Rafael de Frutos Brun – Montejo de la Sierra
Así reza manuscrito en la cubierta del libreto, compuesto por 28 pliegos de papel de barba, cosido y sujeto por un cordelillo de arriba a abajo en la parte izquierda del mismo. Sus hojas, de color amarillento, dobladas en sus esquinas, con algunas heridas por el tiempo y alguna cuenta garabateada en su cubierta. Y en su primera página y sólo por una cara, nos encontramos con los estatutos de una Hermandad que se fundó el 14 de febrero de 1901 y que, si aún existiese, hoy tendría 119 años.
Cinco vecinos del pueblo, Escolástico Martín, Dimas Brun, Pedro Martín, Liborio Heras y Julio De Frutos, se reúnen para crear una “asociación o ermandá” con las condiciones siguientes:
- Se nombra un alcalde y un suplente, con la facultad de castigar que falte de las condiciones que se impongan y llevar cuenta de los fondos que se recauden.
- Todos los socios están obligados a acompañar a la conducción del cadáver hasta el cementerio y el que falte será castigado en media libra de cera si no le representa uno de la casa mayor de catorce años.
- De la Corporación saldrán cuatro individuos para llevar el cadáver, según vaya tocando por vecindad sin cobrar nada.
- Cuando el enfermo esté administrado irán dos personas por la noche a velarle (a no ser que la familia lo rehúse) sin derecho a cobrar nada.
- Para acudir a los gastos que haya de cera o alguna otra cosa contribuirá, con 50 céntimos de peseta cada un individuo al entrar en la hermandad.
- El que para el día 1º de marzo no ingrese en la compañía y quiera serlo pagará una peseta y cincuenta céntimos.
- El que tocándole desempeñar un cargo y no lo hiciere será castigado en una peseta o destituido de la compañía si no paga la peseta.
- Será cargo del alcalde distribuir la cera y recogerla, y pasar lista para ver las faltas que haya. Habrá un alguacil con el cargo de avisar a los que fuere tocando llevar el cadáver y recoger el certificado del médico y del juez.
Hasta aquí los estatutos del acta fundacional firmada por la Corporación. En las tres páginas siguientes, un documento irrepetible de gran valor con las firmas de 103 mujeres y hombres del pueblo, de su puño y letra los que sabían, y otros que firmaron por los que no sabían “a ruego de …” o por los que faltaban “por ausencia de …”.
Estos casi 120 años de la Hermandad los podemos dividir en tres grupos o periodos de 40 años cada uno para poder ver y comparar la evolución, los cambios y la finalización de la misma.
En el primer grupo se acuerda que todos los que tengan un cargo lo harán completamente gratis “excepto el sepulturero que cobrara tres reales por cada hoyo grande y dos por lo pequeños”, misión que recaerá en Apolonio. Las demás faenas como “velar al enfermo, llevar el féretro al cementerio, repartir y recoger las velas y comprar la cera para acompañar se hará por ruta.” También “se llevarán 50 velas en los sepelios y ocho en las misas. Pasar lista en el cementerio. Gravar con media libra de cera al que faltare, y lo que hubiere que comprar se hará con cargo a la Hermandad” como “una camilla, una tela, correíllas, un martillo, clavillos y un candado.”
Como curiosidades de este periodo sabemos que en el año 1902 los ingresos ya fueron de 259 reales. Y que el hoyo grande en 1910 ya costaba una peseta, cuatro reales, y que en 1919 acuerdan comprar un décimo de lotería de tres pesetas “con la obligación de enseñarlo a varios individuos antes del sorteo.” Con el excedente de caja también se compran “cuatro arrobas de vino que importan cincuenta y siete pesetas” para repartir un cuartillo a cada vecino.
Pasados los primeros cuarenta años la Hermandad ha crecido y cada vez son más los socios y más el dinero. En este segundo periodo se hace referencia a la entrega de las cuentas durante las juntas anuales y todo es normal. Como dato mencionar que en el año 1969 un entierro costaba 1.500 pesetas y que el beneficio de caja para ese año fue de 5.184 pesetas.
Y llegamos al tercer período durante el que cambian muchas cosas y muy rápido. Como que cuando muere algún asociado de la Hermandad en Madrid capital, en algunos casos, ya no le traen al pueblo. Que las sepulturas se hacen más grandes, pagando lo mismo que las otras más pequeñas. Que se visten con ladrillos por dentro y se colocan más lápidas. Que todo está más caro, por ejemplo, en el año 1989 mueren 5 personas que importan 50.000 pesetas en ayudas, más otras 30.000 pesetas para los hoyos y 5.000 pesetas para el sacerdote. Total 85.000 pesetas que han de soportar las 1.000 pesetas de cuota que pagan cada uno de los 94 socios que quedaban ese año. También cambia que ya va al cementerio el que quiere y encima sin velas. Pero la puntilla la pone el Ayuntamiento cuando decide ampliar el cementerio y encargarse él mismo de los trámites para el entierro. Como consecuencia de la unión de todos estos factores la Hermandad se disuelve y desaparece en el año 2003.
Y así aparece firmado por los responsables de la misma en la última acta de ese año.
Este es un pequeño homenaje hacia una asociación que existió en Montejo, que forma parte de su historia y que muchos desconocían. Y somos lo que somos por las historias que hicieron los que vivieron y murieron antes que nosotros.
Febrero 2020
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