Las aves rapaces son uno de los grupos de aves que más llaman la atención, seamos aficionados o no a la ornitología. Durante el mes de marzo hace su aparición por la sierra el Milano negro (Milvus migrans). Es una especie estival, que encontraremos en la región paleártica (Europa, Asia central, norte de África y centro y norte de la península arábiga) desde marzo a septiembre. Es una de las rapaces más numerosas, será de las más vistas durante los meses cálidos. De costumbres gregarias y carroñeras suele ser poco tímido y algunas veces le observaremos bastante cerca.
De aspecto parecido al Milano real aunque un poco más pequeño y de color marrón oscuro la mayor parte de su plumaje. Tiene una longitud de 55-60 cm. y una envergadura de 1,30 a más de 1,50 m. El peso de un individuo adulto oscila de los 700 gramos a casi el kilo, dependiendo también del sexo: como en todas las rapaces las hembras son mayores que los machos. La coloración general es marrón oscura, con algunas partes más claras; la zona ventral es pardo-rojiza con moteado longitudinal, cambiando hacia el cuello y la cabeza de grises más claros y listados; la cola también es oscura, con abundante barrado, escotada pero no tanto como en el milano real. Pico ganchudo y ojos con iris de color amarillento. Sus alas y cola largas le permiten una buena capacidad de vuelo; también serán perceptibles unas zonas claras en la parte inferior de las alas, a la altura del “codo”, aunque menos contrastadas que en el real. Los jóvenes son aún más oscuros y con las zonas claras de las alas más visibles que en los adultos, lo que puede provocar confusión con el milano real.
Es gregario, sobre todo a la hora de alimentarse. Es carroñero, aprovechándose tanto de los animales que yacen en carreteras como de los peces muertos en los ríos. No es buen predador, aunque sí ataca a roedores, grandes insectos, anfibios, reptiles o pequeños mamíferos como conejos jóvenes o adultos débiles y enfermos. Frecuenta muladares, basureros, granjas, etc. Es omnívoro. Su carácter grupal se aprecia incluso durante la época reproductora, no es raro que haya varios nidos en un mismo árbol. Puede interaccionar con el ser humano, sobre todo en África; hay varias citas de robo de alimento al hombre; he podido constatarlo en un viaje a ese continente hace años: estábamos comiendo en el cráter del Ngorongoro y un individuo no dejaba de volar cerca de nosotros, a veces nos pasaba rozando. Nada más terminar le pusimos unos restos a escasos metros de distancia y casi antes de dejarlos en el suelo, ya se estaba lanzando y elevándose con estos, un momento inolvidable.
En nuestro país se distribuye por muchas regiones aunque preferentemente las del norte y oeste; en los sistemas montañosos (exceptuando el Ibérico) siempre en cotas bajas. Ausente en gran parte del litoral mediterráneo, en zonas orientales de Andalucía y Castilla La Mancha, en ambos archipiélagos, Ceuta y Melilla. Su hábitat predilecto es el monte bravío aunque ocupa gran variedad de ambientes, siempre con algo de arbolado; es difícil hallarle en bosques muy densos. Las mayores densidades se encuentran cerca de grandes cursos de agua como ríos, pantanos, lagos, etc.
Como en otras especies estivales es el macho el que llega primero tras la migración. Reconocerá su territorio, lo regentará y esperará la llegada de la hembra. El territorio se repetirá año tras año y las parejas parece ser que también en la mayoría de ellas. Tras el reencuentro se producirán los espectaculares vuelos de cortejo, en los que la pareja realiza acrobacias aéreas, picados,…, es frecuente que vuelen uno contra el otro hasta casi chocarse, frenando en el último momento y adelantando las garras; al igual que a veces el macho se gira desde debajo con las garras hacia arriba y toca las de la hembra, que vuela sobre él. Todo ello con emisiones sonoras constantes. El canto de este ave consta de gritos parecidos a los de las gaviotas: “kuii-ki-ki-ki” y también un maullido corto que emite cuando está posado cerca del nido. El macho realiza el arreglo del nido, que consta de una estructura de palos en la horquilla de un árbol grande, llevando además de ramas variados materiales: papeles, plásticos, pieles secas, trapos, etc. Tras las cópulas llegará la puesta, que consta generalmente de dos o tres huevos y que incuba en solitario la hembra durante 30-38 días, permaneciendo su consorte posado en las inmediaciones del nido, defendiendo el territorio y aportando el alimento de ambos. Tras la eclosión llegará la dura tarea del cebado de los pollos, que se extiende durante un mes o poco más; pasado este tiempo los jóvenes ya pueden comer solos y deambulan por el nido, desarrollando por completo su plumaje a los 42 días, momento en el cual podrán realizar sus primeros vuelos aunque seguirán recibiendo alimento por parte de sus progenitores. Esto sucede normalmente a finales de junio y durante el mes de julio. En septiembre migrarán hacia sus lugares de invernada en el África tropical.
Debido a su gran adaptabilidad sus poblaciones se mantienen en buen número aunque sobre ellos se ciernen varias amenazas: el uso del veneno destaca ante todo; también las colisiones con tendidos eléctricos, la persecución directa, la utilización de rodenticidas y en buen número los atropellos por su querencia a las carreteras buscando animales muertos, lo que puede provocar la suya propia. La mayoría debidas a nosotros: tratemos de evitar estas molestias en la medida de lo posible y de este modo mantendremos al Milano negro, uno de los primeros que en nuestro país anuncia la primavera.
Miguel Ángel Granado
Sé el primero en comentar sobre "AVES DE LA SIERRA NORTE. EL MILANO NEGRO"