Chimo Marcos
Lo titulo así porque creo que hay de verdad muchos tipos de acoso que, desde la infancia, el ser humano recibirá, casi seguro en un grado u otro.
El acoso parece ser un pan nuestro de cada día para muchas personas que lo sufren. Dice la Academia que es perseguir, apremiar o importunar a alguien con requerimientos excesivos , pero que se conviertan en difíciles o casi imposibles de rechazar por parte del acosado. Lo vemos en prensa y otros medios casi a diario, referido al que sufren los escolares.
Yo recuerdo haber tenido un cierto acoso por otros alumnos compañeros de colegio, pero que se limitaban a alguna burla que, yo siempre pensaba así, se debían a sus limitaciones estéticas o atléticas: yo era de los más altos; además jugaba bien al futbol. Ellos en cambio, los recuerdo bajitos y desmedrados y no daban una patada a un bote. Pido perdón por ello, a ellos entonces y al que me lea, ahora, por la suficiencia que pueda transmitir con estas aseveraciones, pero no veo otra explicación, pues en general en clase nos llevamos prácticamente todos muy bien. En todo caso nunca esos acosos afectaron a mi autoestima, ya tenía yo bastante freno a mi ego viendo mis deficiencias de alumno de entonces.
En cambio si ví cómo se les hacia la vida más difícil a algunos, por culpa de los mismos que se metían conmigo y por otros, pero no recuerdo ningún caso extremo. Al menos nada como lo que me pone los pelos de punta que se lee ahora con lo que está sucediendo en nuestras escuelas.
Hay otro acoso también por parte de los poderosos, que no tienen pudor en mostrar su poder y que se ve disfrutan haciendo ostentación del mismo. En sus roles de propietarios o altos directivos de empresas que, como digo sin traza ninguna de arrepentimiento, despiden a cualquiera de sus dependientes por cualquier nimia ocasión pero que no se ajuste a sus santas voluntades.
Luego hay otros acosos que, al menos por lo cuantitativos, superan con creces a los escolares. Me refiero al que aguantan las mujeres por serlo. Esto es consecuencia directa del machismo, naturalmente con diferentes grados de crudeza y también de peligrosidad, pero casi siempre por ser más débiles que los que se lo infligen. Y aunque nos hartemos todos de tachar de cobardes a los hombres que abusan en cualquier forma de una mujer, parece ser que esos hombres no se sienten descalificados ante el insulto que habla de su cobardía, siendo este insulto quizás el peor que pueda recibir un hombre.
Podemos ver esta forma de acoso en supuestos «grandes hombres», también casi siempre contra las mujeres. Tal el caso del presidente de los EE.UU, un tal Trump, que nos hacía reír con sus exabruptos, machismo del peor, ya que se basaba en su poder económico. Y todo porque en el fondo no creíamos que sus aspiraciones fueran a llegar a buen puerto para él, pero que ahora que el mal está hecho ha logrado hacernos llorar amargamente y si no cambian sus ideas, ahora con el poder casi omnímodo en sus manos, no me cabe sino decir: «que Dios nos coja confesados».
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