Chimo Marcos
Imaginen ustedes por unos momentos lo que yo pienso como posible en cuanto a la solución a muchos problemas políticos que nos atañen a los españoles y metamos en ese mismo saco a todos los que poblamos lo conocido por la Península Ibérica.
Por una decisión general y por ello aplicable en tiempo y forma, la República Ibérica, posiblemente confederada (lo más parecido a Suiza) quedaría formada por lo que hoy es España y Portugal, pero con una división aceptable para todos y que, en la mayor parte posible sería un ente político que se definiría con ese nombre y que habría hecho aceptación de los principios de cualquier democracia, basándose para ello en cualquiera y en todas las habidas hasta la fecha, evitando así en lo posible el desvío hacia fascismos o dictaduras, por lo cual en ningún momento habría necesidad de líderes carismáticos, nombrados eso sí por la mayoría posible o en todo caso aquella persona en que recayesen los mayores apoyos.
Se dirigiría en tiempos limitados bien marcados. Todas las hoy diferentes comunidades españolas serían como naciones (por mejor nombre) con personalidad definida, propia e individualmente reconocida, tanto en sus costumbres/leyes, lengua general y propia de su identidad y aceptación de la de mayor penetración para su conocimiento general y expresión de la nueva república ante el resto del mundo. En el caso que nos ocupa, esta lengua sería por su natural desarrollo ya logrado, el castellano pero que se definiría como el Republicano Ibérico.
La misma pauta sería la señalada para aquellas otras, provenientes de Portugal, es decir, sus provincias, que serían igualmente reconocidas en su personalidad. En la práctica política, además del reconocimiento de lo anterior, habría que definir al menos tres ciudades que actuasen como capitales (siempre a efectos políticos) y que podrían ser (por orden alfabético) Barcelona, Lisboa y Madrid. Lógicamente el tiempo en que dispusieran de la capitalidad no podría ser ni demasiado breve, ni tan largo que impidiera el normal desarrollo de la idea de buen funcionamiento de la Confederación. Por ejemplo podrían ser capitales por períodos de cinco años, manteniendo las otras dos los correspondientes organismos, pero como vicarios sujetos al dictado del que ostentase en esos momentos la capitalidad. La primera muestra del nacimiento por consenso de este nuevo ente podría demostrarse nombrando a un primer Presidente del Gobiern-o, Jefe del Estado por tanto, al actual Rey, D.Felipe Borbón, que ostentaría esa distinción que, repito, por consenso y de corta duración, solo uno o dos años, lo que permitiría irse acoplando a todos los nuevos factores de la Confederación. Al término de ese período se procedería a una votación en todo el territorio, que sería a partir de entonces la forma habitual de elección del Jefe del Estado.
Para todos los acuerdos con terceros países, organizaciones internacionales, etc. deberían reunirse los pares de las capitales en el domicilio de la que en esos momentos ejerciera el poder común. Los acuerdos relativos a la marcha de la República, puesto que afectarían a todos por igual, seguramente crearían en algunas ocasiones diferencias de criterio que, si fuese necesario para sus solución, deberían dirimirse entre los componentes de los diferentes organismos (ministerios u organismos con nombres nuevos) que recabarían las opiniones de sus ciudadanos y las presentarían al que en esos momento ejerce el poder en la República y que, de no resolverse, obligarían a consultas a todos los componentes de los diferentes grupos en un único referéndum plebiscitario, pero vinculante para el total de la República.
Ante la complejidad del tema, – que ya se le había ocurrido de un modo parecido a Don Manuel Azaña en los años 30 del pasado siglo – me harían muy feliz y seguramente no solo a mí, si se animasen los posibles lectores de esta columna a de algún modo contestarme, indicándome sus ideas al respecto; sus diferencias de criterio; sus ideas de mejora del planteamiento e incluso su total rechazo del mismo (en ese caso agradecería una explicación de las razones). Por mi parte contestaré sin falta en una posible columna posterior (con la ayuda de Senda Norte) en la que reflejaré la información recibida y el resultado de la misma, sin callarme nada, sea esta una aprobación de parte o el todo o el más grande rechazo a la totalidad de esta sugerencia mía.
Sé el primero en comentar sobre "LA CONFEDERACIÓN REPUBLICA IBERICA (Nunca más fascismos ni otras gracias dictatoriales, puesto que todo es pura ficción)"