Rafael de Frutos Brun
Desde que el mundo es mundo, los seres que lo habitamos nos hemos comunicado de diferentes maneras, en cada época, debido a la necesidad humana de relacionarnos con nuestros semejantes y expresar nuestros sentimientos e ideas. Unos lo hicieron por gestos y sonidos guturales, otros por silbidos, toques de cuerno o instrumentos de percusión y, al desarrollar algunas habilidades, por imágenes para finalmente hacerlo sobre todo y principalmente por la palabra hasta la aparición de la escritura.
Hoy quiero utilizar la escritura para hablar de un instrumento musical de percusión que marcó el ritmo de la vida de nuestros pueblos. Las campanas.
Colocadas en las torres y espadañas de iglesias, ermitas y ayuntamientos su sonido servía para informar, de forma inmediata, de la celebración de actos religiosos y civiles de interés general.
Conocidas desde la antigüedad se adoptaron por la Iglesia Católica en el siglo V. Fue san Paulino, el obispo de Nola, quién mandó fundir la primera campana en la región de Campania (Nápoles, Italia), hacia el año 400, para llamar a sus feligreses a la oración, tomando de esta región su nombre. Su uso se generalizó cuando el Papa Sabino ordenó colocar campanas en todas las iglesias a partir del año 604.
Desde entonces sus diferentes toques y sonidos se han ido adaptando a cada circunstancia y necesidad transmitiéndonos alegría cuando suenan la víspera y días festivos, o alarma si tocan a fuego, o tristeza si es a difuntos. Múltiples son los toques y maneras de su lenguaje.
En Montejo utilizaban las campanas tanto la Iglesia como el Concejo pues marchaban unidos, ya que, en 1769, las primeras que se fundieron, fueron pagadas en tres cuartas partes por dicho Concejo y la otra parte por la Iglesia. Matías Fernández nos cuenta que en 1890, cuando se fundieron las actuales campanas, fue al revés, tres partes la Iglesia y una el Concejo.
Está claro que igual se utilizaban para tocar a misa, como para acudir al día siguiente de hacendera. Campanas y documentos eran custodiados por las dos partes. En el archivo parroquial se guardaban los documentos del Concejo con dos llaves diferentes, una en manos de Concejo y la otra en las de la Iglesia, y para abrir el archivo debían hacerlo las dos partes al tiempo.
Las campanas normalmente las tocaba el sacristán, y podía hacerlo, desde arriba en la torre, a volteo y a mano o desde abajo por medio de cordeles (de ahí debe venir que los sacristanes tocaban un instrumento de cuerda).
Dos campanas grandes hay en nuestra torre, la Santa María y la de San Pedro, la triste y la alegre, además del Campanillo de Gloria que está en la parte superior de la espadaña. La Santa María al saliente, gorda y panzuda y la de San Pedro estilizada y elegante, al norte.
Las campanas tienen forma de copa invertida con un poco de vuelo por su boca. En su interior el badajo que muchos han llamado “lengua de la campana”, un mástil de acero con una porra. En la cabeza de cada campana, un escudo de madera o metal cogido con unos abalcones de hierro bien sujetas y equilibradas que facilitan el volteo a mano.
Nos cuenta Matías Fernández que hubo varias fundiciones. La primera en 1769 por parte de Pedro Fontau, y otras tres en 1831, 1836 y 1890, pues parece que se quebraban fácilmente. Para las fundidas en 1890 se contrató a Manuel Cuesta, natural de Guadalajara. Estaban rotas las dos grandes e hizo una refundición, dejando grabada en la campana de San Pedro su nombre y una inscripción que dice: Se fundieron siendo Cura Ángel Z. Cancio, Alcalde Ruperto del Pozo, Mayordomo Martín Fernández y dos representantes de los vecinos.
