canasta: «Cesto de mimbres, de boca ancha, que suele tener dos asas». 

Que yo haya visto, los escriños conocidos y tejidos en Montejo, no llevan mimbre, no están cosidos con cáñamo y no tienen asa arriba pero sí dos asas laterales.

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Antes de seguir quiero hacer una mención especial para esos hombres y esas mujeres, abuelos y abuelas nuestros, que han subsistido en la Sierra del Rincón, sabias y sabios, trabajadores abnegados que tuvieron que aguzar su ingenio y que con los materiales que conseguían de la naturaleza, y mucho trabajo, poder sacar a su familia hacia adelante. Ellos, fabricándose en muchos casos sus herramientas para la labranza y el pastoreo. Ellas, ejerciendo la carrera de hijas, madres, esposas y abuelas, además de doctorarse en llevar la ropa al rio, enjabonarla y aclararla sobre una lancha lisa a la temperatura que llevaba el agua en verano o en invierno según la estación que fuera, cocer el pan, ser cocineras y maestras, además del resto de los trabajos que tiene la vida diaria. Nuestro aplauso y gratitud a todos.

Pero volvamos al escriño hecho por los abuelos y digamos cómo y para qué. Pero, ¿qué materiales se necesitaban? Pues paja de centeno de encañadura, tallos de zarzamora de la última primavera y una aguja artesana de brezo, aparte de mucha ilusión y constancia. 

Primero, si se tenía previsto hacer un escriño se debían cortar los tallos de la zarzamora de la última primavera sin ramas, es decir, renovizas. Y a ser posible en el cuarto menguante del mes de enero. Se pelarían dichos tallos, de forma longitudinal, en cuatro tiras, empezando por la parte más gruesa y separándolas de la pulpa. Sólo les quedaba la corteza verde y flexible. Y para que tuviera más elasticidad la dejaban un tiempo en majo. Esta piel será después la hebra que utilizarán para tejer.

También tenían que haber guardado la paja de encañadura de centeno, tallos que ya habían separado de las espigas en la era. Eran pajas seleccionadas de más de un metro de largo y atadas formando haces.

Ya sólo nos falta tener la aguja ciega y curvada, de unos 15 centímetros, de madera de brezo. La aguja no tenía ojo pues sólo se utilizaba como punzón para pinchar entre la paja y poder pasar la hebra, es decir, la cáscara de la zarzamora, por el agujero hecho por el pincho.

Y manos a la obra. A partir de aquí todo es coser y cantar.

Se empezaba por la base haciendo una circunferencia y procurando que el puñadito de paja que vamos tejiendo tuviera siempre el mismo grosor para poder llevar un nivel por todo. De lo grande que se hiciera el culo dependería su capacidad. Al llegar al tamaño deseado del culo se añadía más paja y se “empezaba a subir” para ir dándole forma. Cuando se llegaba a la altura de donde irían las asas, se volvía a aumentar el grueso de la paja y una parte servía para seguir “subiendo” mientras que la otra parte se separaba un poco de la pared y se trenzaba para volver a injertarla, otra vez en la pared, a los diez o quince centímetros y crear las dos asas. Los tejedores menos habilidosos utilizaban una cuerda como asa. 

Cuando se había alcanzado la altura deseada se remataba con una última fila más ancha y dura que hacía que el escriño no se deformase y mantuviera una forma semirrígida. Lo mismo se hacía en el culo, colocando una trenza ancha y dura que le daba estabilidad y firmeza. 

Ya tenemos un recipiente que nos servirá para muchos años y que utilizaremos según nuestras  necesidades. En él se guardará el pan, donde no se enmohecerá ni endurecerá. Estos eran redondos, de más de un metro, y las llamaban nasas. En otros se guardarán legumbres, en otros las patatas de diario. Otros los utilizarán para echar de comer a los animales o espinzar judías o para recoger los enjambres en primavera pues las abejas se agarraban perfectamente a la paja. 

Además el escriño tiene unas cuantas ventajas con respecto a los cestos de mimbre normales. Una de ellas es que no tiene agujeritos, así que no se sale ni un grano. Otra es su estabilidad, no se suelen volcar y por último se pueden colocar unos dentro de otros y guardarlos en poco espacio además de que pesan poco. También que los materiales se encuentran en la zona, aunque eso sea común a los cestos, y salen gratis.

Cuando un servidor ha escrito esto, ha pensado, y mucho, en la cantidad de costumbres, tradiciones, oraciones, noticias y hechos que han existido en nuestra  sierra y que apartamos en el arca del olvido por no dejarlas escritas. Y así, las mujeres y hombres que nos sucedan no sabrán como fue la vida de nuestros abuelos y a qué vicisitudes tuvieron que enfrentarse.  

¡Cuántos no sabrán que sus bisabuelos fueron andando a Puertollano, a Mestanza o a Almagro  durante 16 días, arreando un atajo de ovejas y durmiendo donde se hiciera de noche y aguantando las inclemencias del tiempo con una manta al hombro para arroparse. Allí estarían desde octubre hasta finales de abril o principios de mayo en un chozo como vivienda. ¿Sabrán muchos que sus pantalones (calzones) los hacían con piel de cabra curtida (estezado) que ellos preparaban? ¿Qué para hacer lumbre o prender un cigarro utilizaban la yesca? ¿Qué cuándo una res se perniquebraba ellos mismos le entablillaban la pata y volvía andar? ¿Qué con sus hijos y esposas no podían hablar con el móvil, sólo por carta? ¿Qué no todos sabían escribir? ¿Qué un arado romano, un yugo o unas coyundas no se vendían y tenían que hacerlo a mano con poca y rudimentaria herramienta? ¿Que sin tener reloj sabían por las estrellas la hora casi exacta de la noche? 

Y así podríamos seguir contando cosas y más cosas, días enteros, y se quedarían muchas en el morral. ¡Qué pena que el tiempo que tenemos los que nos vamos acercando a la meta no contemos o dejemos escrita la historia de nuestra Sierra! ¡Si no se escribe es como si no hubiera existido!

Compañeros de edad, permitidme que desde esta ventana donde me asomo de vez en cuando, os invite a que habléis con hijos y nietos y les contéis cuándo llegó y por donde el primer coche al pueblo, o quién fue el que más años vivió. O cuándo hubo aquel fuego. O dónde sirvió tu padre a la Patria. O en qué fechas pusieron el reloj en la plaza. También con quién y cómo fuiste a Madrid la primera vez. Y cómo fue el día de tu boda y lo que duró. Cuéntales cómo era el Judas y en qué día. 

Por ejemplo, me contaba el señor Anastasio que cuando fue a Madrid lo hizo en un coche de mulas y dónde cambiaron los pares de mulas, o la historia del “Tío Chingarra” que estuvo en la guerra de Cuba…

Tienes en tu memoria, y lo sabes, un arsenal de datos que te contaron los tuyos y que tú has vivido. No te las lleves.

Yo he intentado refrescarte a ti y a muchos, aquí y ahora, lo que me paso por haber subido a buscar aquellas nueces que estaban en el escriño.

Montejo de la Sierra

Noviembre 2022

1 Comentario sobre "EL ESCRIÑO"

  1. Julio E. Agujetas | 24/01/2023 at 2:47 pm | Responder

    Gracias por compartir recuerdos y tradiciones a quienes vivimos esos tiempos, que poco a poco van quedando difuminados en la memoria.

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