Chimo Marcos
Pero ¿adónde vais? ¡Que vais como locos¡
Y es que no os fijáis, no os dais cuenta de que vais a morir cualquier día, aunque sea tarde, tarde con respecto a hoy. A lo mejor es que yo me he dado demasiada cuenta de esta desagradable realidad. En todo caso es real y es auténtica y todo el mundo la tiene aceptada sobradamente, pero con muchos añadidos y paralelismos que se supone que la desmitifiquen un poco y nos ayuden a sobrellevar la idea, que, reconozcámoslo, no es agradable.
Digo añadidos porque así es como veo yo el planteamiento que de la muerte tiene el mundo, mejor digamos las culturas, las civilizaciones varias e incluso las más remotas etnias, de ahora o de antes, Neandertales o las mal llamadas Homo Sapiens. Todas ellas, sin excepción, decidieron inventarse una religión, un buscar a un dios, o varios que la justificaran, de algún modo la dulcificaran. El primero fue el que se dio cuenta de que perdía a un amigo, a un amante, a un padre o a un hijo (y perdonar que use el masculino en estos ejemplos, pero es la costumbre, todos sabemos que lo mismo ocurría con el sexo femenino, que desgraciadamente también se morían. )
La primera persona, es decir el primer ser pensante, que vió la crueldad que suponían esas muertes, coligió lógicamente que la suya sería también una más, y algo tenía que justificarlas. Había que inventarse un demiurgo, algo que nos diera esperanza de que todos los esfuerzos realizados hasta llegar a esa edad pensante no serían en vano, y ¿qué mejor ídolo podríamos inventarnos que alguno que fuera capaz de volver a darnos vida; esa misma vida u otra mejor que la que habíamos tenido (no me atrevo a decir disfrutado) hasta la fecha?.
En este nuestro mundo, que a mí también me concierne, hemos descubierto la religión como esa solución . Nuestro Dios nos tiene preparado un Valhalla, un Paraiso, un etc. etc. que nos acogerá con amor y nos devolverá belleza por fealdad, bondad por maldad y eternidad por desaparición a fecha fija. Para ella lo hemos hecho con un Dios monoteísta, por contraste con otras civilizaciones que creen en dioses varios, situaciones también muy variadas y que mayormente vendrían a compensarnos por lo perdido en nuestra desaparición de la tierra.
Lo malo es que algunos, tanto los de unas como otras creencias, lo hemos pasado de forma muy diferente, y con frecuencia muy cruel, unos y los otros, por lo que es de suponer que nuestras esperanzas pueden verse defraudadas si no nos aportan aquello que no estamos teniendo y que creemos que sería una injusticia privarnos de ellas también en ese impreciso futuro.
Es curioso que en este tema, como en tantos, lo femenino venga a servir a lo masculino, tal las Valkirias, que cuidarían de los guerreros en el Valhalla; las huríes que en el paraíso harán la vida muy feliz a los varones musulmanes, y además para no perder su costumbre (aunque ahora haya quedado anticuada) habrá varias por cada uno de los felices mortales masculinos. Los egipcios, más prácticos ellos, pretendían un cielo paradisíaco también, situado al este de su localización presente, en un valle eternamente fértil. Lo importante, supongo, era no depender de El Nilo.
Pero el más descacharrante invento, al menos para Mark Twain que lo describía según el ángel que Dios había enviado a la tierra para que le informara, es el de que – según le decía en sus cartas «from the Earth» – los humanos cristianos, que no aguantaban sin impacientarse la media hora en misa (o el servicio protestante) en que se elevaban algunos cantos, pretendían creer que esperaban con alborozo el momento de estar en el cielo cantando alabanzas todos los días y a todas horas en una eternidad llena de alegría, bondad y belleza.
Resumiendo, creamos lo que nos convenga para nuestra tranquilidad espiritual, pero seamos moderados en nuestras expectativas. Alegrémonos por ejemplo de que el Purgatorio y el Infierno hayan desaparecido – gracias a los últimos Papas – de nuestra religión. Las llamas no nos torturarán ya más. Me atrevo a decir torturarán porque entiendo que no nos quemarían hasta darnos muerte, ya que entonces lo de eternidad no se compadecería con la lacerante situación. Y, sobre todo, tengamos caridad cristiana con los que en su paso terrenal lo pasan tan mal, pero que en el último momento caen en tentaciones horribles que los llevarían al infierno, porque nunca se verían compensados. Jesucristo ya les había prometido compensación después por sus sufrimientos, o eso dijo en las Bienaventuranzas. No podrían defraudarles.
Ya sé que suena muy básico todo lo que relato/digo en esta columna, pero ¿es que el mecanismo que se nos cuenta en cualquier religión para nuestra no muerte, resurrección, reencarnación, etc. puede explicarse mejor de otro modo?…
Posiblemente se pueda, pero yo no.
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