Rafael de Frutos Brun
Estaba dando un paseo vespertino el primer día del Mes de las Flores y con gran sorpresa he visto un “mayo”, majestuoso y erguido en la Plaza, junto al Ayuntamiento, y he sentido en mi cuerpo una alegría que me ha hecho quedarme un rato sentado en el machacadero junto al mismo atreviéndome a preguntarle que de dónde había venido.
– Soy de aquí. – me ha dicho. – Nací junto al río Jarama, pero de muy pequeño me llevaron a las Cardosillas y allí he estado hasta hoy.
– ¿Cuántos años tienes?
– Tengo 72 y hoy me han traído para una fiesta muy importante.
– ¿Y cuánto tiempo vas a estar?
– En la fiesta, un mes, como lo hicieron mi padre, mi abuelo y todos los míos.
– Yo conocí a tu padre, buen amigo, y a tu abuelo, menos, porque yo entonces era pequeño. Tu padre me contó cantidad de cosas, porque fue “mayo”, también tuvo su fiesta, fue testigo y símbolo del pueblo, vamos, igual que todos los “mayos”. Mira, me dijo que todos los años, el 30 de abril se juntaba la juventud y en un talego metían los nombres de los mozos escritos en papeletas y en otro los nombres de las mozas y sacaban a la vez una papeleta de cada talego y los emparejaban y desde ese momento esa señorita era tu maya para ese año.
– ¿Y, eso se hacía todos los años?
– Todos, y así tenía cada mayo su maya. El mozo tenía la obligación de enramar con piorno tres días el balcón de su maya. Lo hacía el Día del Corpus, el de la Ascensión y el del Cordero. Anteriormente también se retamó en San Juan y San Pedro.
Se bailaba el Día del Cordero cada cual con su maya y ella, en agradecimiento, le llevaba a su mayo unas exquisitas rosquillas, cocidas un poco en un caldero de cobre y después en el horno del pan, untándolas clara de huevo con azúcar. Eran muy grandes y estaban riquísimas.
Me dijo tu padre que un año fue mayo de un haya de El Chaparral, muy guapa, que le decían “La Buena Moza” y que disfrutó mucho. Fue sobre los años cincuenta, luego el haya desapareció.
– Hoy los que me han traído me han dicho que durante el mes de mi nombre voy a ser el símbolo de todo lo que tú me has contado, que estaré en el mejor sitio del pueblo, entre el Ayuntamiento y la Iglesia; que se me ve desde todo el pueblo por encima de los tejados, que muchos pasarán por mi lado y se quedarán mirándome, que preguntarán por qué estoy en La Plaza y cómo me llamo. Que mujeres y hombres se sentarán a mi lado y recordarán anécdotas e historias de mis antepasados y sobre todo porque cumplo con un mensaje que otros ya realizaron y nos dejaron en herencia para continuar.
– También me han dicho que alrededor de mis abuelos, el día del Cordero, tocaban los guitarreros casados una jota en la que mayos, con sus calzones y chalecos de cuero, bailaban con sus mayas ataviadas con sus refajos de buen paño de color y su precioso pañuelo del ramo calzando zapatillas y medias hechas de lana por las abuelas y que estoy aquí para que todo esto se cumpla en paz y alegría.
Me he levantado del machacadero, he mirado hacia la copa verde , he visto cuán derecho está, lo buen mozo que es, lo majestuoso , la alegría que trasmite, y ya despierto de esa conversación soñada he oído que se despedía moviendo sus hojas e inclinándose hacia adelante me ha dicho:
– Quiero agradecer a ellas y ellos, todos juventud de Montejo, lo bien que se han portado conmigo, cómo me han acogido, con su esfuerzo, su ilusión, su amor al pueblo, después de la obligada pausa, lo felices que estaban de cumplir con la tradición heredada de sus mayores y que no puede hacer otra cosa que darles a todos un sobresaliente Cum Laude y las gracias, a la vez que invitarles a seguir celebrando este evento juntos, como lo hicieron siempre, en esta fiesta tan nuestra y tan entrañable. ¡¡Gracias Jóvenes!! ¡¡Habéis dado en la Diana!!
Rafael de Frutos Brun
Montejo de la Sierra
Mayo 2022
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