Rosa Ortega Serrano
Estoy enfadada, sigo enfadada. ¿Me quedaré así para siempre? He intentado escribir sobre la vida de las hormigas, su capacidad de trabajo cooperativo, su entrega a la comunidad, su sociedad jerarquizada y profundamente democrática. Me han venido a la cabeza los versos de Benedetti sobre el amor: Usted y yo sabemos/que en el fondo/el amor/el amor/es una cosa seria. Y he pensado escribir sobre el amor romántico para adelantar la primavera y que los meses pasen rápido. Incluso para completar el título de esta sección “Educación y Poesía”, intentar mostrar la cara optimista de este comienzo de curso en Madrid: tenemos los mismos espacios pero con más maestros y con las escuelas llenas de niños y niñas locos por volver a su rutina escolar. Bien, pues no he podido con ello, no paro de pensar qué sentirán los médicos, las enfermeras, las trabajadoras de residencias, los reponedores del supermercado, las conductoras de autobús, los farmacéuticos, las y los limpiadores, los policías. Todos aquellos trabajadores esenciales que se mantuvieron en alerta durante el confinamiento y lograron darnos de comer y vivir a los que estábamos aturdidos y encerrados. Me imagino que el que pueda estará de baja laboral y el que no, que seguro que son muchos, estará muerto de miedo y preocupación por la que se le vuelve a caer encima.
Ellos son los únicos que nos permiten pensar que podemos salir de esta, que digan lo que digan sus ilustres gobernantes, van a interpretar la realidad y a adaptarla a las necesidades de los ciudadanos. Empieza a no importar el discurso político, solo necesitamos que las gentes que saben organicen hospitales, atención ambulatoria, cuidado de ancianos, abastecimiento de alimentos.
Por supuesto que hace falta algo más, pero los señores y señoras que gobiernan y desgobiernan están ocupados con sus peleas. Ellos sí que viven en una burbuja y no las aulas escolares. La redondez de sus discursos, el lustre de las banderas, los dispensadores de gel en el metro, la oportunidad de sus ruedas de prensa, ¿son más importantes que los muertos? Les puede la burocracia, la egolatría, la estupidez, la astucia, el cálculo electoral, los regalos de sus promotores, ¿qué es lo que pasa? Cómo pueden unos ser tan torpes y los otros tan astutos. Era Bertolt Brecht el que escribió aquello: “Primero se llevaros a los judíos/pero como yo no era judío no me importó/Después se llevaron a los comunistas,/pero como yo no era comunista, tampoco me importó./Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero, tampoco me importó./ más tarde se llevaron a los intelectuales,/pero como yo no era intelectual, tampoco me importó./ Después siguieron con los curas,/pero como yo no era cura , tampoco me importó. /Ahora vienen a por mí, pero es demasiado tarde.”
El virus también viene a por ellos, serán los últimos, pero irán de cabeza.
Creo que ya está bien de corrupción, de incompetencia, de tanto lucimiento de cabezas huecas. Necesitamos gente lista, honesta, con voluntad de servicio público, generosa, que no solo hable para denostar al adversario.
¿Qué podemos hacer nosotros? Las personas a las que solo nos mueve el interés de salir cuanto antes de esta y odiar lo menos posible. Mis amigos, vecinos y conocidos son responsables, guardan las distancias, se ponen la mascarilla, salen de casa lo imprescindible, se lavan las manos.
Por cierto, ¿sabían ustedes que las hormigas tienen en la entrada del abdomen una bolsa extraordinaria que podríamos llamar la bolsa o el buche social y que la ciencia que las estudia se llama mimercología? Es muy interesante.
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