BALCONES

Rafael de Frutos Brun – Montejo de la Sierra 

Según la Real Academia, un balcón es una plataforma que sobresale de la fachada de un edificio a la altura de un vano protegida por una barandilla o muro.

Últimamente, los balcones han sido protagonistas a las ocho de la tarde, durante casi tres meses, ya que hemos salido a ellos aplaudiendo como muestra de agradecimiento y solidaridad hacia los sanitarios españoles que estaban luchando con todas sus fuerzas por un bien común, y hoy quiero hablaros de los balcones de mi pueblo, porque creo que, en el pasado, también han tenido cierta importancia. Es verdad que con las construcciones nuevas ha llegado un enemigo del balcón, que le ha desplazado y no poco, y es la mal llamada terraza, que podemos ver en varios edificios. Entendemos ¡cómo no! que la terraza es más grande y en ella podemos tener la botella de butano, la escalera de mano, el cubo de la fregona, pero eso la convierte casi en un almacén o algo similar. La casa que en su fachada tenga un par de balcones es otra cosa. 

Un servidor se ha preocupado de dar una vuelta por el pueblo y observar, contar y fotografiar los balcones de Montejo. He contado 132 y los hay hechos de forja, (desgraciadamente los menos), de madera y de hierro, pudiéndolos catalogar en antiguos, modernos, buenos, menos buenos y regulares.  Algunos han sido pintados, otros tienen alguna parra con sus sarmientos enroscados en los barrotes, en otros hay flores y en otros las golondrinas han construido sus nidos. ¡Cuántos recuerdos nos traen los balcones!, ¡y cuántos se han ido en la furgoneta del chatarrero porque en la casa nueva vamos a poner terraza! 

El Ayuntamiento, por supuesto, tenía el balcón más grande del pueblo, a veces estaba adornado con varios maceteros, que estaban como dando escolta a la bandera. Pero cuando el balcón del Ayuntamiento lucía con todas sus galas era cuando recibíamos la visita de personalidades y junto a los susodichos prebostes veíamos en el balcón a toda la Corporación del Consistorio, acompañados del médico, el señor cura, los maestros y algún comerciante. Y desde allí se hablaba al pueblo de sus posibles mejoras, como por ejemplo la traída del agua, o el arreglo de las carreteras. Estas ocasiones, raras, pero que existieron, terminaban con unas jotas en la plaza y con los aplausos desde el balcón. 

En los balcones de las viviendas la mejor colcha de seda siempre estuvo colgada al paso de la procesión del Corpus y en el otro balcón la sabana de algodón o lienzo con el pañuelo del Ramo. Allí estuvo colgado una semana el lazo negro cuando murió el abuelo. Y el día que se publicó la hija, allí había un ramo de flores. Cuatro veces, en las primaveras de todos los años, aquellos balcones, donde había mozas solteras, estuvieron adornados con retama de piorno por aquel chaval al que le había tocado por suerte ser su mayo aquel año. Y cuando llegada la fiesta del pueblo todo el pueblo adornaba sus balcones con sus mejores prendas o banderas. Y cómo muestras madres y hermanas, al llegar el tiempo bueno, buscaban los geranios y enredaderas más bonitas con la ilusión de que su balcón fuera el mejor. Desde esta pequeña ventana, a la que con su permiso nos asomamos cada mes, un servidor invita a que recuperemos las flores y adornos en nuestros balcones y estoy seguro que el pueblo mejorará. Tenemos un pueblo precioso y viene mucho turista y tenemos flores y plantas olorosas por doquier. Vamos a adornarle y cuidar y seremos y nos sentiremos más felices. Y los que nos visiten seguro que vuelven.

Rafael de Frutos Brun

Montejo de la Sierra 

Septiembre2020

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