Rosa Ortega Serrano
Vine a la sierra para quedarme, aunque ni yo lo sabía. Esta acción tan importante en mi vida no tiene nada de especial porque lo hicieron muchas personas al mismo tiempo que yo y lo siguen haciendo, a pesar de las dificultades laborales y de esa tendencia del mercado global de potenciar el agrupamiento en torno a las grandes ciudades. Sin duda, la mayor parte de las personas que nacieron aquí en los años sesenta también llegaron para quedarse ¡era previsible! sus padres estaban aquí y sus abuelos, su herencia y sus tierras, esto no siempre coincidía con sus sueños, que circulaban con alegría por parajes lejanos, generalmente urbanos y ajenos a la presión familiar y al cobijo de la tierra. Hasta aquí una reflexión de Perogrullo o una perogrullada de reflexión. Pero me gustaría preguntar, a los potenciales lectores de este artículo, si creen que tienen más razones para sentirse serranos las personas nacidas en estos pueblos que aquellas que vinimos para quedarnos y construir un nido en el que criar a nuestros polluelos, alimentándolos con lombrices de esta tierra, pero que engordan con el sudor de nuestro trabajo, ya sea en la educación, la hostelería, la construcción o el mundo de los rentistas y busca vidas que tanto abunda en todos los sitios. Decía Emiliano Zapata que «la tierra para el que la trabaje» y Franco apuntaba a través de su ministro de trabajo «hagamos propietarios y no proletarios» y cada uno suma a otro su opinión sobre la tierra, su propiedad y hasta su uso. Yo digo: ¿qué más da? ¿Qué más da de dónde vengas, si vienes con ganas de construir y convivir? Dejemos circular a las personas y fluir las ideas, declarémonos independientes de la estupidez y la intolerancia, de los que se creen más listos o más guapos que los demás, de los que piensan que la tierra y los pueblos son suyos solo por derecho de nacimiento o de propiedad.
Por favor no fabriquemos patrias y mucho menos si estas nacen vacías. En España el índice de natalidad está por los suelos y la despoblación es alarmante. Quién quiere ser el alcalde de un pueblo vacío o el presidente de una España vacía, o el rey de una España vacía (por cierto el libro «La España vacía» de Sergio del Molino es muy interesante. En él nos cuenta que:» España es el país menos poblado de toda Europa, incluyendo la Europa del norte glacial. También es el país en el que más bruscamente se pasa de la superpoblación a la nada»).
Con todo esto y sabiendo que los refugiados llegan a España con cuentagotas ¿Quién se atreve a decir que en los pueblos hay empadronados de fuera y de dentro o que es más español el que más banderas pone en su balcón? Soñemos con una España llena de gente (sobre todo de niños), sin consignas, ni corruptos, ni banderas. Como nos dice el poeta: «creemos espacios de dignidad, recuerdo y respeto, para reconstruir nuestra maltratada sociedad». El poema es de Agustín García Calvo.
TÚ, CUYA MANO...
Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de aquella luna de Sumatra,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
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