Pesaron las campanas 48 arrobas (552 kilos) e importaron 2.842 reales. El pueblo se encarga de traer el barro, la leña y las funden en un huerto en La Carrera. Se pagará al fundidor 10 pesetas por arroba y del metal que resulte de las campanas viejas de deduce una onza de cada libra (1 libra son 16 onzas y 1 onza son 28,35 gramos). Se pagará una cuarta parte al dejarlas colocadas en la torre y el resto en los tres años siguientes. El campanillo superior se puso sobre 1950.
¿Pero como nos “hablan” las campanas?
- A diario por la mañana Ave María: repique con las dos campanas, desde abajo y con las cuerdas.
- A las 10:00 h: a Escuela. 3 campanadas espaciadas.
- A mediodía: Ángelus. Repique.
- Al anochecer: Repique.
- A oración: Repique.
- A “perdíos”: Repique.
- Fiestas Mayores, Corpus , Navidades: Volteo a brazo de las dos campanas, lo mismo la víspera.
- El día de Resurrección, al cantar el gloria: Volteo a brazo de las dos.
- Domingos y festivos: Volteo de la Santa María para misa y con la de San Pedro para la señal del segundo y tercer toque.
- Durante la misa: 3 campanadas en la Elevación al Alzar a Dios.
- Al Rosario: Repique desde abajo y las señales del segundo y tercer toque una sola campana.
- Misa en tiempo de Adviento: Con la Santa María 1 golpe fuerte al principio y luego ir aminorando y otra vez 1 golpe fuerte varias veces.
- Confesiones, Catequesis: Con la de San Pedro lenta con 3 campanadas al final.
- Bodas: Según estipendio.
- Bautizos: Repique con el campanillo de la torre.
- Enfermos:
- Viático (llevar el Santísimo a un enfermo): 5 campanadas espaciadas con La Triste. Iba el sacerdote revestido y el sacristán tocando un campanillo por delante del Santísimo.
- Extremaunción: 7 campanadas espaciadas con la campana triste.
- Agonía: 9 campanadas.
- A la muerte: un clamor con las dos campanas desde abajo. Si era doble más caro porque debían voltear las dos campanas y parar a cada media vuelta dos personas. Si es un niño con el campanillo de la torre y siempre enterrado en caja blanca.
- Al ir al cementerio: clamor las dos campanas con las cuerdas.
- El Día de Difuntos: Clamor toda la noche y el día.
- Si muere un Papa: Clamor doble con dos personas en la torre.
- Viene el Obispo: Volteo de campanas.
Las campanas estaban mudas desde el viernes Santo hasta el día de Gloria. Los niños anuncian los actos religiosos con sus carracas.
Toques profanos.
- A fuego: las dos campanas juntas a golpe rápido a la vez y si persistía, desde arriba, volteo pidiendo ayuda a los pueblos de alrededor.
- A nublo, si había tormenta: volteo de campanas y venirse al pueblo, había menos problemas. En 1774 pagan al sacristán por tocar a nublo 49 reales al año.
- A perdíos, alguien por nocturnidad, niebla o desorientación: volteo lo mismo que para nublo.
- Hacendera, Caminos, Regueras y algún evento no programado: 1 golpe fuerte al principio y luego ir aminorando y otra vez 1 golpe fuerte varias veces.
- Viene el Gobernador Civil: volteo de campanas.
Los vecinos conocían perfectamente el retumbar de cada campana y sus toques e incluso algunas personas sabían quién era el que estaba en la torre ejecutando dichos toques.
El subir a la torre a voltear las campanas implicaba algo de peligro pues se corría el riego de que alguna de las campanas te golpease. Yo he conocido a dos personas a las que les pasó, aunque por fortuna sin consecuencias.
Como a bastantes nos gustó mucho subir a la torre a voltear, como conocimos los toques, ahora algunos olvidados, he querido dejarlo plasmado, porque creo que pertenece a la historia de Montejo.
Montejo de la Sierra, 2022
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