HABLAR PARA TODOS

Rosa Ortega Serrano

Eso y saber escuchar. También ayudar a otros a entender y serenar los ánimos, no alarmarse, cuidar la salud mental, enamorarse y ver que no todo tiempo pasado fue mejor. Fórmulas para estar bien, no mejor, sino bien. No es la nueva normalidad, ni como dicen otros la nueva anormalidad, es lo que nos toca vivir ahora y vamos a ver cómo aprendemos a disfrutarlo. Las palabras cooperación y altruismo pueden ayudar. Crear certezas a base de información certera no sería mala cosa, ni tampoco adaptar el cuerpo a los sobresaltos y a los cambios constantes de planes: cada día repasamos el número de brotes, lugares, medidas extraordinarias, modificamos la reserva del apartamento, dudamos si quedarnos en casa porque se acerca el día previsto para las vacaciones y nos puede la responsabilidad de cuidar a los demás.
Esta semana he salido por primera vez fuera de la sierra y he comprobado que padezco el llamado “síndrome de la cabaña”. Estaba tan contenta en un entorno que me protegía y al que podía proteger que casi no veía más allá de dos metros de distancia y con la boca tapada. Después he visto el mar y merece mucho la pena.
Que iba a ser un verano diferente, ya lo sabíamos, pero siempre sorprende que el mal sea de todos. Habíamos aprendido a asumir las diferencias, de clase, de género, de pensamiento, de vida, de mediocridad o de cultura. Y ahora desde Arizona hasta China, pasando por Túnez y Nueva Zelanda, todos huimos de los contagios, aunque unos a pie y otros en carroza blindada.
Hace tiempo que mi hijo me decía: “Mamá, ahora veremos por dónde nos llevan, si por la vía de la economía o de la salud.” Y se han inventado los sellos de “turismo seguro” o “COVID-free”. Pero, ¿cómo vamos a estar libres de COVID-19 si el virus está por todas partes?
Todo esto sobre inquietudes banales que nos llevan a veranear en un sitio mil veces visto o a quedarnos en casa, pero si la duda es sobre volver a abrir los centros escolares, nos invade el desasosiego.
La incertidumbre en este caso se vuelve militancia. Los jóvenes que pueden opinar dicen que prefieren ir al instituto a que abran las piscinas y los bares, los niños opinan a través de sus padres, inquietos por el trabajo. ¿Sería posible que en aras de su conocida transparencia la Consejería de Educación informase también a las familias de los distintos escenarios sobre los que se trabaja para iniciar el curso en septiembre? Reconozcamos que es complicado ofrecer soluciones, pero se conformarían con hipótesis de trabajo, conocer la buena práctica que llevan a cabo los técnicos y sentir que los responsables de la planificación están haciendo su tarea.
No puedo resistirme a introducir el poema de este mes con estas palabras de Heidegger “quien quiera respuestas que guarde silencio, quien busque preguntas que lea poesía”, son de gran ayuda, porque es una certeza máxima sobre la paciencia.

“La voz de la lluvia”, de Walt Whitman ( Nueva York; 31 de mayo de 1819 – Camden, Nueva Jersey; 26 de marzo de 1892)

¿Y quién eres tú?, le dije al aguacero que caíasuavemente,Y, cosa extraña, me dio la respuesta que así traduzco:Soy el Poema de la Tierra, dijo la voz de la lluvia,Eternamente me elevo impalpable desde la tierra y desde el mar sin fondo,Hacia el cielo, de donde, formada vagamente,cambiada del todo y, no obstante, la misma,Desciendo a bañar sequías, átomos,acumulaciones de polvo del globo,Y siempre, de día y de noche, devuelvo la vida a mipropio origen y lo purifico y lo hermoseo(Porque la canción, brotando del lugar de su nacimiento, ya cumplida, errante,Atendida o desdeñada, vuelve a su tiempo con el amor).

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