Antonio Ruiz
En la actualidad disponemos en nuestras manos de multitud de ofertas tanto públicas como privadas, algunas de ellas tremendamente novedosas, que nos pueden servir de apoyo a la hora de acercar a nuestros alumnos a la naturaleza o a la ciudad en un heroico intento de ayudarles a concebir, entender y conocer el medio que nos rodea.
Estos equipamientos –Granjas-escuela, Centros de interpretación, Aulas en la naturaleza, Itinerarios o rutas guiadas, Campamentos naturalistas, Colonias infantiles o Centros de Educación Ambiental en general, muchos de ellos ya consolidados por la fuerza de años de trabajo de sus promotores, por la larga experiencia de sus trabajadores, a causa de la variedad de as actividades y del entorno, constituyen un abanico inapreciable para los monitores y profesores que quieran utilizarlos.
Existen varios tipos de equipamientos, como hemos visto, cada uno de ellos con una serie de características especificas que los diferencia de los demás, A continuación haré una reseña de lo que de manera global se piensa y/o se espera de cada uno de ellos.
1.- EL EJEMPLO PRÁCTICO DE LA GRANJA-ESCUELA.
El recurso educativo conocido como «Granja-Escuela» ha pretendido desde el principio llegar a ser una alternativa didáctica distinta y renovadora basada, a la hora de plantear las actividades, que son fundamentalmente prácticas, en dos aspectos esenciales:
1.-Acercamiento al medio rural. Toma de conciencia de lo que significa la «explotación» de los recursos naturales para la transformación, elaboración y aprovechamiento de materias primas con fines de alimentación humana y de los animales: relación hombre-animales-plantas.
2.-Observación del entorno natural. Adquisición de hábitos positivos hacia la naturaleza.
Estoy convencido de que la interrelación entre estos dos aspectos tan importantes que se pretende destacar, resulta fundamental a la hora de que los escolares de nuestras ciudades puedan adquirir conciencia de lo que significa en sus vidas, no ya solo la naturaleza como medio ajeno y distante a nuestro propio medio urbano, susceptible de ser visitada y estudiada, investigados sus recursos y aprovechamientos –imprescindibles para la subsistencia del género humano- sino también la propia ciudad como ecosistema, con sus ventajas e inconvenientes, su influencia sobre las personas, la cultura y viceversa, así como el impacto que ejerce sobre el medio ambiente natural, en el que se integra.
Es fácil deducir que las posibilidades que ofrece el hecho de vivir unos días en una granja, para la curiosidad no sólo infantil, sino de cualquiera, son enormes, así como el ansia por aprender cosas nuevas y que pueden verse convertidas en realidad, al ser factible intercalar el trabajo físico, del cual los escolares podrían sacar interesantes conclusiones, con la observación de un mundo : el rural, tan alejado muchas veces de nuestras vidas, desarrolladas mayormente en el interior de una gran ciudad.
Es cierto que en una granja-escuela en la cual se pretenda llevar adelante un proyecto pedagógico integro y renovador con escolares, todo ha de estar en función los niños y niñas.
Como dijo Javier López-Rovers en Aprender en el campo (Granja-escuela La Limpia. Guadalajara. Cuadernos de pedagogía. Ed. Laia, Barcelona 1982) : «En un centro educativo donde la mayor parte de los trabajos son realizados por los niños y las niñas, la rentabilidad pedagógica es la única que tiene sentido.»
En este orden de cosas conviene destacar que, en el caso de la Granja-escuela, ha de imperar la variedad sobre el monocultivo, por la sencilla razón de solamente un completo «muestrario» puede hacer comprender a los escolares la realidad de la producción de alimentos de origen vegetal y animal en su conjunto y al tiempo está bastante claro también que un «muestrario» impide siempre la rentabilidad de los productos cultivados.
CONTINUARA…
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