RESERVAS PEDAGÓGICAS, ¿Educación o turismo?

AntonioRuiz74

EQUIPAMIENTOS PARA EDUCACION AMBIENTAL –XV

Antonio Ruiz Heredia

Si bien, en un principio, cualquier entorno puede ser objeto de estudio y, por lo tanto, se pueden extraer conclusiones interesantes, mucho mayor aprovechamiento podremos obtener de aquel que, rodeando una granja-escuela, un aula de la naturaleza, un campamento naturalista o un centro de interpretación, ofrezca características tales como para que podamos considerar al conjunto como “reserva pedagógica”.

Lo que podría llegar a  conocerse como “reserva pedagógica” habría de constituir un espacio dotado de unas condiciones específicas, en cuanto a su conservación, y donde no deben estar reñidos los aprovechamientos tradicionales con los rincones salvajes.

 

Pueden existir áreas  que se utilicen como “reservas pedagógicas” y que, sin embargo, pertenezcan a propietarios particulares  o a municipios, con los que se pueda llegar a un acuerdo en cuanto a su uso didáctico. Igualmente, puede tratarse de zonas  administradas por el estado o las comunidades autónomas.

Estos espacios incluso podrían estar dotados de algún tipo de equipamiento poco agresivo, como de hecho ya sucede en algunas de las existentes, que podría consistir en una mera señalización mediante estaquillas, de una o varias rutas o itinerarios, estando las paradas en función del estudio y/o contemplación de determinados fenómenos, características del terreno, especies botánicas o faunísticas etc., sin que por ello resulte imprescindible su señalización, ya que al tratarse de itinerarios guiados, los monitores pueden realizarlas o no según su conveniencia o la época del año en que se lleve acabo la actividad.

En ocasiones, sobre todo cuando se trata de “Centros de Interpretación” ubicados en espacios naturales protegidos, todo esto se complementa con una serie de dependencias, donde los visitantes pueden realizar labores de recordatorio o puesta en común de aquellas experiencias de campo que han tenido anteriormente durante la actividad. También pueden ampliar datos mediante la contemplación de paneles informativos, proyecciones de vídeo o diapositivas y mediante la observación de maquetas, esquemas, planos y naturalizaciones.

Sin negar el valor visual y educativo, que un montaje semejante pueda llegar a tener para que, por ejemplo, un grupo de escolares realicen estudios complementarios, dentro de una  experiencia  de  campo,  tanto  de índole medioambiental extraescolar como curricular, habremos de admitir, tras un análisis algo crítico, que el excesivo dirigismo –carteles por todas partes, flechas e indicaciones, rutas  marcadas con paradas preestablecidas-,  aparte de causar cierto deterioro en ese medio que precisamente decimos proteger, puede llegar a crear en los visitantes una sensación de santuario, museo o cuanto menos de ruta turística.

Por ello pensamos que sería muy importante poder establecer un cierto equilibrio, dejando tal vez los montajes de cierta consistencia o aparato para el interior de un aula y que la naturaleza sugiera, incite y fascine por sí sola.

Los descubrimientos que los visitantes –escolares o adultos- sean capaces de hacer, tanto en la ciudad (donde igualmente ha de haber centros de interpretación) como en el campo –medio transformado por el hombre y medio natural- han de ser precisamente realizados por ellos mismos. Para esto, sin que pueda  llegar a tacharse de dirigismo, contaremos con la profesionalización de los monitores y monitoras que suscitarán y provocarán pautas útiles y necesarias para posteriores observaciones, experiencias y sensaciones.

He podido observar a lo largo de múltiples visitas, que al usuario puede llegar a resultarle tedioso circular en fila india por un camino marcado en pleno  campo, del que nadie puede salirse por no “estropear” nada, al tiempo que toman notas o rellenan, con los datos que el o la guía recita de memoria en cada “parada técnica”, el típico cuaderno editado a todo lujo, que puede no valorarse lo suficiente por resultar gratuito.

Efectivamente, cualquiera puede darse cuenta de que se trata de una enfatización, un tanto exagerada, de lo que habitualmente conocemos como “rutas programadas”, que se  crean  constantemente  por  toda  nuestra  geografía, en la mayor parte de los casos con toda la buena intención del mundo. Pero no se puede dejar de señalar que aquello, que  ha sido en un principio una buena idea, con el transcurrir del tiempo puede llegar a aburrir bastante si no ponemos los medios para remediarlo.

 

continuara

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