Fue en el mes de julio. Esa mañana soleada de un domingo estábamos sentados los cuatro amigos de siempre a la sombra del chopo en la terraza de la plaza. La conversación y las risas nos alegraban mientras la mesa se iba llenando de botellines vacíos. No recuerdo de qué hablábamos. Tal vez de los últimos libros que habíamos leído, o del concierto de la semana anterior. De los trabajos, del paro o de los alquileres, quién sabe. En un breve momento nos quedamos en silencio. Una chica desconocida se acercaba caminando, muy despacio, en la dirección de nuestra mesa. Su mirada se dirigía hacia arriba y a lo lejos, seguramente hacia un milano que sobrevolaba la montaña. Por algún motivo nos impresionó a los cuatro y no pudimos (no quisimos) evitar que nuestros ojos, los de cada uno, siguieran su cuerpo y sus caderas acercándose. Miradas cómplices entre nosotros. Cejas levantadas, pequeña inclinación de cabeza hacia un lado. Nos entendimos sin hablar y eso nos gustó. Después se oyó un susurro: “¡Qué cosa más bonita, niño!”. Ella pareció sentirse incómoda: su mirada se dirigió por un segundo hacia nosotros, abandonando al milano y la sensación de paz que transmitía. Continuamos mirándola. Giró la cabeza hacia su izquierda, cambió levemente de dirección y entró rápido en el bar poniéndose la mascarilla. Nosotros seguimos llenando nuestra mesa con risas y botellines vacíos.
¿Tenemos los hombres que hablar de esto? ¿Hubo en la plaza violencia machista aquella mañana soleada de un domingo de julio? ¿Qué papel tomamos los hombres ante las violencias machistas? ¿Y qué papel debemos tomar? ¿Ninguno? ¿Debemos manifestar nuestra postura en el espacio público? ¿Debemos hacerlo en los espacios privados? ¿De qué manera? ¿Nos corresponde tal vez preguntar al movimiento feminista qué debemos hacer? Son preguntas. Nada más que preguntas.
Se acercan las navidades. Habrá una mañana soleada y fresca de domingo y, como todos los años, saldremos a tomar unas cañas los cuatro en nuestra mesa favorita. El chopo, ahora sin hojas, dejará pasar el sol y será un gustazo. En esta ocasión no veremos caminar a aquella chica desconocida. Quien pasará por la plaza marcando paquete será Violencia Machista, a quien más o menos conocemos. ¿Qué haremos esta vez? ¿La miraremos también con insistencia hasta hacerla sentir incómoda? ¿Callaremos para no tener problemas? ¿Le diremos algo, la invitaremos a sentarse en nuestra mesa? ¿O tal vez haremos como que no está? Son preguntas nada más.
Escribimos esto pasado ya el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Día Internacional contra las Violencias Machistas. Estamos ya en otro mes, nuestra vida sigue pero la violencia continúa. ¿Cuantos otoños más alimentaremos al patriarca?
Sierra Norte de Madrid, 26 de noviembre de 2021.
Algunos Hombres con Privilegios.
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