EL ABUELO

Hoy día mundial de la Poesía recordamos una de las poesías de 

Rafael de Frutos

Montejo 22-10-2014

Tiene Montejo un hayedo,

que es de interés natural,

al que todos le llamamos

El monte del Chaparral.

Y al visitar este monte,

si lo miras con cariño,

le admirarás como adulto

y le querrás como un niño.

 

Yo quiero hablar con un roble,

de este monte de mi pueblo,

que está a la entrada del mismo

al que yo le llamo ABUELO.

Cuando le miras de cerca,

tu alma allí se recrea,

lo encontramos porque está

entre el río y la vereda.

Y si llegan tus amantes

hasta aquí que quieren verte,

les hablas al corazón

y consiguen entenderte.

Yo quiero que tú me hables

y que me cuentes tu historia,

que sabes que a mí me encanta,

la que tienes en memoria.

Dicen que eres elegante

y también extraordinario,

y los mayores me cuentan

que tienes ya muuuuchos años.

Dime que has visto al Jarama,

en el correr de los tiempos,

que se alborotan sus aguas

con las nieves del deshielo.

Dime que has visto volar

al águila y sus polluelos,

a la paloma torcaz,

y también al pico negro.

Que dejaste tus bellotas

en otoño por aquí,

y nacieron nuevos robles,

si no se las comió el jabalí.

Dime que escuchaste al corzo

cuando llega la berrea,

y que venía su amada

y que después se aparea.

Cuéntame querido Abuelo,

el día que murió Pablo,

que, al arrancar un acebo,

se le cayó encima el árbol.

Y cuenta cómo su padre

vino a buscarle a la tarde,

aquí se pasó la noche

sin conseguir encontrarle.

Y cómo le daba voces

llamándole: ¡Pablo, Pablo!

Sólo al cárabo escuchó

entre tus ramas volando.

Dime cómo aquel vaquero

venía aquí con sus reses,

subía por primavera

bajándose a los tres meses.

Encontrando una pastora

que pastoreaba por aquí,

a quien cantó una canción

y ella le dijo que SÍ.

Se sentaron junto al río,

se cogieron de las manos,

y mirándose a los ojos

quedaron enamorados.

Has oído muchas veces 

las tormentas de verano,

el retumbar de sus truenos

desde los cerros al llano.

Vinieron los fabriqueros,

que hacían carbón vegetal,

aquí hicieron sus horneras

para después los quemar.

Han pasado por tu lado

estudiosos y pastores,

visitantes y poetas,

amantes y labradores.

Parándose junto a ti

para admirar tu belleza,

que se disfrute en el alma

y amar la naturaleza.

¡Qué lástima que no le hables

a quien pasa por tu lado!

A mi corazón le hablas

y de ti me he enamorado.

Y como escucho tu voz

porque entiendo tu lenguaje,

he decidido escribir

por rendirte un homenaje.

Eres como un buen abuelo 

que cuenta cosas al nieto,

ya que sabes más que nadie

que “eres un libro completo”.

Me marcho querido Abuelo

y aquí en tu sitio te dejo;

mientras tú sigas de pie

 

harás más grande al Hayedo.

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