1804-1903

Rafael de Frutos Brun – Montejo de la Sierra 2019

Intentaba un servidor averiguar la fecha en que falleció un ascendiente suyo, cuando junto a la ficha del mismo vio una partida en que figuraba el nombre de José Epifanio, sin apellidos, sin padres, sin hermanos. Toda la ficha en blanco, solamente decía: falleció el 12-04-1804, con un año de edad, y al final ponía “inclusero”. La curiosidad me hizo coger el diccionario y buscar su significado. Encontré: inclusero, ra: 1. adj. coloq. Que se cría o se ha criado en la inclusa. Busqué también: inclusa y dice: 1. f. Casa en donde se recoge y cría a los niños expósitos.  Nombre que proviene de Nuestra Señora de la Inclusa, imagen de la Virgen traída en el siglo XVI de una isla holandesa llamada “L’Ecluse” y que fue colocada en la casa de expósitos de Madrid. Busqué expósito: 1. adj. Dicho de un recién nacido: Abandonado o expuesto o confiado a un establecimiento benéfico o inclusa. 

Dicho esto, y después de consultar muchos apuntes y notas, he reunido información sobre los incluseros e incluseras en Montejo. Pero antes haremos un poquito de historia. 

 

La institución empezó a funcionar hacia 1586 en el Hospital de Niños Expósitos y Desamparados, recogiendo a los niños y niñas que eran abandonados en portales, atrios de iglesias y tornos de conventos. Pero no fue hasta 1804 cuando desde este hospital, que ya se llamaba De Nuestra Señora de la Inclusa, y el Colegio de la Paz, llegaron los primeros incluseros a Montejo. Según la Tesis Doctoral de doña Carmen Maceiras Rey, los pueblos en los que se encontraba mayor número de incluseros y en mayor espacio de tiempo eran Pedro Bernardo (Ávila), Almazán, Torremocha de Ayllón y Burgo de Osma (Soria), Pastrana (Guadalajara), Montejo de la Sierra (Madrid), … entre otros. La mayoría, minúsculas aldeas de un reducido número de habitantes. Y para “resolver” el problema del elevado número de criaturas, cifra siempre superior al de nodrizas disponibles en la Inclusa, tomaron la determinación de enviar a los niños a criarse fuera del establecimiento. Las nodrizas internas de la institución que amamantaban a las criaturas cobraban 35 reales, mientras que las que prohijaban niños y niñas en los pueblos cobraban 50 reales, con el compromiso de no devolver al niño o niña hasta los dieciocho meses. A partir de esa edad tenían el derecho de adoptarlos. Además, dichas nodrizas tenían que presentar una certificación de buena conducta y limpieza firmada por su respectivo cura párroco y por el alcalde del pueblo. 

Como ya he dicho, en Montejo se prohijaron bastantes niños y niñas de la inclusa. Les diré que yo conocí a dos de ellos que vivieron en el pueblo formando sus respectivas familias.  

Pero fueron muchos los que no lograron sobrevivir debido a las condiciones de salubridad y alimentación que encontraron en sus nuevos hogares, después del penoso traslado desde Madrid a Montejo, sin carreteras y a lomos de una caballería o en un carro, durante varios días. Dos preguntas que nos quedan sin resolver son: ¿quién les acompañaba en el camino? y ¿cómo se hacía la selección de los infantes que mandaban a los pueblos?

Lo que sí sabemos es que una vez que llegaban al pueblo, eran las Damas de Honor y Mérito, junto con el cura, el médico y personas distinguidas por su “honestidad y buenas costumbres” las que asignaban los incluseros a las familias. Por lo general se les daba a familias que habían perdido a alguno de sus hijos en el último año. Aunque, ¿era adecuado para el recién llegado lactante el alimento de la nueva madre según su edad? Si el niño ya tenía cinco meses ¿era bueno el alimento que le daba una señora que había sido madre el mes anterior y estaba desnutrida y anémica?  

Ya he dicho que Montejo fue uno de los pueblos donde prohijaron bastantes niños y niñas de la inclusa, concretamente 43 varones y 39 niñas, en total 84, entre los años de 1804 al 1903. De ellos sólo alcanzaron la mayoría de edad tres. Enrique que vivió 85 años (pastedGraphic.png1953), Bibiana que vivió 30 años (pastedGraphic.png1896) y la Sra. Paula, que llegó desde La Puebla por su matrimonio, de la que desconocemos su edad a la hora de la muerte pues no hubo partida de nacimiento (pastedGraphic.png1981). Hubo otros dos que llegaron a la pubertad, muriendo Quitero a los 16 años de edad y Niceto a los 9 años de edad. ¡Todos los demás, 79, murieron con tres años o menos! De ellos, 48 murieron sin haber cumplido un año. 

 

De verdad que impresiona tener que escribir estos datos, pero están registrados y aunque no sabemos a qué edad los trajeron, si constan sus nombres y apellidos, pues llegaban todos bautizados, y quién fue su familia de acogida. Como curiosidad me permito indicar los nombres que más se han prodigado en los traídos al pueblo. Fueron por parte de las niñas el de María y en el caso de los niños José. No podía ser de otra forma. 

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