EL HOSPITAL

ChiomoMarcos14

Chimo Marcos 

Así (con artículo delante hoy quiero contar lo que para mí significa este nombre, tan común como importante, significa en mi vida y en la de casi todo el mundo, incluyendo a los jóvenes y a los aún más jóvenes. Ir al hospital es señal de que algo dentro de los humanos no va bien, al menos no va según los parámetros que nosotros mismos nos hemos fijado.

DeberÍamos empezar por considerar que al hospital nadie quiere ir, al menos interés por hacerlo tampoco es la visita ideal para cualquier adulto, exceptuando quizás, y eso siempre con desgana, para visitar a algún enfermo, pero nunca para atención a nosotros mismos. 

Luego, una vez que hayamos conocido la estancia en cualquier hospital, supongo, pues yo voy a hablar, basándome en mi experiencia, en mis estancias en La Paz, en Madrid, podemos cambiar o no nuestra idea previa sobre esta institución e intentar, como yo hago ahora, contar como veo yo las posibles experiencias hospitalarias en nuestra propia carne. 

 

Todavía es preferible visitar un hospital que hacerlo al cementerio –nuestro inevitable final- por dos razones muy comprensibles: allí nadie te importunará con preguntas ni sabias ni tontas, mientras que en el hospital la presión en este sentido es constante. Los bien intencionados te dirán que has tenido suerte de estar ahí, precisamente en el hospital en que te encuentras; luego, casi sin solución de continuidad, en un alarde de incongruencia, se unirán a ti en tus cuitas por la situación en que te encuentras, dejándote más desmoralizado todavía. 

No recuerdo ninguna situación antigua, de las que tenemos por viejas fotos o películas en blanco y negro, novelas, artículos periodísticos de principios del siglo pasado, etc. que las fotografías que muestren son estados que parecen de penuria en los protagonistas. Incluso cuando se trata de dar noticias sobre alguna persona de rango superior, sus copartícipes en la foto parecen estar siempre al borde de la miseria. Fíjense ustedes y verán.  

Y es que los hospitales, salvo muy pocas excepciones, eran para los pobres, eran el paso, quizá superior, al asilo. Los ricos en cambio se curaban en sus domicilios, adonde acudía el médico que fuera necesario; el propio, que ya sería conocedor de la mayor parte de las afecciones del paciente adinerado y al que con frecuencia servía para animarle, aunque se estuviera muriendo; también al eminente, al que se buscaba dada la gravedad del paciente. 

Yo, cada día estoy más contento de tener este hospital, que me ofrece gratuitamente la Seguridad Social de España, donde he vuelto a insistir pasando una semana por un vulgar cateterismo y una vez terminada mi convalecencia (tengo otra que durara un mes aproximadamente, para evitar que los stens (creo se escribe así) que me han implantado en las arterias se salgan del sitio donde deben estar. 

En esa semana he gozado (otros dirán he sufrido ) la compañía de otro paciente en la misma habitación del hospital.  Seguramente he tenido suerte, pues todos y han sido varios los que han pasado por la cama de al lado, sin duda con menor  gravedad de lo que a mí me ha aquejado, eran gratos de compañía obligada.

Años atrás, antes de mi jubilación, ocupaba habitaciones individuales, pero pagaba una suma importante mensual, que además años atrás fue subida de un año al otro de forma inmoderada, quizá también por haber yo alcanzado los 80 años. Esto ocurría con hospitales privados, no   sostenidos por la S.S. como sí lo está en el que me he referido todo el rato. 

La calidad de los médicos y de los aparatos que la medicina moderna exige están tan bien representados en los hospitales atendidos por la S.S. como por cualquier privado.  En cuanto a la calidad humana, médicos y enfermeros/as es la mejor que el nivel del país ofrece. Dudo, sin poner en cuestión la profesionalidad de otros, que la alta cualificación que veo en el hospital que me atiende sea inferior a los de la sanidad privada. Aparte de que en muchos casos son las mismas personas en ambas instituciones.

 

Esta columna mía no tiene otra intención que resaltar ante quienquiera dudar de la diferencia entre ambas, considerando la S.S como inferior en calidades técnicas o humanas, que se equivoca y que siempre que podamos, con nuestro esfuerzo económico cuando sea necesario y no imprescindible para nosotros, lo aportemos con el convencimiento de que nos ayudamos a nosotros mismos, pues está demostrado que nuestro paso por un hospital u otro está a la vuelta de la esquina si tenemos la suerte de seguir vivos. 

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