Rosa Ortega Serrano
Hoy quiero agradecer la compañía a mis lectoras. ¡Son tan importantes! Me inspiran, me aconsejan y de vez en cuando me cuentan que algo que he escrito, les gusta o les disgusta.
Cuando reivindico la enseñanza pública, tan maltratada por estos lugares, me imagino la cara de complicidad de una maestra cercana, que lleva años tejiendo y ofreciendo saberes para que el mundo siga girando. Si me acerco a la señora María, que critica con razón las vueltas que doy para contar lo sinvergüenzas que son los políticos, me sonrojaré al comprobar que lee todo lo que cae en sus manos. Porque “¿qué mejor cosa se puede hacer en el pueblo?” Después está ella, la más guapa, la que vive cerca del río, sola en el molino y empeñada en cuidar la tierra para comer de lo que cultiva, todo sostenible, posible, complicado, sin bajar la guardia. Además de ellas me leen dos mujeres que hacen bizcochos y tiñen de morado los senderos con su perrita Bona.
Bueno y pare usted de contar. Podría añadir a los barones interesantes, también a los que me quieren. En total 10 siendo muy optimista.
Yo sé que estas diez personas tienen buen juicio, son bondadosas y conocen a otras 10 que también se cuestionan cosas en la vida y que a su vez estas conocen a otras 10 que no paran de cuestionarse la vida misma, de hacerse preguntas y de estar poco conformes con lo que pasa. Hasta ahora llevo contadas unas cuantas personas inteligentes, amables, con sentido común y ganas de vivir en paz. Un montón de gente que ahora sufre una pandemia, está triste, agacha la cabeza, sobrevive como puede, y que no se merece que sus representantes políticos se peleen en el congreso y la prensa interesada siga defendiendo a un rey emérito que, por cierto, parece republicano, porque él solo se va a cargar la institución que representa y cuyos actos no precisan comentario. O que algunos señores diputados nos quieran salvar del peligro que nos acecha bajo el yugo de un gobierno sociocomunista (que simplemente es de izquierdas) al tiempo que se amplifica la amenaza de unos tipos muy brutos que disparan 26 millones de balas imaginarias que afortunadamente no tienen.
Estamos locos, y como en el poema de Panero “Un loco tocado de la maldición del cielo/canta humillado en una esquina/sus canciones hablan de ángeles y cosas que cuestan la vida al ojo humano/la vida se pudre a sus pies como una rosa/y ya cerca de la tumba, pasa junto a él/una princesa”.
Y despistados de la realidad y de las princesas nos lanzamos a las calles de las luces, buscando la Navidad y las certezas. Gracias a todos y a todas.
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